Por considerarlo de mucho interés para los lectores, voy a dedicar mi artículo de esta semana a un documento de extraordinaria importancia que recoge la decisión de un conjunto de organizaciones de la sociedad civil en la diáspora, entre las que se cuentan VenAmérica y Casa Venezuela Arizona, de avanzar en la constitución de una alianza entre la sociedad civil y los partidos políticos. Esta alianza está orientada hacia dotar a la resistencia democrática de una hoja de ruta que agrupe los esfuerzos de los venezolanos para detener la disolución de la nación.
Manifiesto de los venezolanos en el exterior
Resumen ejecutivo
Se propone la constitución de una alianza de la sociedad civil y los partidos políticos, con participación de todos los sectores del país, con el objetivo de construir una nueva hoja de ruta para Venezuela; un diseño político y estratégico que permita superar la crisis terminal en que se encuentra Venezuela, que se ha transformado en un peligroso proceso de disolución de la nación. Se hace una convocatoria enérgica y profunda a la unidad de los actores comprometidos con la recuperación de la democracia y la libertad del país y con la consecución del objetivo fundamental de tener elecciones libres y verificables.
Para avanzar en esta propuesta se ha abierto un proceso de consulta entre organizaciones que hacen vida en Venezuela y en la diáspora, que debe concluir en una estructura organizativa y funcional, capaz de transmitir sus mensajes y decisiones tanto a los actores nacionales como a la comunidad internacional. La primera de esas reuniones se efectuó recientemente con participación de varias organizaciones de la sociedad civil en Venezuela.
Una nueva hoja de ruta para Venezuela
La necesidad imperativa de encontrar nuevos caminos de entendimiento entre los venezolanos, que cohesionen, unifiquen y reúnan todas las fuerzas políticas y sociales de la resistencia en Venezuela, para frenar lo que se vislumbra como un proceso de disolución nacional, nos lleva a lanzar este Manifiesto de la diáspora, que tiene esencialmente cuatro destinatarios: las organizaciones de la sociedad civil venezolana, las organizaciones políticas de nuestro país, el gobierno interino y el componente constitucionalista de las Fuerzas Armadas.
Venezuela es una sola nación y por lo tanto uno debe ser el mensaje que unifique a nuestros ciudadanos. Somos un solo pueblo, con más de 6 millones de migrantes, que con tristeza han abandonado su patria por motivos, destinos e infortunios muy variados. En el exterior se registran desde bien establecidos profesionales venezolanos, hasta víctimas del tráfico humano, del chauvinismo y de la xenofobia, que en buena parte sufren hambre, explotación y represión por el limbo jurídico en que subsisten, con excepciones de reconocimiento por parte de gobiernos amigos que han suplido de algunas garantías a nuestros conciudadanos.
La suerte de la gente en Venezuela es también compleja y diversa. Un país empobrecido de manera profunda e ignominiosa; un país rico en petróleo, sin combustible; abundante en agua y energía, con un pueblo sediento y sin electricidad; con enormes posibilidades para educar y alimentar, pero con un sistema educativo postrado y ceniciento, con el hambre enseñoreada, con niños y niñas que están creciendo bajo los efectos de la desnutrición. Toda una generación con discapacidades mentales y físicas, sin oportunidad de desarrollar a plenitud sus capacidades cognitivas, por la carencia de nutrientes esenciales en una etapa crítica del crecimiento. De este cuadro dantesco se salvan los corruptos, los enchufados y un estrecho sector de la población que tiene ahorros en divisas o eventualmente recibe remesas de familiares en el extranjero. La destrucción del país -más por diseño que por accidente o incapacidad- es un hecho brutal y verificable, para imponer el control de la población a través del hambre, el miedo y la represión.
Ante esta sórdida narrativa, que entristece e indigna, no podemos limitarnos a la inútil y permanente queja sin acción, o a responsabilizar al régimen por la destrucción de la nación. La calamitosa situación venezolana solo admite una solución política, intrínsecamente ligada al urgente y definitivo cese del régimen usurpador, que pasa indefectiblemente por la cohesión programática y activa de las fuerzas democráticas, lo que define el mandato de la Consulta Popular del pasado diciembre.
Para lograr ese objetivo necesitamos devolver al pueblo la confianza en la democracia, en sus instituciones, en sus líderes y en el voto como un elemento vital de nuestra lucha por la libertad y la coexistencia pacífica en busca del bien común. Necesitamos agrupar criterios y argumentos contra las debilidades resaltantes del régimen, como lo son su carencia de apoyo internacional y el rechazo mayoritario de la población venezolana, para lo cual es imperativo contar con un liderazgo compacto y sincronizado de partidos y sociedad civil. Necesitamos una dirección política que reconcilie la ética con la política, lo económico con lo social, la pasión con una acción de resultados. Necesitamos una dirección política que convierta nuestras debilidades en fortalezas y las del usurpador en mayores flaquezas, un rompecabezas que no puede ser armado solo desde la óptica de los partidos, porque la sociedad civil también tiene una apremiante corresponsabilidad, superlativa e irrenunciable.
No es el momento de exhibir aspiraciones personales, mucho menos de retaliaciones y vendettas; es el momento de construir un nuevo pacto social, de allí que nuestro llamado sea a constituir una nueva y sólida alianza entre la sociedad civil, los partidos políticos y la ciudadanía como actor protagónico en el espacio público, que aporten las voluntades más competentes para integrar un esquema de gobernanza inclusivo, con planes, metas y acciones de gobierno concretas, capaces en el corto plazo, de retomar la ilusión y el amor a la patria, favorecer el rescate de la economía y devolver al venezolano su calidad de vida, sin populismo, echando por tierra, con apoyo popular, toda una oscura época de miedo, intriga, maldad, usurpación, ilegalidad, negligencia y corrupción.
Vemos con renovado aliento que los vientos que están soplando en Venezuela apuntan en la dirección de conformar esa alianza. Varios manifiestos de vital importancia se abren camino ante una difícil y crucial situación, de mucha desesperanza y preocupación, ante el proceso de disolución nacional. Es por ello por lo que brindamos nuestro apoyo solidario al “Foro Cívico”, a “Articularnos.org” y a “Todos los Ciudadanos”, organizaciones con amplia representación nacional, que intentan transitar la ruta de propuestas encausadas a la rectificación y a la invitación participativa e incluyente.
La ventana de tiempo para avanzar es limitada y juega a favor del régimen y de las fuerzas del mal, es por ello que sin dilación, fortalecido con el coraje y la voluntad de cambio que el momento reclama, exigimos al presidente Juan Guaidó que se libere de amarras que lo atan a un ejercicio mediatizado por agendas partidistas e individuales, y encabece la ruta histórica de construir la unidad nacional, secundado por el más amplio patrocinio nacional y reconocimiento internacional, asumiendo desde ya la convocatoria a la imperativa alianza del liderazgo encarnado en la sociedad civil, los partidos políticos y la ciudadanía activa.
Es la oportunidad de darle realidad a la imagen de que somos un solo pueblo, de hacer historia, de demostrar que la diáspora, aún en la nostálgica distancia de la casa grande, nuestra Venezuela, está unida a través de todas sus organizaciones, las cuales al suscribir este Manifiesto en esta hora menguada de la patria, demuestran su disposición de aportar sus mejores voluntades y energías para la concreción y culminación de una alianza, unión que devuelva la grandeza a un pueblo ansioso de renovar fuerzas, con el propósito de enfrentar y vencer los retos que se avecinan, hasta lograr unas elecciones libres y justas, para darle una nueva y definitiva oportunidad a la democracia en Venezuela.
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