Estas reflexiones sobre lo que será el Mundo de Aldeas en los próximos 50 años se dan en un ambiente de guerra contra la contaminación, la peste y sus demonios. Una guerra que, como todas ellas, ataca las relaciones sociales y los conflictos y miedos interiores. A ello se agrega este país, que muestra, en su presente gobierno, su desastre y con un futuro que tendrá que comenzar con el inventario de su destrozo.
¿Cuáles y cómo serán las competencias de los humanos en el curso de los próximos cincuenta años?
Como competencias nos referimos al equipaje que tiene la persona para vivir para sí mismo y para los conjuntos sociales. No están referidas a tiempos o épocas. Están referidas al humano y su juego social. Seguirán existiendo, independientemente de los cambios tecnológicos con sus virtudes y peligros.
Más que por enseñanzas, se logran por su práctica y ejercicio. Han sido y seguirán siendo, como lo son también las tecnologías, dinámicas: crean y se recrean en procesos y tiempos dialécticos, por los que sus cursos no se pueden amarrar. Una exigencia traerá competencias y estas, a su vez, traerán otros objetos y problemas. Para la reflexión actual, las encontramos formadas por un conjunto de recursos personales y sociales que podemos reunir en diferentes calidades, algunas de ellas ya mencionadas en documentos muy circulados:
Los valores, que son los grandes referentes que tienen los humanos para su desempeño social y personal, para la toma de decisiones y arrepentimientos. Resultan de procesos de construcción social, que han variado y seguirán variando y que se instalan con diferentes intensidades, en personas, grupos o comunidades.
Mencionamos algunos: democracia, dignidad, participación, solidaridad, diversidad, cohesión social, creatividad, continuidad con la naturaleza.
Podemos también agrupar las competencias que se lograrán en individuos o grupos.
Las comunicativas: lenguajes, signos, e instrumentos con cierta sistematicidad, de alguna manera compartida, que incrementará, crecientemente, la conectividad. La relación con los otros, con el mundo, con instrumentos, robots y autómatas, que puede llegar a ser muy estrecha y multisensorial. Entre ellos y con la nube, sus servidores y recursos, que ahora llaman Internet de las Cosas, que permitirá relaciones secuenciales ente partes y funciones, lo que incluirá, como ya está ocurriendo, crecientes manejos a distancia.
Los saberes y conocimientos, que son los acopios de experiencias vividas y los aprendizajes tanto de esas experiencias como el resultado de sus comunicaciones y conexiones sistemáticas u ocasionales.
Los sentimientos actitudes o afectos que la persona toma o asume ante un problema, otra persona, grupo o conjunto.
Las habilidades y destrezas en las que se reúne la integralidad corpórea, todo lo físico y espiritual para el manejo de instrumentos y la ejecutoria de una cierta tarea o demanda, con una disminución progresiva del esfuerzo físico para hacerlo.
Fuera de las ciudades y su agresividad, contaminación, saturación del espacio y malversación del tiempo, en las aldeas, paradójicamente, crecerán los espacios y otro tiempo. Con ello se incrementará la conectividad, el acceso a lo que llaman la Big Data, la creciente y a veces peligrosa automatización y vigilancia, el clima y, simultáneamente con ello, la relación inmediata en disfrute, intimidad o penas con los otros, artes, religiosidades, tradiciones y costumbres; animales, plantas y paisajes. Esos dos cursos se continuarán, pero insertos en los conflictos y padeceres de cada quien, que se tornarán cada vez más complejos, exigentes y necesariamente críticos, y en reto a la creatividad y a la inteligencia emocional.
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