Atravesar diversos valles en la vida muestra con fascinación que siempre se manifestarán temporadas de nuevos y mejores comienzos, en los cuales se pondrá en práctica aquello que se aprendió y se apuntarán grandes o pequeñas expectativas para lo que yace al frente. Dichas temporadas habilitan la permanencia temporal y hasta fugaz en espacios donde las penas, vergüenzas y desilusiones son quitadas, dando lugar a la renovación de mentes y corazones oportunamente. Supongo, por experiencia propia, que en tales estaciones la incomodidad es parte del proceso y soltar lo conocido suscita desafíos interesantes para recibir lo que se aproxima lentamente.
Ese lugar, donde es quitado todo peso y oprobio que se recarga sobre los hombros siempre será un entorno controlado, donde la soledad manifiesta su importancia en el autodescubrimiento y redireccionamiento personal. Parecería fortuito pero las amistades se encontrarán más ocupadas que nunca, los espacios de compartir se reducen considerablemente, y el espacio personal suele demandar mucha más atención. Se experimenta una extraña necesidad de soledad y se ansían abrazos particulares, estos últimos difíciles de describir.
Esconderse no es opción porque no habrá lugar cómodo, desocuparse no resulta beneficioso ya que estimula sobre pensar algunas cosas, y correr no soluciona nada porque en un determinado momento corresponde detenerse. Entonces, esos Guilgales son bastante absurdos ante lógicas racionales, pero muy necesarios en transiciones emocionales y espirituales. Lo que hasta el momento alcanzo a comprender es que requieren paciencia frente al espejo, amor por uno mismo al punto de obsequiarse el tiempo, las lecturas y conversaciones que verdaderamente sumen a la historia, anécdotas personales de crecimiento, y fortalezca a la relación consigo mismo que se esté alimentando.
El paso de los muchos y ahora cortos años, me enseña que cada día se requerirá más amor frente al espejo, no para adulación o aplauso perpetuo, como quien ignora las grietas de la taza donde bebe que provocan las manchas de sus atavíos. Al contrario, en plena identificación parcial de fisuras del carácter, donde el dominio propio inspira a caminar una milla extra y frenarse, unas cuadras antes de estar cerca del peligro latente, ante el cual se desfallece.
Sustraer incomodidad o negarse al proceso de afrontamiento dilata severamente la bendición que aguarda para ser esparcida como riego sobre las almas angustiadas al andar. Sin embargo, acelerar fingiendo entendimiento y seleccionando los avances que son menos exigentes energéticamente, acumula aquellos que no se reconocen como verdaderamente importantes, e implican ser concentrados para dosis únicas, mucho más demandantes a la hora de asimilar su contenido.
Como quien se da ánimo a sí misma, hoy me atrevo a animar, si es que mis palabras te son como bálsamo. Mi corazón expectante susurra al tuyo: ¡Solo es un Guilgal!, una breve transición que permite renovar equipaje y cambiar vestiduras para la siguiente estación. Serás purificado y la carga se aligerará, mientras te haces fuerte en su traslado.
@alelinssey20
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