Pediríamos a una buena parte de nuestro liderazgo algo muy sencillo, en lugar de una lectura rápida del Comunicado de la CEV, sentarse, cerrar puertas, abrir los oídos, el cerebro, el corazón y disponerse a leer y entender el contenido y finalidad de este trascendental documento. Parar los improperios, descalificaciones, ofensas inútiles y buscar el real sentido de esta propuesta de nuestra iglesia.
La iglesia en este texto se erige como lo que es, una potencia moral. Comienza por reconocer la dimensión de nuestra crisis, sus estragos y a la vez hace un reconocimiento de un aspecto clave, algo que buena parte del liderazgo no reconoce: es cierta la magnitud de la crisis, pero también es cierta la inmensa vocación democrática de nuestro pueblo, ambos procesos se exaltan por sí mismos, una crisis desgarradora en una sociedad que ha superado la fe irracional en las soluciones socialistas, en medio de la miseria y la violencia.
Este es el mejor punto de partida, supone que la solución no es aquella, fácil de esperar, la salvación por vías extrañas de una invasión o apertura a la penetración de fuerzas ajenas que vengan a imponer el orden.
De seguidas en el comunicado se reconocen las trampas y ardides del régimen para intentar controlar un evento electoral que les entregue fácilmente el control del Poder Legislativo, el único que les falta para terminar de avasallar el país: “Somos conscientes de las irregularidades que se han cometido hasta ahora en el proceso de convocatoria y preparación de este evento electoral: desde la designación de los directivos del Consejo Nacional Electoral, la confiscación de algunos partidos políticos, inhabilitación de candidatos, amenazas, persecuciones y encarcelamiento de algunos dirigentes políticos, el cambio del número de diputados y de circunscripciones electorales. Resulta inmoral cualquier maniobra que obstaculice la solución política y social de los verdaderos problemas presentes en el país”. Recalcan este hecho para que se sepa que no están ciegos y sordos y que saben perfectamente a quién enfrentamos, un régimen ilegítimo, tramposo y criminal.
Luego lanzan su argumento más contundente: llamar a la abstención es una posición heroica vacía, es aniquilar la fuerza que un pueblo podría ejercer en las peores condiciones, convertir la participación electoral en una demostración inobjetable de rechazo a la cruel dictadura que nos oprime. En lugar de una simple y bobalicona llamada a la abstención, una lucha feroz por cambiar las condiciones que ha impuesto el régimen, denunciar hasta el cansancio lo que significa ir a elecciones con presos políticos, partidos robados, con un registro electoral irregular, un CNE parcializado e írrito. Denunciar por todos los frentes esta irregularidad, clavetearla en el cráneo de la gente, pero a la vez participar mostrando la magnitud del rechazo. Las elecciones no son en esta oportunidad un momento solo para elegir representación, es una apertura para crear la unidad y mostrar la fuerza de los que rechazan al gobierno. Sería como la primera batalla de una guerra que puede ser larga o corta dependiendo de nosotros “el llamado a la abstención lleva a la inmovilización, al abandono de la acción política y renunciar a mostrar las propias fuerzas”. Evidentemente la Conferencia Episcopal planteó, limpiamente y sin temores a las reacciones, lo que una buena parte del liderazgo debe llevar por dentro como gran duda existencial.
Es bueno darse a la tarea de revisar los argumentos pro-abstención y se verá que son redundantes, simples, apolíticos y no pasan de más de tres: 1. El origen es ilegítimo 2. No es la solución porque harán trampas como le hicieron a Andrés Velásquez 3. Se legitima la dictadura.
Todo esto es cierto, pero qué tal si dejamos los egos, las ambiciones particulares y las niñerías y pensamos del otro lado: ¿cómo va a manejar el madurismo 8 millones de votos negativos contra el millón forzado que pueda lograr contra viento y marea? Tampoco es una verdad que la hora de votar ya pasó, votar es participar, mostrar la cara, cualesquiera sean las circunstancias.
Participar sería desde otro punto de vista hacer visible la mayoría, un Everest heroico de gente que ha aprendido que tiene que hacerse presente en cada batalla por insignificante que sea y esta precisamente es todo lo contrario. Invisibilizarnos es precisamente lo que ellos pretenden.
Algunos comunicadores han calificado de incoherente el comunicado, yo creo que no lo han leído como debe ser. El camino está claro, en medio de una miserable dictadura, han hecho todas las trampas posibles para asegurar el triunfo y por tanto hay que dar la batalla, no quedándonos en nuestros chinchorros sino saliendo a hacer lo que sabemos. Votar es crear la más poderosa arma para derribar la dictadura. Concluyo como debe ser: “Que el Señor y la Virgen de Coromoto bendiga a nuestro pueblo y les conceda discernimiento a nuestros dirigentes sociales y políticos ante los graves retos que enfrenta hoy la patria”.