El canciller del régimen puede criticar todo lo que quiera la decisión diplomática de Chile de aceptar a Emilio Graterón en su embajada de Caracas en calidad de huésped. Puede despotricar, llamarlos “cómplices” (no se sabe de qué) y lanzarles todos los insultos que se le ocurran, pero el gobierno chileno está claro en que lo que se armó en contra del exalcalde de Chacao es una farsa más de la cúpula chavista.
A estas alturas, más de 20 años de totalitarismo rojo, el mundo entero sabe que el sistema de justicia en Venezuela baila al son que le tocan desde Miraflores. Cuando se deciden a armar una causa contra cualquiera de los opositores, no hay nada que lo salve de las peores cárceles ni de las más humillantes torturas. Solo con incomunicarlo, no dejarle ver a abogados ni familiares, ya es una violación tremenda de los derechos humanos, como hicieron con Freddy Guevara y con tantos otros.
Pero así como de nada sirven los insultos del canciller chavista, a ellos tampoco les importan las cuentas de violaciones de derechos humanos que les saquen aquí o en cualquier país. Son cínicos, descarados, no disimulan, no mantienen apariencias y van con todo. Tan obvio es que orquestaron la balacera con el Koki, para luego montar un caso de esos que les gusta tanto; de paso involucran a unos supuestos “paramilitares colombianos” para salpicar también al gobierno de Iván Duque. Toda esta madeja de mentiras con pruebas prefabricadas y cuentos de fantasía como mensajes de Whatsapp para deshacerse de los que se les plantan de frente.
Por eso el presidente interino, Juan Guaidó, no dudó en pedirle ayuda al gobierno amigo de Chile para que acogiera a Graterón, porque si seguía en las calles iba a correr la misma suerte de otros, como el periodista Roland Carreño y el propio Guevara. Tanta inquina le tienen al partido de Leopoldo López que en cuanto ven una oportunidad, le buscan la quinta pata al gato para irle descontando dirigentes.
Pero Chile sabe de qué se trata. Su historia está marcada por un sufrimiento similar y Venezuela fue especialmente solidaria con muchos chilenos. Ellos reconocen en el comunicado que Graterón es un perseguido político que necesita protección. Ojalá muchos otros puedan obtenerla de este y otros gobiernos.
Lo que, además, se hace evidente es que de un solo plumazo los ánimos de negociaciones han sido borrados del mapa. No cabe duda de que, desde el principio, no tenían intenciones de acordar una salida pacífica. Lo que mueve a los chavistas-maduristas es el odio, la mezquindad y sobre todo el miedo de que algún día a ellos los alcance la verdadera justicia. Por eso hay que seguir presionando.
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