La Corte Internacional de Justicia ha determinado que es competente para conocer de la demanda interpuesta por Guyana en contra de Venezuela, para decidir sobre la nulidad o validez del laudo de París que, en 1899, asignó a Inglaterra la región del Esequibo. El gobierno de Venezuela, al igual que la Asamblea Nacional legítima y un sector importante de la dirigencia política de oposición, han rechazado esa sentencia y han manifestado que Venezuela no va a comparecer (o que no debe comparecer) en la fase procesal que ahora se inicia para conocer de los méritos de la demanda de Guyana. Con razón o sin ella, Venezuela sostenía la tesis de que la Corte Internacional de Justicia carecía de competencia para conocer de este asunto; aunque por razones distintas a las alegadas por la Cancillería venezolana, el autor de estas líneas también considera que la Corte no tenía jurisdicción en este caso. Pero a quien le correspondía decidir era a la Corte, y ésta ya dijo su palabra; por lo tanto, ese es un asunto que ya está cerrado, y que quedará para el debate académico. Ahora, lo que toca es elaborar una estrategia coherente para defender los intereses de Venezuela en el Esequibo.
Hasta el momento, ninguna de las personas que sostiene que hay que desconocer la competencia de la Corte Internacional de Justicia, ya sea en las filas del chavismo o en las de la oposición, ha sugerido un plan de acción que permita defender los intereses de Venezuela sin comparecer en esta fase del procedimiento ante la Corte. Pero lo cierto es que, independientemente de lo que haga Venezuela, el proceso seguirá su curso y, cuando corresponda, la Corte va a dictar una sentencia. El contenido de esa sentencia dependerá de lo que haga Venezuela; si baja la guardia y no comparece, lo más probable es que esa decisión será desfavorable; por el contrario, si Venezuela asume la posición que le corresponde en este caso, respondiendo a la demanda y haciendo valer sus buenos argumentos, hay una posibilidad más que razonable de que el veredicto final le sea favorable, declarando la nulidad de un laudo que no se sostiene por ninguno de sus costados.
Cualquier abogado sabe que hay riesgos en someter un asunto a la decisión de los tribunales; al final del proceso siempre habrá un vencedor y un vencido, y mucho más en un asunto tan simple como éste, en el que las únicas respuestas posibles son declarar que el laudo es nulo o es válido. Pero el riesgo siempre es mayor para el demandado que no comparece y que no hace oír sus argumentos, a sabiendas de que habrá una sentencia y que esa sentencia será obligatoria. En un asunto que va a ser decidido por un tercero imparcial, quien asume la derrota de antemano está concediendo que no tiene argumentos para defender su tesis. Sin embargo, en el tema del Esequibo, Venezuela tiene la razón y la justicia de su lado; solo falta hacerla valer. En el presente caso, sería irresponsable que, quienes representan al Estado en las relaciones internacionales, optaran por cruzarse de brazos y esperar a que la Providencia se apiade de nosotros. Podremos ganar o perder; pero lo que resulte de este juicio será exclusiva responsabilidad de nuestros gobernantes.
Después de más de un siglo de haber sido despojada de una porción de su territorio, las circunstancias han querido que Venezuela se vea en la encrucijada de poder demostrar ante el mundo la injusticia cometida. Difícilmente las oportunidades se presentan más de una vez en la vida; pero, cuando se presentan, sería una insensatez dejarlas pasar y, si no hay otra mejor, renunciar a una opción legítima para la defensa de nuestros derechos.
Para defender a un ciudadano colombiano, detenido en Cabo Verde por legitimación de capitales provenientes de la corrupción, la Cancillería venezolana ha estado muy atenta a inventar teorías estrafalarias y supuestas misiones diplomáticas que puedan asistir a la defensa del señor Saab. Lamentablemente, no se está prestando la misma atención a la defensa de los verdaderos intereses nacionales y, por ignorancia o negligencia (o por ambas), se está arriesgando perder definitivamente el territorio del Esequibo.
¡Feliz año, amigo lector! Que el 2021 nos traiga un mejor país, devolviéndonos la libertad y la capacidad de elegir a nuestros gobernantes, y permitiéndonos reencontrar el rumbo del progreso social y la convivencia civilizada.
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