¿Qué está pasando con nuestro país? Días, semanas, meses y años, nos ha señalado que los acontecimientos nos demuestran que hemos caído tan abajo, que no hay fondo para frenar el colapso. A esto hay que sumarles la indolencia de aquellos que resguardan su parcela de poder, porque quieren seguir disfrutando de sus mieles, sin importar en condenar a la miseria, al hambre y a la desesperación a millones de compatriotas, que deben superar cualquier cantidad de obstáculos, para poder obtener un ingreso mínimo vital, ya que su salario solo alcanza para comprar una docena de huevos, unos gramos de queso y un trozo de pan duro, acompañados por unos bonos otorgados a través del carnet de la patria, que no llega ni para adquirir cuatro rollos de papel higiénico.
Todo lo acaecido en estos años de revolución han demostrado que esta camarilla lo que quiere, y por ahora lo ha logrado, es apoderarse del país, para poder obtener beneficios con la venta de productos minerales, tales como el petróleo y el oro por un lado y contrabandear con otros, como el coltán, el hierro, el aluminio y otras sustancias de extraña elaboración y proceder por el otro, mientras el resto de la población le venden espejitos, bombardeando con ideas caducas para respaldar un supuesto socialismo, que los salvaría de las garras del imperialismo.
Esto demuestra, antes y ahora, que Venezuela siempre fue, es y será un país portátil, hecho a la medida de los oportunistas, para enriquecerse de forma inmediata, sin importar los daños colaterales que puedan sufrir el resto de los venezolanos.
Para evitar tal depredación, los ciudadanos honestos acudimos a nuestras instituciones para que hagan valer el Estado de Derecho y resguardar los bienes de la nación, pero el chavismo fue hábil en intervenirlas y convertirlas en vasallas de la revolución, respaldando cualquier barbaridad que saliera de las mentes de estos individuos, que lo único que tienen como proyecto de país es joder la vida de todos, a través de su forma inepta e inoperante de manejar el Estado.
Han sido como el Rey Midas, pero al revés, todo lo que tocan lo vuelven mierda. Planes, proyectos, misiones, todo un sin fin de palabrerías, que enriquecieron a unos pocos, ilusionaron a unos tontos y empobrecieron al resto. Pero no se les puede negar su habilidad en destruir todo, porque es más rentable, para ellos, importar que producir en el país y así poder cobrar sus comisiones con sobre precios de productos que cuestan en los mercados internacionales una cuarta parte de lo que pagan.
A lo que se han dedicado con esfuerzo y ahínco, sin descanso, es a convertir a la sociedad en una comunidad de pedigüeños, destruyendo proyectos, sueños y vidas de todos los connacionales que vivimos en este pobre país rico, esto según las cifras que maneja la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el cual afirma en un informe que fue realizado, que nuestro país ha presentado los mayores aumentos en lo que se refiere al hambre y a la malnutrición. Es notorio, público y comunicacional, cuando caminamos por las diferentes calles y avenidas del país, ver compatriotas hurgando en la basura en busca de comida… ¡qué dolor! ¡qué injusticia! Y osan hablar en nombre del pueblo. A veces retumban en mis oídos las palabras de David Morales Bello, en una sesión del extinto Congreso, luego de los acontecimientos ocurridos el 4 de febrero de 1992, pero estoy claro que mi postura humanista, amante de la paz y la reconciliación, esa posición esbozada por Morales Bello, no hubiera sido el mejor camino para la nación.
Pero, nunca falta un pero, se esmeran en todo momento en justificar sus atrocidades, obligando a la población a sufrir los embates de sus corruptelas. Han destruido la industria petrolera, sacrificando a más de 20.000 empleados en 2002, porque fue el deseo expreso del muerto eterno, que con un pito, emulando lo peor de su arrogancia revolucionaria, disponía a notificar su despido de los mejores profesionales de Petróleos de Venezuela. Ahora, gasolina prácticamente no hay ni se produce en el país, la poca que se consigue, solo ellos tienen el privilegio de disfrutarla. El resto de los mortales de esta nación, debemos realizar colas kilométricas y esperar días para poder surtir de carburante a nuestros vehículos.
