OPINIÓN

Un Mundo de Aldeas: Competencias II

por Arnaldo Esté Arnaldo Esté

Estas reflexiones sobre lo que será el Mundo de Aldeas en los próximos 50 años se dan en un ambiente de guerra contra la contaminación, la peste y sus demonios. Una guerra que, como todas ellas, ataca las relaciones sociales y los conflictos y miedos interiores. A ello se agrega este país, que muestra, en su presente gobierno, su desastre y con un futuro que tendrá que comenzar con el inventario de su destrozo.

¿Cuáles y cómo serán las competencias de los humanos en el curso de los próximos cincuenta años?

Como competencias nos referimos al equipaje que tiene la persona para vivir para sí mismo y para los conjuntos sociales. No están referidas a tiempos o épocas. Están referidas al humano y su juego social. Seguirán existiendo, independientemente de los cambios tecnológicos con sus virtudes y peligros.

Más que por enseñanzas, se logran por su práctica y ejercicio. Han sido y seguirán siendo, como lo son también las tecnologías, dinámicas: crean y se recrean en procesos y tiempos dialécticos, por los que sus cursos no se pueden amarrar. Una exigencia traerá competencias y estas, a su vez, traerán otros objetos y problemas. Para la reflexión actual, las encontramos formadas por un conjunto de recursos personales y sociales que podemos reunir en diferentes calidades, algunas de ellas ya mencionadas en documentos muy circulados:

Los valores, que son los grandes referentes que tienen los humanos para su desempeño social y personal, para la toma de decisiones y arrepentimientos. Resultan de procesos de construcción social, que han variado y seguirán variando y que se instalan con diferentes intensidades, en personas, grupos o comunidades.

Mencionamos algunos: democracia, dignidad, participación, solidaridad, diversidad, cohesión social, creatividad, continuidad con la naturaleza.

Podemos también agrupar las competencias que se lograrán en individuos o grupos.

Las comunicativas: lenguajes, signos, e instrumentos con cierta sistematicidad, de alguna manera compartida, que incrementará, crecientemente, la conectividad. La relación con los otros, con el mundo, con instrumentos, robots y autómatas, que puede llegar a ser muy estrecha y multisensorial. Entre ellos y con la nube, sus servidores y recursos, que ahora llaman Internet de las Cosas, que permitirá relaciones secuenciales ente partes y funciones, lo que incluirá, como ya está ocurriendo, crecientes manejos a distancia.

Los saberes y conocimientos, que son los acopios de experiencias vividas y los aprendizajes tanto de esas experiencias como el resultado de sus comunicaciones y conexiones sistemáticas u ocasionales.

Los sentimientos actitudes o afectos que la persona toma o asume ante un problema, otra persona, grupo o conjunto.

Las habilidades y destrezas en las que se reúne la integralidad corpórea, todo lo físico y espiritual para el manejo de instrumentos y la ejecutoria de una cierta tarea o demanda, con una disminución progresiva del esfuerzo físico para hacerlo.

Fuera de las ciudades y su agresividad, contaminación, saturación del espacio y malversación del tiempo, en las aldeas, paradójicamente, crecerán los espacios y otro tiempo. Con ello se incrementará la conectividad, el acceso a lo que llaman la Big Data, la creciente y a veces peligrosa automatización y vigilancia, el clima y, simultáneamente con ello, la relación inmediata en disfrute, intimidad o penas con los otros, artes, religiosidades, tradiciones y costumbres; animales, plantas y paisajes. Esos dos cursos se continuarán, pero insertos en los conflictos y padeceres de cada quien, que se tornarán cada vez más complejos, exigentes y necesariamente críticos, y en reto a la creatividad y a la inteligencia emocional.

arnaldoeste@gmail.com