El CNAC tocó fondo en 2019, siendo neutralizada como institución. Al centro lo volvieron de izquierda por mandato de Nicolás Maduro. Por mucho tiempo, los gremios se acostumbraron a convivir con un régimen de censura y represión, al producir filmes de una línea apolítica.
Siempre y cuando nadie hablara de temas polémicos, el ente premiaba con financiamientos y estímulos a un grupo de cineastas, actores y directores. El progresismo fue bandera ideológica del Estado, posiblemente una de sus formas de filtrar los contenidos. Las películas reforzaron una visión complaciente hacia las víctimas y los mitos de la historia patria.
El cine nacional adoptó un estilo convencional de narrativa romántica, desde un plano idealizado o pesimista. Hubo poco espacio para el desarrollo de relatos experimentales, abstractos, modernos y disidentes. Las escasas excepciones a la regla condensaron un apreciable archivo de documentales de creación. Pero el modelo rentista obtuvo un resultado dispar en el tercer milenio.
Por un lado, incentivó un cambio generacional en las pesadas estructuras de la industria vernácula. No por casualidad, los éxitos de taquilla y crítica del siglo XXI pertenecen a la autoría intelectual de directores menores de 50 años (salvo contadas excepciones).
Por su parte, los realizadores establecidos, algunos de la tercera edad, decidieron venderle el alma al diablo, de la revolución, en dudosos filmes de encargo, sobre el culto indirecto a la personalidad y las agendas marxistas diseñadas en el Ministerio de Información. Casos sintomáticos de Román Chalbaud y Carlos Azpúrua.
Un grupo intermedio se quemó en la Villa del Cine, al rodar los textos de Farruco Sesto (y sus sucesores). Ahí protagonizaron desfalcos a la nación como filmar Abril, para luego engavetarla y congelarla, pues se les convirtió en un reflejo incómodo. Aparece un doble caricaturesco de Hugo Chávez y Maduro no es el héroe.
Retomando las teorías de Ranciere y Deleuze, pudiésemos responsabilizar al sistema audiovisual, de la última década, por ser incapaz de exponer y explicar el desastre nacional. Si lo mismo pasó en Europa durante la segunda guerra, el cine venezolano deberá cargar con la culpa de desviar el foco y la atención de la audiencia, cuando la debacle se acentuaba, hasta acabar por destruir y paralizar al CNAC. Ni un solo largometraje logró anticipar el tamaño de semejante catástrofe. Es una de las altas traiciones del medio en la era del hundimiento bolivariano.
Sin embargo, los cortometrajes y los reportajes redimieron al sector en cuanto enfrentaron al poder de turno, denunciando sus prácticas y cruzadas suicidas.
El pecado original, de enterrar la cabeza en la arena, impulsó a una escuela de dignos cuestionadores del relato oficial, a través de diferentes ensayos en red.
Los trabajos alternativos continúan esperando un lugar o un hueco en las programaciones de los festivales, de los circuitos y de las cadenas de exhibición. De la boca para afuera, casi todos ofrecen oposición y un claro repudio ante la ruta de la colaboración. En la práctica, la timidez reina a la hora de implementar verdaderos cambios en la configuración de parrillas y eventos.
Roque Valero, presidente del CNAC, prometió reunirse y escuchar a los gremios en los próximos días de septiembre. A la fecha de hoy sigue sin presentar un plan de gestión, acorde con la situación de crisis.
El actor mostró su disposición de abrir las puertas a todos, de conformidad con el mandato constitucional. En tal sentido, no favorecería la línea de un partido (aunque su Twitter demuestra lo contrario), sino el sentir de los espectadores, de los ciudadanos, de los múltiples intérpretes de la realidad actual.
Mientras tanto, el tiempo apremia y conviene tomar medidas, para reactivar las funciones de Fonprocine y las demás dependencias del ente rector del cine venezolano.
Para comenzar, hay que recuperar la condición de centro y el título ganado de “autónomo”, porque de momento es una institución intervenida como la UCV.
El asunto es no dejar que la sombra venza a la casa. Después podemos hablar de perspectivas y futuro, que personalmente asocio a la progresiva reducción del esquema parasitario y populista, priorizando la construcción de una banca solvente que financie las películas, de cara a su rentabilidad económica.
Tengo un plan y lo guardo en secreto para evitar los plagios. Lo plantearé en su debido momento.