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Un mundo atroz

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El mundo está pasando por una etapa de bruscos cambios y ya no solo se trata de la invasión de Rusia a Ucrania, la cosa va más allá.

Vemos cómo un pueblo enardecido, cansado y determinado se lanzó al Palacio de Gobierno en Sri Lanka, concretando un golpe de Estado ciudadano que puso en huida a un gobernante ya despreciado por millones.

Fue esta una posición bravía de un pueblo que logró su objetivo. Tal hecho me hizo recordar las grandes movilizaciones ciudadanas en Venezuela que no tuvieron el mismo resultado debido a la carencia de una adecuada dirección política.

Observamos cómo el primer ministro británico, Boris Johnson, decidió renunciar al liderazgo de su partido, lo que conllevará a la escogencia, entre los conservadores, de un nuevo líder político, quien sería el próximo ocupante del 10 de Downing Street.

A ciertos políticos venezolanos le falta esta dignidad de los actores de la vida pública europea; cuando en el viejo continente un dirigente fracasa en su afán para llegar o mantenerse en el poder, o si su continuidad en la dirección política se ve truncada, dimiten sin más debate y sin más conflicto.

Aquí vemos fracasar una y otra vez a conductores políticos y los vemos eternizarse en sus posiciones, sin permitirle a otros intentar el liderazgo y la implementación de nuevas formas de lucha. Es decir, para decirlo en criollo, “ni lavan ni prestan la batea”.

Observamos que allá en Japón asesinaron a sangre fría a Shinzo Abe, un ex primer ministro que se postulaba de nuevo al cargo. Un vil y horrendo crimen que aún está cubierto por un velo de misterio y de dudas, pues el autor del homicidio pudiera ser un fanático enloquecido, un desequilibrado o algo más complejo de lo que nadie se imagina.

Esto también debe llamar a la reflexión a los líderes venezolanos, pues en un país tan convulsionado como el nuestro, nadie está exento de enfrentar circunstancias como estas.

Ciertamente, el mundo está lleno de noticias preocupantes, guerras, asesinatos, renuncia de líderes políticos, golpes de Estado, toda una anarquía, toda una convulsión, y mientras tanto aquí seguimos -como si nada- en un constante peloteo entre la usurpación y la transición.

Es por ello que –sin caer en extremos ni radicalismos– la oposición debe asumir las riendas de un gran movimiento liberador del país; de una gran estructura que le permita a la nación alcanzar un cambio real en Venezuela, antes de que sea demasiado tarde.

Así como hoy son estos macabros sucesos los que colman la atención del mundo entero, trabajemos para que Venezuela sea una buena noticia para el mundo lo más pronto posible.

Luchemos para lograr ese titular que diga, palabras más, palabras menos, algo así: Venezuela elige de manera pacífica una cambio de sistema de gobierno.

-Adiós al socialismo.

-¡Adiós!

Y sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.

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