La situación del país implica que los niños no están asistiendo a las escuelas y se trata, sin poder hacerlo, de realizar educación a distancia. Hay una pandemia y los maestros están cobrando menos de 4 dólares al mes cuando un kilo de arroz vale 1 dólar. Problemas de tal magnitud que podrían opacar toda otra preocupación sobre la salud y formación de los niños. 5 millones de personas huyeron del país con sus niños, los abandonaron o esperan trabajar fuera para enviarles remesas a los que se quedaron. Ahora el asunto es sobrevivir.
No obstante, todos esperamos que esto sea pasajero y hay que preocuparse por comprender lo que es un niño y cómo relacionarse con ellos –o entre ellos–. Esto tendrá que cambiar.
La niñez va desde el nacimiento hasta los 17 años. Un tiempo de condiciones complejas y variables.
No es simple cuestión de la edad o de la dependencia física. Es obvio decir que un bebé recién nacido depende de la alimentación y el cuidado de su madre, pero con ello también ya se inicia su formación que es mucho más que mantenerlo vivo y alimentado. Una formación vinculada a relaciones sociales, demandas y satisfacciones. Una práctica, un ejercicio que lo llevará, durante toda la vida a la salud y al logro de valores y competencias para trabajar y producir.
Una práctica que al principio estará muy vinculada a su relación con la madre en un determinado ambiente, con sonidos, colores, temperaturas alimentos y presencias que dan seguridad lo que incidirá, seguidamente, en la formación de su dignidad.
Es un proceso de complementación entre lo que da y recibe que ya no terminará por el resto de su vida, pero que será intenso y marcador durante la niñez, cuando la canasta de sus experiencias y vivires esta aun vacía. Tendrá más que aventurar y que aprender.
Si tiene hogar y familia habrá situaciones y oportunidades para experimentar novedades y, de ellos, aprendizajes. Si crece solo o con madre ausente que está trabajando, esas oportunidades serán reducidas.
Lo que queremos decir es que al niño hay que procurarle la mejor cantidad de relaciones y experiencias en las que se puedan ir formando sus valores y competencias. El cuido y la atención que reciba alimentará su dignidad. Cuido por su salud y atención como respuesta a sus expresiones. Un intercambio con los otros y con el mundo que ya no se detendrá.
Para el hogar es difícil el uso de la palabra pedagogía, que convoca habitualmente profesionalismo y actos premeditados. Pero que en la familia responde a lo que ella ya es. Si en la familia hay amor y respeto es posible que el niño continúe cultivando esos valores, independientemente de que su carácter, sus peculiaridades, que normalmente difieren de uno a otro, sean más o menos diáfanas hacia el amor y el respeto a la diversidad del otro.
Con el tiempo su propia formación referirá a diversos ritmos y caminos.
Desde muy temprano el niño confrontará problemas o situaciones que lo incomodan o lo hagan sentirse postergado y los padres y hermanos asumirán esas angustias o reacciones como indisciplinas o mal comportamiento que deberían ser sancionadas. Se genera el hábito de los premios y castigos, que pocas veces contribuyen a resolver las situaciones.
Hay diversas teorías pedagógicas y psicológicas que dividen la infancia en etapas y que recomiendan diferentes actitudes o soluciones a los problemas típicos correspondientes. No es aquí donde se puede discutirlas, pero somos partidarios de buscar negociaciones. Más que con imposiciones de normas o diagnósticos serán los padres, con su propia vida y manera de ser, los ejemplos y referentes tempranos con mayor fuerza.
La confrontación de problemas por el niño o por la familia, son necesarias oportunidades para el aprendizaje. Problemas, grandes o pequeños, son retos que tomarán valor en la medida en la que ellos se superen y que inciden en el logro de la dignidad como valor fundamental que conducirá a otros valores y a competencias y saberes correspondientes. Así, el respeto por el otro, quien es con frecuencia diverso, cultivará la participación y la solidaridad que se podrán verificar en habilidades y destrezas para trabajos en grupo, juegos o deportes.
En la ciudad la vida familiar es cada vez más restringida: los padres, si es que existen ambos, tienen que salir a trabajar todo el día, dejan al niño en la escuela cuando ella exista y funcione Es de esperar que en la escuela encuentren métodos y pedagogías que coincidan con esto que proponemos como aprendizaje por problemas, pero no se puede excluir que vaya a otras escuelas tradicionales donde encontrarán verticalidad, memorización y seguimiento de currículos, programas de estudio y sanciones, siendo esto otro problema que habrá que superar para que el joven siga asistiendo a ella.
La aldea
La formación de los jóvenes tendrá una mayor variedad de referentes cotidianos. Aparte de la familia, vecinos y amistades los sentirán como propios cuidándolos y atendiéndolos. Oportunidades y frecuencias para la socialización, con sus diversiones y problemas. Aprendizajes directos y a distancia sin contaminación y en proximidad o continuidad con la naturaleza. Mayor tiempo para el disfrute y el trabajo al ahorrarse el consumido por los transportes diarios. Lo digital y la conectividad, robots y autómatas serán intensos y presentes en todo, pero el juego social y las relaciones personales tendrán una profundidad que no podrá ser reemplazada por la ligereza de lo digital.
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