OPINIÓN

Un traspié que se paga caro

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo
Álvaro Uribe

Foto: AFP

Una de las figuras a la vez más influyente y más controvertida de la escena pública colombiana es Álvaro Uribe.

Porque es que el famoso político no deja indiferente a nadie dentro de la geografía de su país e incluso un colombiano de a pie puede haberse sumado a sus propuestas de manera apasionada a lo largo de un trecho de su vida y haberse colocado con igual convicción en la otra orilla de su credo político durante otro período de la misma. Así es como el expresidente lleva ya dos décadas marcando la pauta política del país vecino, tanto para quienes se suman a sus ideas como para quienes lo adversan a rabiar.

El dirigente de origen paisa es agresivo y certero y ha logado mantener a los neogranadinos atentos a sus pautas, no solo mientras se desempeñaba como mandatario sino también a lo largo de los últimos tres periodos presidenciales posteriores. Para este líder, quienes se suman a sus ideas son calificados de patriotas y quienes son sus opositores son señalados con epítetos erosivos y bien escogidos para provocar su descalificación por parte del colectivo.

Además, la fama de Uribe y su influencia trasciende sus fronteras. Fue Uribe y no otro quien acuñó el concepto internacional del “castrochavismo” y no se equivocó.

El hombre actúa constantemente desde su cuenta de Twitter, lo que lo lleva a hacer contacto con los estratos más jóvenes de la sociedad colombiana, consciente, como debe estar, de que Colombia está a punto de perder su talante democrático gracias precisamente a la manipulación de las actuaciones de este estrato poblacional, una prueba de lo cual son las recientes y destructivas revueltas que paralizaron al país.

Sin embargo, por extraño que parezca, Álvaro Uribe se encuentra en su peor momento con respecto a su imagen frente a los colombianos con 73 % de desaprobación. Así lo ha señalado la encuesta Pulso País, la que dejó claro igualmente que solo es superado con 74% por su hijo Tomás, a quien varios gremios desean postular como candidato a las elecciones de 2022.

Al líder del Centro Democrático se le están presentando nubarrones en el horizonte y hay quienes le atribuyen este viraje en la percepción de la colectividad a los singulares planteamientos que realizara en medio de las trifulcas callejeras que tanto afectaron la vida cotidiana de los ciudadanos mientras la pandemia estaba en su punto más álgido. Es el caso que un mensaje del expresidente divulgado a través de sus redes sociales atribuyó responsabilidad en los disturbios a la “revolución molecular disipada”, un concepto de muy difícil comprensión para los actores tanto activos como pasivos de las manifestaciones.

Las críticas le llovieron a través de las redes y sus trinos fueron objeto de ácidas burlas en los programas de radio y TV conducidos por sus adversarios. Gustavo Petro llegó a asegurar que estaba “perdiendo la cordura”. El error de Uribe consistió en sumarse –con los escasos caracteres que permite un tweet– a la tesis con origen en la derecha chilena denominada “revolución molecular disipada” que proclama la existencia de   “un nuevo modelo de acción revolucionaria horizontal, que normaliza de manera gradual y cotidiana disposiciones y conductas en orden de alterar el estado de normalidad social del sistema dominante, con el objetivo de ser derogado y sustituido”.

Lo que con otras palabras Uribe pretendía significar –y allí lo acompaña la razón– es que todo un movimiento de adoctrinamiento juvenil había estado en el origen de las protestas violentas para desacomodar la cotidianidad de la población con el objeto de lesionar y desestabilizar el Estado democrático. Pero al sabio político le salió mal la apuesta al modernismo y su popularidad se vio negativamente afectada. Lo anterior no pasa de ser una anécdota, pero su resultado alimentó el escaso arraigo con que cuenta a esta hora quien llegó a amasar la más alta aceptación en el país vecino.

Ello lo que nos deja claro es que en el momento actual existe una muy escasa capacidad de movilizar la opinión pública a favor de quien Álvaro Uribe señale como el mejor candidato para ocupar la silla del Palacio de Nariño. Así que no hay que contar con él para la batalla electoral que se avecina.