OPINIÓN

Un déficit fiscal fue la causa fundamental que hizo estallar la Revolución francesa

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

Un pueblo no tiene sino

un enemigo peligroso, su gobierno

Antoine de Saint-Just

 

Había soñado con una república venerada

por el mundo entero. No podía creer que

Los hombres fuesen tan feroces y tan injustos.

Camille Desmoulins

Las finanzas públicas en Francia en los tiempos de la ilustración (Voltaire, Rousseau, Condorcet,) andaban muy mal, en especial después de haber financiado la corona francesa (el rey Luis XVI) la guerra de independencia norteamericana.  De acuerdo al extraordinario y copioso libro sobre la Revolución francesa, Ciudadanos de Simon Schama, la guerra de Sucesión de Austria de 1740 a 1748 y la guerra de los Siete Años de 1756 a 1763, el primero de estos conflictos desarrollado en tierra costó alrededor de 1.000 millones de libras, y el segundo que se realizó simultáneamente en tierra y en el mar, costó cerca de 1.800 millones. Esto es, ya hacia 1753 el capital del déficit alcanzaba 1.200 millones y los intereses anuales se colocaban en 85 millones de libras, esto es, 20% del ingreso fiscal del Reino de Francia.

Aumenta el déficit y la deuda

En 1788, la inexorable acumulación de intereses de la deuda nacional condujo al Reino de Francia a una severa crisis fiscal. De esta forma Jacques Necker[1] fue llamado al servicio real. Cuando fue destituido el 11 de julio de 1789, fue uno de los factores que provocaron el asalto a la Bastilla. En dos días, el rey y la asamblea llamaron a Necker de vuelta. Necker entró triunfante en Francia e intentó acelerar el proceso de reforma fiscal. Debido a la oposición de la Asamblea Constituyente dimitió en septiembre de 1790, luego de una reacción de indiferencia generalizada. 

El agotamiento fiscal informado con carácter urgente por Calonne a Luis XVI en 1786 y que fue el detonante que desencadenó la Revolución francesa, se atribuyó no al financiamiento de Jacques Necker en tiempos de guerra por un monto de 530 millones de libras, sino a los préstamos de tiempos de paz de sus sucesores y al abandono de sus economías que él había implantado.

Llegan los asignados como dinero impreso

Ahora bien, el 17 de junio de 1789, la Asamblea Nacional había declarado ilegales los impuestos del “Antiguo Régimen” asegurando que los acreedores del Estado que no serían expoliados. Desde ese entonces, ¿cómo serían financiados los gastos del Estado y el servicio de su deuda? Se comienza, por “poner los bienes del clero a la disposición de la nación” (2 de noviembre). Debido a que no podían venderse sino muy lentamente, surgió la idea de emitir unos asignados respaldados sobre los bienes nacionalizados. El 17 de abril de 1790, seguido de un debate muy animado, fueron convertidos en papel moneda de circulación obligatoria. Los peligros de su emisión habían sido comprendidos y avizorados por diputados como Dupont de Nemours quien no los aprobó. Pero la fracción izquierdista de la Asamblea, a la cabeza de Mirabeau creía que los asignados servirían para reducir la deuda pública, y que su empleo no duraría mucho. Así se realizó una emisión de 400 millones de libras.

En realidad, los asignados sirvieron para financiar el déficit corriente del Estado. Como éste era continuo, se votaron nuevas emisiones de papel moneda. El resultado de este proceso fue que las monedas metálicas desaparecieron de la circulación y fueron reemplazadas por la circulación de asignados.  Inexorablemente, el valor de los asignados se redujo. En 1792, había en promedio perdido 30% de su valor. Se había generado un alza general de precios. Efectivamente, los vendedores no tenían interés alguno en recibir los asignados como medio de pago.

El 21 de septiembre de 1792, cuando la Convención proclamó la República, ya el asignado ha perdido 50% de su valor y las penurias crecen en la población. Bajo la presión de los “rabiosos” la Convención confiere a los departamentos, el 4 de mayo de 1793, la autoridad para fijar los precios máximos. Este es el primer precio máximo con terribles consecuencias… En el transcurso del siguiente verano, es votada la Ley sobre el acaparamiento. Se promete el patíbulo a los culpables de “crímenes económicos”.  La hambruna se intensifica exasperando a las masas de “sans culottes[2]”. Bajo su amenaza la Convención finaliza por votar el 11 de septiembre el máximo general fijando los precios de los granos, los forrajes, y todas las mercancías reputadas de primera necesidad. Hasta los salarios son fijados.

Pero la crisis alimentaria continua, el Comité de Salud Pública termina por atribuirse todos los poderes económicos. Inclusive hasta el comercio con el extranjero es de ahora en adelante dirigido por el Estado. De seguida el 23 de julio es publicada una tarifa de salarios en la capital, algo que hace perder lo que quedaba de sostén popular. Días después, caen Robespierre y Saint-Just. Los asignados, de los cuales la circulación era entonces de 6.400 millones de libras, habían perdido un tercio de su valor nominal. Los precios máximos no fueron abolidos sino hasta el 24 de diciembre y la imprenta de asignados destruida el 18 de febrero de 1796. En esta fecha los asignados no valían más que el papel sobre el cual estaban impresos.

Las ventas de bienes nacionales habían comenzado al mismo tiempo que las primeras emisiones de asignados. Se trataba de activos pagados con créditos con 12 años de plazo al 5% de interés acordados a 80% de sus precios.  Si tenemos en cuenta a la inflación soportada, los adquirentes de bienes nacionales pagaron su adquisición con una pequeña fracción de su valor real, lo que originó una formidable, y aleatoria redistribución de la riqueza.

Bibliografía

FURET, François : La Révolution (T.I), Paris, Hachette, 1988. 

SCHAMA, Simon: Ciudadanos, crónica de la Revolución francesa, Buenos Aires, Javier Vergara Editor S.A., 1990.

AFTALION, Florin : entrada «Assignats et Révolution» en Dictionnaire du libéralisme, Paris, Larousse, 2012.


[1] Necker simbolizaba en su situación de extranjero un doble encanto: no podía achacársele los males que afligían a la Francia católica, y por otra parte se pensaba que poseía las virtudes que se le atribuían al capitalismo protestante, que no eran otros sino la probidad, la frugalidad y el crédito solvente. Pero también a causa de su condición de extraño tenía vínculos muy valiosos con el mercado internacional de préstamos, al que cada vez más se le veía como una disyuntiva que permitía evitar la extorsión  de las “gens de finance”.

[2] Los sans-culottes eran los trabajadores, pequeños comerciantes y artesanos que participaron en la Revolución francesa. El término «sans-culottes» significa «sin calzones» en francés.

Los sans-culottes fueron un grupo radical de la clase baja que no pertenecía a la aristocracia, la burguesía o la familia real. Su ideología se basaba en la redistribución de la propiedad, la política social y la descristianización de Francia.