Durante décadas, la política de Estados Unidos hacia América Latina ha sido de baja prioridad, con compromisos puntuales y esporádicos. Después de la ambiciosa «Alianza para el Progreso» bajo el presidente John F. Kennedy en la década de 1960, que buscaba fomentar el desarrollo económico y la democracia, el interés de Estados Unidos en la región disminuyó considerablemente. Aunque acuerdos comerciales como el Nafta en los años noventa trajeron cambios en el caso de México, la atención de Estados Unidos ha sido frecuentemente limitada a abordar temas específicos como la migración y la seguridad en Centroamérica, o la guerra al tráfico de drogas en varios países de la región. Sin embargo, un cambio en las prioridades de Estados Unidos puede estar en marcha con los nombramientos de Marco Rubio en el Departamento de Estado y Mike Waltz como Asesor de Seguridad Nacional. Este nuevo liderazgo podría revitalizar las relaciones con América Latina, con un enfoque en seguridad, democracia y contrarrestar la influencia extracontinental, particularmente la de China, Rusia e Irán.
El Periodo de Apatía: de Kennedy al Nafta
La Alianza para el Progreso, orientada a promover el desarrollo económico y frenar el comunismo en los años sesenta, representó un punto culminante del compromiso de Estados Unidos con América Latina. Sin embargo, tras algunos años, el papel de América Latina en la política exterior de Estados Unidos se redujo, eclipsado por la Guerra Fría y, más tarde, por la Guerra contra el Terrorismo.
Los años noventa trajeron un renovado enfoque con el Nafta, que integró a Estados Unidos, Canadá y México en un bloque económico trilateral. Pero el debate sobre los impactos sociales y económicos del Nafta opacó las preocupaciones más profundas sobre la estabilidad política o la cooperación económica en la región. De manera similar, la «Iniciativa para Centroamérica», aunque abordaba la migración y la seguridad, a menudo fue reactiva y no formó parte de una estrategia más amplia y a largo plazo.
El ascenso de Rubio y Waltz
El surgimiento de Marco Rubio y Mike Waltz podría marcar un nuevo capítulo en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Rubio, senador republicano de Florida, ha sido un defensor activo de una política exterior de Estados Unidos más comprometida con la región. Con su firme postura a favor de la promoción de la democracia y su oposición a los regímenes autoritarios, particularmente en Venezuela, Cuba y Nicaragua, se espera que Rubio desempeñe un papel clave en la política exterior del gobierno del presidente Trump.
Por su parte, Mike Waltz, exmiembro de los Boinas Verdes y congresista de Estados Unidos, aporta una visión de seguridad nacional a los asuntos latinoamericanos. Como asesor de Seguridad Nacional, Waltz podría centrarse en amenazas como el crimen transnacional, el narcotráfico y el terrorismo, que suponen desafíos significativos tanto para Estados Unidos como para la seguridad regional. Su apoyo a las fuerzas democráticas en Venezuela y su rechazo a Maduro, son consistentes con la preocupante alianza del régimen con Rusia, Irán, Cuba, Hezbolá, el ELN y China.
Nuevo enfoque de EE.UU
Con Rubio y Waltz en posiciones clave, la política de Estados Unidos hacia América Latina podría priorizar varios temas clave:
- Contrarrestar la influencia de China: la creciente presencia económica y política de China en América Latina, a través de proyectos de infraestructura y asociaciones comerciales, ha generado preocupaciones en Washington. Rubio y Waltz probablemente abogarán por vínculos económicos y diplomáticos más fuertes con la región para contrarrestar la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y expandir la influencia de Estados Unidos. Esto podría implicar una mayor relación comercial con países clave como Brasil y México, además de ofrecer una alternativa a la inversión china a otros países de la región.
- Democracia y derechos humanos: se espera que el liderazgo de Rubio en el Departamento de Estado traiga un énfasis en la defensa de la democracia y la promoción de los derechos humanos en la región. Con el aumento del autoritarismo en países como Venezuela y Nicaragua, aliados al régimen castrista, Rubio probablemente impulsará sanciones más severas, aislamiento diplomático de regímenes fuera de la ley y el apoyo a los movimientos pro-democracia. Esto también podría implicar vínculos más estrechos con países latinoamericanos que comparten valores democráticos, como Argentina y Chile.
- Seguridad y lucha contra el narcotráfico: la experiencia de Waltz en operaciones militares y de contrainsurgencia impulsará el enfoque de Estados Unidos en la seguridad regional. La lucha contra los carteles de drogas y el crimen organizado seguirá siendo una prioridad, especialmente en países como Venezuela, Colombia, México y Centroamérica. Es probable que Estados Unidos aumente el apoyo a las fuerzas de seguridad en estos países para combatir el narcotráfico y los grupos insurgentes que amenazan la estabilidad regional.
- Migración y desarrollo económico: la migración desde Venezuela y Centroamérica, impulsada por la violencia y la pobreza, seguirá siendo una preocupación central para los responsables de la política en Estados Unidos. Es probable que Estados Unidos continúe sus esfuerzos para abordar las causas de la migración centroamericana, invirtiendo en el desarrollo económico, apoyando iniciativas contra la corrupción y mejorando la seguridad en los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), al tiempo de deportar inmigrantes ilegales y exigir a México una acción más decisiva para evitar el flujo migratorio en su territorio hacia Estados Unidos. En el caso de Venezuela el mensaje es claro a Maduro: que no cuente con normalizar su régimen después del 10 de enero. Su tiempo se acabó.
Los nombramientos de Marco Rubio y Mike Waltz en roles clave de política exterior indican un renovado compromiso de Estados Unidos con América Latina. El enfoque de Rubio en la democracia y los derechos humanos, junto con la experiencia de Waltz en seguridad nacional, sugiere que la política de Estados Unidos adoptará un enfoque más proactivo y multifacético. Este cambio podría conducir a un compromiso más robusto y sostenido con la región, remodelando las relaciones entre Estados Unidos y América Latina en la próxima década.