OPINIÓN

Un hombre sin espuela de oro

por Argenis Gadea Argenis Gadea

Es muy difícil que un país donde la mayoría de la población no tiene hábitos intelectuales acostumbrados a escuchar ideas, discursos retóricos, se den cuenta de que están siendo objeto de una vil manipulación. Todo lo contrario al hombre al que dedico este texto: un hombre sin espuela de oro, pero con cerebro de diamante, Guillermo Morón. Llegó a la Academia de Historia a los 32 años, superando a Caracciolo Parra León, que entró con 35 años. En 1958 Guillermo Morón era asistente del profesor titular de Románica de la Universidad de Hamburgo (Alemania) y le escribieron pidiéndole que regresara a Venezuela para que asumiera la tarea de las investigaciones y publicaciones de la Academia Nacional de Historia. Aceptando la tarea regresó a Venezuela e intentó -repito: «intentó»- buscar trabajo en las universidades, cosa que no logró, ni en los liceos ¿algo extraño en Venezuela? Por supuesto que no, luego de 39 años de su llegada a Venezuela, y de los 1.200 títulos que publicó durante su período en la Academia de la Historia; una periodista, un poco incrédula, un poco incómoda, o, quizás un poco celosa, viendo y sintiendo que el hombre que tiene al frente era más inteligente y más culto que ella le pregunta: ¿Cómo un hombre de por allá de donde eres tú (le costó mucho decir Carora) es aceptado y va a Alemania? Sigue la periodista hablando en su monólogo y se pregunta ella misma, asombrada de cómo había aprendido alemán Guillermo Morón, dudando ante las cámaras de televisión de la capacidad intelectual de su invitado. La respuesta fue sencilla por parte de Guillermo Morón: “Fui becado por la Fundación Humboldt”. Y finalizó diciendo que sencillamente aprendió hablar alemán como se aprenden todos los idiomas, estudiando todos los días y practicando con los amigos que había hecho en el país.

Guillermo Morón en 1949 se graduó de profesor de secundaria en el Instituto Pedagógico de Caracas y se fue durante un año a trabajar en Barquisimeto. Su madre, una maestra de escuela y escritora inteligente, cuando el terremoto del Tocuyo el 3 de agosto de 1950 vio que la situación se iba descomponer en el país y lo mandó a España a estudiar. Vivió, estudió y se graduó en España de Doctor en Historia en el campo de la filosofía de las letras, luego duró un año en el Reino Unido y después viajó a Alemania, donde estudió latín y griego.

“Por la libertad, Sancho, se puede y debe dar la vida”. Así respondía Guillermo Morón cada vez que le preguntaban por la libertad y la paz. Con las cosas de comer no se juega, “Venezuela es un país sorocho” Así se refería Guillermo Morón a la Venezuela de 1997. Sorocho: un fruto que no ha madurado completamente. Para la gran visión que tenía Guillermo Morón, esa condición de ser un país sorocho hacía imposible y trágico para las futuras generaciones cambiar los símbolos patrios, es decir, el Himno Nacional, la Bandera y el Escudo. “Con las cosas de comer no se juegan” era la frase que le decía su madre y que siempre, en las múltiples entrevistas que le hicieron, él recordaba. No cabe duda de que Guillermo Morón fue y será uno de los historiadores más importantes que ha tenido Venezuela, odiosamente olvidado porque Venezuela tiene filósofos de Twitter, escritores de Twitter, que no advierten del peligro, que recuerden personajes y sus pensamientos como la catadura de Guillermo Morón. Tengo que decir que es una tarea de todos los venezolanos; adentro y a fuera del país recordar, leer y estudiar a los realmente comandantes de la inteligencia —el olvido y la reconfiguración de la historia es algo muy habitual y muy conveniente para el régimen de Maduro—. ¿Cómo podemos avanzar sin leer ni conocer nuestra historia contemporánea? La vida es una operación que se realiza con el conocimiento del pasado.