OPINIÓN

Un «palo» a la lámpara electoral de Venezuela

por Alex Fergusson Alex Fergusson

Foto AFP

En su pretensión de permanecer en el poder «como sea […] por las buenas o por las malas», el gobierno ha arremetido contra las elecciones primarias de la oposición usando todo tipo de artimañas y argumentos espurios: inhabilitación de candidatos, infiltración de aliados y candidatos, amenazas, agresiones físicas y hasta la declaración de ilegalidad del proceso mismo.

La reciente amenaza de inhabilitación de la «Dama de Hierro», María Corina Machado, quien puntea las preferencias electorales de los opositores con el 57 % de la intención de voto, y el exabrupto de nombrar una nueva directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE), basados en una supuesta renuncia (quizás forzada) de algunos de sus miembros principales, constituyen las más recientes de esas artimañas.

Esto significa una escalada del autoritarismo, y posiblemente de la violencia, junto con una buena dosis de desesperación, lo cual me obliga a recordar la frase del Libertador Simón Bolívar: «la desesperación no mira el abismo donde va a caer».

El primer elemento del exabrupto referido es el nombramiento de Cilia Flores, disputada y esposa de Nicolás Maduro, para presidir la Comisión de la Asamblea Nacional que dirigirá el proceso de selección de los candidatos a formar parte de la nueva Junta Directiva (los Rectores) del CNE.

Este nombramiento violenta los límites éticos que obligan a garantizar la independencia política del proceso de selección, y arroja sombras sobre su idoneidad; pero, además, aunque aun no se ha abierto el período de recepción de credenciales de los aspirantes, voceros del partido de gobierno ya han hecho circular el rumor de que quien presidirá el nuevo CNE será el Mayor retirado Francisco Ameliach.

Francisco José Ameliach Orta, de 60 años, es un político y militar, participante en la asonada golpista del 4 de febrero de 1992 liderada por el teniente coronel Hugo Chávez y miembro el Movimiento V República (MVR), de Chávez. Fue elegido diputado al parlamento nacional, luego diputado electo a la Asamblea Nacional y miembro de las dos Asambleas Nacionales Constituyentes de 1999 y del 2017. También fue gobernador del Estado Carabobo; es decir, una clara ficha política del gobierno.

Todo apunta en esa dirección. En Venezuela podría no haber elecciones presidenciales reales y competitivas el 2024 y mucho menos «elecciones justas y libres» como aspira el pueblo opositor, ya sea por la vía de que el régimen de Maduro las anticipe aprovechando las ventajas políticas y la fuerza armada que aún tiene; las suspenda hasta nuevo aviso provocando un clima de violencia o se aseguren con el nuevo CNE que estas se hagan a su medida.

La razón de fondo es que casi todos los miembros del régimen tienen acciones judiciales internacionales pendientes, que se harían efectivas si pierden el poder, pese al apoyo de sus aliados internacionales, China, Cuba, Rusia e Irán que miran a Venezuela no como un país, si no como un bastión en la región en contra de sus enemigos los EE.UU y la Comunidad Europea.

Queda la interrogante acerca de cuál será la postura de las decenas de miles de beneficiarios de la corrupción que sustrajeron la bicoca de 600 mil millones de dólares de los fondos públicos en los últimos 20 años. ¿Verán, acaso, el peligro que esto representa para la conservación del dinero que se robaron y la seguridad de sí mismos y de sus familias?

También está por verse cuál será la respuesta de la oposición.

Por ahora, la gran movilización popular que ha provocado el proceso de elecciones primarias opositoras, luce alentadora, incluyendo la participación de las comunidades de migrantes venezolanos en Hispanoamérica y Europa. No obstante, persiste la incertidumbre sobre la capacidad de la Comisión de Primarias para adelantar exitosamente el proceso de selección del candidato unitario, en vista de que ya se sabe que tendrá que ser un proceso autogestionado, que no contará con el apoyo técnico del CNE.

Así que será un proceso lleno de dificultades, pero no imposible, tal como señalaron los partidos miembros de la Plataforma Unitaria opositora, así como la propia Comisión Nacional de Primarias.

No olvidemos, además, que aún permanece la incertidumbre acerca del daño que pueden causar los candidatos opositores infiltrados y los cooperantes con el gobierno que todavía quedan en su seno.

Ahora, más que nunca, se pondrá a prueba la idoneidad de la dirigencia y la voluntad del pueblo opositor, pues la tarea será altamente exigente de estas dos cualidades, si es que se quiere tener probabilidades de éxito.

A su favor está la experiencia que el pueblo ha adquirido en el arte de la sobrevivencia, sorteando las dificultades de navegar en este mar de calamidades en las que vivimos desde hace más de quince años, lo cual ha fortalecido su carácter, pero además, la gran debilidad de un gobierno que ya no tiene tantos recursos, sumergido en una guerra internas de la mafias corruptas que promovió, que ha perdido una buena parte de su capital político como consecuencia de la incapacidad mostrada para manejar la crisis que él mismo creó, que ha perdido también su importancia geopolítica, y que solo cuenta con una parte de la fuerza armada, ahora corrompida, que heredó de Chávez.

Artículo publicado en el diario El Debate de España