Estas semanas la moda es hablar del reconocimiento de un Estado palestino, algún presidente europeo lo pone en su agenda para disimular la desgracia de su país en el que por ahora se puede comer jamón ; otros lo hacen por temor, el enemigo ya lo tienen adentro.
Uno mi voz por la creación de un Estado palestino pero de inmediato por favor. Un Estado al que los países árabes abran sus fronteras sobre todo Jordania, y Egipto, y que sus ciudadanos tengan la posibilidad de circular libremente por el medio oriente.
Un país, donde Naciones Unidas instale su oficina principal, en el que los palestinos que viven alrededor del mundo y han prometido volver, regresen a casa, que es lugar donde definitivamente se está más cómodo, un Estado en el que los túneles del terror sirvan para poner un tren de alta velocidad entre gaza y Egipto con otras conexiones. Los palestinos deben tener derechos a circular sin restricciones, con un pasaporte que se valore.
Ojo: En 1947 los palestinos tuvieron la primera oportunidad de constituirse como país, pero prefirieron la guerra, y han tenido en sus manos cinco ocasiones más pero las han rechazado.
Ahora bien, reconocer a un Estado palestino como consecuencia de un atentado terrorista, no es otra cosa que premiar la barbarie, y lo convertiría en un Estado fallido con infraestructura terrorista y desaparecería la Autoridad Palestina. Además, se envía una señal peligrosa al terrorismo.
Si por el contrario se busca un nuevo liderazgo con el apoyo de los países árabes, que por cierto han sido muy poco solidarios con la causa palestina, el resultado sería otro.
Un nuevo Estado implicaría para los palestinos tener que forjar su propio destino ya no llegarían las ayudas, desaparecerían los regalos de la UNRWA, y algunos chefs tendrían que buscar otros destinos para cocinar.
Si hay alguien al que le interese la creación de un país que se llame Palestina es a Israel; además, le conviene tener un vecino próspero con el que pueda haber intercambio comercial.
Un Estado nuevo tendrá que aceptar los parámetros de la justicia y los estándares internacionales, teniendo que promover educación y una cultura de la paz, obligándose al respeto del derecho a la vida y sobre todo a valorar a la mujer.
Anhelo por un Estado palestino que se parezca mucho a Israel en lo que a tolerancia se refiere, donde las costas de playas se llenan de colorido, bikinis, de alegría de música, de festivales y de apertura a los grupos tan castigados como los LGBT; donde se abran sinagogas, iglesias y templos budistas. Un país que tenga un ejército regular y que parte de sus comandos se unan a los cascos azules.
Mientras esto ocurre, inshallah, que sea pronto, los israelíes sometidos a los misiles que disparan los que pretenden gobernar a ese nuevo Estado se defienden y seguramente les retumban las palabras de Golda Meir: «Si tenemos que elegir entre estar muertos y dar lástima o estar vivos con mala fama, elegimos estar vivos y tener mala fama”, y agrego yo, porque esa mala fama es parte de una narrativa creada por muchos que ni siquiera creen en lo que dicen, pero que gracias a eso consiguen dividendos.
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