Por María Margarita Galindo
Habiendo asistido a muchas de las defensas de tesis doctorales en el Instituto Pedagógico de Miranda, pude notar como una particularidad que la mayoría de los ponentes presentaba el conocimiento más actualizado en el área que correspondía y que era afín con su línea de investigación.
Quiero referirme a una de las tesistas, quien debió sortear muchas horas de carretera por la falta de combustible y por las “alcabalas” móviles para presentar su trabajo, titulado “Una aproximación teórica en torno al desarrollo profesional docente”. Desde mi perspectiva lo más ilustrativo era su lenguaje, muy sencillo pero capaz de atrapar hasta los más distraídos. Un lenguaje que en esencia cualquier tesista o profesional docente quisiera tener con el propósito de ser comprendido y no un charlatán académico, razón por la cual esta joven en su hablar nos demostraba que llegó a involucrarse con esa realidad que estudiaba desde el mismo momento en que eligió semejante esfera de investigación.
Escuchar esta investigación nos demostró que el desarrollo profesional docente comienza por escuchar las voces de los actores principales que no son más que nuestros docentes. Comprender sus necesidades humanas es pieza fundamental en este anhelado desarrollo. Como quien dice, el discurso escrito debe ser superado a través de la acción social, porque el docente no es un depositario de políticas públicas y de cada invento mal planificado que se le ocurra al gobierno de turno, y por ende, al pensar en las necesidades de cada docente, en sus saberes, en el manejo de emociones, resulta indispensable pensar en el profesional de la docencia como un ser humano y que es el actor principal del eje de desarrollo de un país, es decir, la educación.
En particular, la educación venezolana es una muestra de mirar al docente como el actor que ejecuta políticas públicas donde su voz es la menos escuchada. De hecho, el Ministerio del Poder Popular para la Educación llama a nuestros docentes a “congresos pedagógicos” en los que no hay libertad de temas, lo único que importa son los “programas”. Todos manos a la siembra, conucos o gallineros escolares, o cualquier otra inventiva presidencial.
Ante ello, ¿dónde quedan los docentes que no sienten afinidad con estos temas? ¿En qué proporción queda el hacer, ser y saber de las ciencias sociales y naturales? ¿Dónde quedan los espacios para el desarrollo de investigaciones, si y solo si el desarrollo de la educación venezolana es netamente docente? Es decir, ¿cómo puede atenderse la educación mientras tenemos aulas saturadas de estudiantes, infraestructuras cayéndose y con poca o ninguna calidad de servicios básicos como agua y electricidad, si es que existen en lo que nos queda de entorno social y educativo?
El desarrollo profesional docente comienza en el desarrollo del ser humano que representa cada docente, con necesidades, intereses, potencialidades, con emociones, con alegrías y tristezas, con ganas de dejar huellas para el desarrollo de la vida de nuestros estudiantes. Escuchar y atender a nuestros docentes es también escuchar las voces de nuestros niños y jóvenes que claman conocimiento actualizado y en libertad. Las políticas públicas educativas tienen que ser incubadas desde la realidad docente, de allí depende su éxito o su fracaso. La historia siempre nos dirá la verdad, y en el caso de Venezuela, tenemos un “Estado” que niega el desarrollo profesional docente.
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