El reconocimiento de la tarjeta de la MUD es un avance muy significativo en una negociación aún en marcha. No es solamente un logro político, es un logro ético que debe conducir a una actitud personal y social diferente y más activa.
No ha sido fácil ni sencillo. Ha requerido del apoyo internacional, sanciones y marginamientos muy costosos y persistentes en variados intentos y cursos.
Aún quedan por buscar otros acuerdos que confronten la grave miseria y la ruina de los servicios públicos, que aborden nuevos niveles y abran otras rutas, períodos y lenguajes.
Es un proceso que le abre paso a unas primarias para seleccionar candidatos que participarían en las elecciones de noviembre. Una participación que iría hasta los niveles municipales con un incremento y recuperación correspondiente de la democracia, la formación de nuevos líderes y el cultivo de nuevas propuestas.
La trayectoria de la MUD y los partidos de oposición ha dejado una cosecha de gente que, aunque política y organizativamente dispersa, podría estar bien dispuesta a apoyar ese proceso. Unas primarias suponen la incorporación de cantidades significativas de personas que ahora se sienten, no solamente segregadas, sino que también malician de esas organizaciones partidistas a las que perciben como poco efectivas y claras en el diseño y logro de acciones y actitudes.
Todo ello frente a un gobierno marcadamente autoritario que ha fracasado en su pretendido socialismo del siglo XXI y llevado a la fuga y éxodo de millones de personas y al mantenimiento de 3 millones de empleados públicos con salarios mínimos impositivos y expropiatorios.
Bien puede ser este el inicio de un curso de recuperación que implique, no solamente esa participación sino también de la actividad económica ahora así acorralada y que podría agregarse a la insuficiente producción petrolera, con otros rubros y otras actitudes de independencia.
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