No hablemos de las fallas en otros servicios como la electricidad. Pasamos de ser uno de los países con mayor comunidades que contaban con servicio eléctrico en América Latina, con capacidad de exportarla, a convertirnos en una nación que ha mejorado la producción de velas y cirios para poder así iluminar las largas noches oscuras que nos tiene sumido Corpoelec.
Ni hablar del agua. El concepto que tiene el revolucionario chavista, es que el venezolano debe transmutarse en dromedario, es decir, convertirse en camello para poder soportar los largos días de sequía, además, evitar el aseo personal, porque no hay suficiente cantidad del vital líquido para tantas exigencias. Y lamentablemente vemos en la capital, grupos de seres humanos bañándose en el Guaire, que no es un río sino una cloaca abierta.
Todo lo anterior no es suficiente para despertar al venezolano, que aún se deja hipnotizar por cantos de sirena. Se ilusionan cuando ven a Nicolás Maduro en cadena nacional, ofreciendo soluciones a la crisis, con ideas disparatadas e irrealizables. Solo son una secuencia de palabras agoreras, que sirven para adormecer la voluntad de los ciudadanos. Que si vamos a realizar el plan tal, que vamos a implementar el petro cual, que vamos a realizar el proyecto X…Siempre habla en futuro, sin admitir que tienen 21 años, léase bien, 21 años en el poder y su único gran logro es haber convertido a Venezuela en un país con un pasado de añoranzas, con un presente lleno de pobreza, indigencia, escasez, estrechez, necesidad y penuria, con un porvenir incierto, dudoso, desconocido e impreciso.
Ahora, se quieren lavar la cara, dando algunas señales de que vivimos en democracia, convocando a un proceso electoral para renovar la Asamblea Nacional. No debemos olvidar, quien convoca es un usurpador, que no es reconocido en más de medio centenar de países en el mundo. Eso sí, para que los comicios no le sean adversos, estructuraron a un Consejo Nacional Electoral, en el cual la mayoría de los rectores son fichas directas del Partido Socialista Unidos de Venezuela. Se le suma además, la inhabilitación y encarcelamiento de dirigentes que pudieran influenciar a favor de la oposición los deseos de la población en el momento de votar. Asimismo, no olvidemos la utilización de todo el aparato del Estado, para favorecer a los candidatos chavistas, cometiendo delito como el peculado de uso, ya que usan bienes de la nación a favor de una tendencia política.
Por su parte, la comisión que llegó de la Unión Europea, para estudiar el caso venezolano, determinaron que no hay condiciones para llevar a cabo los comicios el próximo 6 de diciembre de 2020, no obstante Maduro no aceptó el informe, enfatizando que las elecciones van si que sí.
Lo más triste de lo anterior es ver a supuestos líderes de la oposición, convocando a participar en procesos electorales, sin contar con las mínimas garantías de fiabilidad. No estoy exaltando el radicalismo, pero por Dios, no se puede concurrir en el juego político sin contar con reglas claras e igualdad de oportunidades. Por eso la suspicacia, de que muchos dirigentes que antes adversaban al gobierno, le tiendan la alfombra para participar en elecciones. ¿Hay dinero por el medio? Es la pregunta que todos nos hacemos.
Por otro lado, no podemos dejar de hablar de la crisis hospitalaria de nuestro país, que se puso aún más en evidencia por la pandemia del corona virus, demostrando que la Misión Barrio Adentro, es un rotundo fracaso, que no ayuda ni solventa la crisis que estamos atravesando.
¿Qué nos queda por hacer como país en general y como venezolanos en particular? No hay otra vía, sino esmerarnos en rescatar la honestidad, el esfuerzo, la dedicación y el amor patrio, como valores liberadores que una nación puede y debe tener. Al mismo tiempo, comenzar en cambiar nuestra percepción de la realidad. Darnos cuenta de que no necesitamos líderes mesiánicos ni choferes de autobús, ni políticos o militares con orden de búsqueda y captura, sino hombres y mujeres probos, capacitados para enrumbar al país hacia el futuro que se merece y así poder evolucionar hacia la construcción de una Venezuela mejor, en pocas palabras, ser ciudadanos, con plenos derechos y deberes. Sí lo podemos hacer.