El mandatario colombiano ha decidido tomar partido ante las políticas emanadas del Banco de la República de su país que llevan como propósito contener la inflación que afecta al colectivo nacional. Para ello las tasas de interés han venido siendo modificadas hacia su alza. En efecto, para intentar controlar la subida de los precios el ente rector de la política monetaria ajustó de nuevo las tasas de interés, lo que produjo una airada reacción de Gustavo Petro. Desde antes del advenimiento de un nuevo gobierno ha sido un firme compromiso del Banco alcanzar la inflación objetivo de 3% a finales de 2024, pero los índices de los últimos 12 meses han sido tercos: subieron hasta 13,25% cuando hace un año la inflación era de 6,94%.

No solo el jefe del Estado responsabilizó al banco de una crisis generalizada del sistema financiero colombiano si las tasas se mantienen en los nuevos niveles, sino que incluyó en sus declaraciones el peligroso tema de la codicia bancaria. “Si en este año lo que ocurre en el sistema financiero es que queda preso de la codicia, que no se permite la posibilidad de bajar utilidades con respecto al pasado, bien podría la crisis económica mundial que nos llega a nuestro territorio provocar una crisis financiera”.

Petro estableció una relación directa entre las utilidades que la banca recogería como consecuencia de la subida de los tipos de interés y el desempleo que se generaría en el país y cómo este hecho ataría de manos al Ejecutivo en su política de restitución de tierras y de aliento al sector agrario nacional. “El Banco Agrario, por tanto, tiene que permitirnos que las familias y el campesinado pueda cultivar alimentos porque es parte de la política de una Colombia sin hambre», dijo el presidente cordobés. No le faltó al mandatario mencionar la relación que esto tendría con la obstaculización de la meta gubernamental de la Paz Total, el caballo de batalla y la gran apuesta del nuevo gobierno.

Por suerte, el Fondo Monetario Internacional acaba de hacer una radiografía del avance de la economía del país en la que pone los puntos sobre las íes sobre las medidas que serán imprescindibles poner en marcha para que Colombia mantenga un buen desempeño, como el que exhibió hasta 2022 desde la crisis mundial de la pandemia del COVID. Es conocido de todos cómo “el crecimiento del PIB en 2022 fue cercano a 8%, alcanzando una de las tasas más rápidas entre las economías emergentes”.

El informe que presentó hace unas dos semanas el FMI sobre el desempeño de la economía dentro de un contexto gubernamental “centrado en la equidad social y el cambio climático” contiene un pronóstico esperanzador, pero con un condicionamiento claro e inequívoco: siempre y cuando se mantenga una sindéresis y equilibrio adecuado sobre las variables que la componen.

Dice el Fondo que “las políticas monetaria y fiscal se están endureciendo adecuadamente, facilitando la transición hacia un crecimiento más sostenible e incluyente. La aprobación de la reforma tributaria del 2022, el prudente Plan Financiero para el 2023, la reafirmación de la meta de inflación y el asociado endurecimiento de la política monetaria son hechos especialmente destacables y coherentes con la implementación de políticas muy sólidas en Colombia. Asimismo, el informe comenta que “las políticas macroeconómicas deben seguir en una postura contractiva, priorizando el propósito de reducir de forma duradera la inflación y los desequilibrios externos”.

No es necesario subrayar lo peligroso de provocar dentro de la colectividad un rechazo a instituciones vitales como la banca, lo que puede traer consecuencias muy perniciosas para el país. El mandatario contribuye con ello a desarrollar un perverso ambiente de enfrentamiento entre la población marginada y el empresariado. El panorama internacional parece en este momento menos sombrío y lo que toca es mejorar la inclusión, fortalecer las iniciativas privadas y garantizar la transición hacia una economía mas diversificada.


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