Todo lo que contribuya al continuismo del presente, en especial lo que contribuya a legitimar el poder establecido, aleja de Venezuela la posibilidad de un futuro humano y digno para su población. Es como una relación de causa y efecto. Más continuismo, menos futuro de cambio para bien.
En la medida que el continuismo se va convirtiendo en futuro, ello profundiza todavía más el abismo en que se encuentra sumido el país, por causa de la hegemonía despótica, depredadora y corrupta que controla el poder, por sus patronos cubanos, y por sus satélites multicolor, que se disfrazan de opositores para perseguir sus intereses particulares, pecuniarios o no, y de los cuales se puede recordar la famosa conseja: con amigos así, no necesito enemigos… Pues bien, con opositores así, no necesito aliados…
No voy a entrar, de nuevo, en el supuesto debate sobre las no menos supuestas votaciones legislativas. Eso es el género de una especie más importante: el presente y el futuro. Con votaciones chimbas y diálogos chimbos no se afecta el presente: se le da tiempo a la hegemonía y por lo tanto se mantiene. No se trata de una opinión, son hechos demostrados hasta la saciedad. Quien dude puede preguntarle a Maduro, o mejor a Raúl Castro.
El tema de fondo es que el futuro posible que merece la nación venezolana –en realidad, cualquier nación– no es posible mientras los mandoneros sigan controlando el poder. No se trata de una controversia ideológica, o de una confrontación política, se trata de la dominación de una sociedad por parte de un tinglado de mafias y carteles, de la criminalidad organizada de proyección global.
Habilidosos para la propaganda y el reparto cupular, no hay duda. Habilidosos para victimizarse y suscitar la «comprensión» de personas e instituciones respetables, no hay duda. Habilidosos para manipular y para encontrar talones de Aquiles, por acá y por allá, tampoco hay duda. Habilidosos sobre todo por dos «logros»: divide y vencerás, por una parte; y depaupera e impera, por la otra. La cartilla castrista no puede ser más notoria.
Tenemos que reconocer estas cosas para poder unificar una estrategia que le dé viabilidad a una salida constitucional a la catástrofe. Si no se reconoce y comparte la veracidad de las premisas, lo que se alcance a elaborar no tendrá capacidad para encarar los desafíos.
Un futuro que se aleja, en términos de cambio efectivo y apertura democrática, en lo político, económico y social, es lo que hemos tenido. Un futuro que se acerque, en esos o similares términos, es lo que debemos tener. Con base en un acuerdo sustancial en lo interno para la transición, al apoyo humanitario y democrático en lo externo, al reclamo social de cambio, tal como lo consagra y exige la Constitución formalmente vigente, se puede abrir un camino que nos acerque a ese futuro.