La Conferencia Episcopal Venezolana emitió, el 11 de agosto de 2020, un firme, valiente y sereno comunicado en el cual desarrolla cuatro ideas fundamentales: analiza la compleja situación política, social y económica que enfrenta nuestro pueblo, agravada por la emergencia del COVID-19, el deterioro del sistema sanitario y el colapso de los servicios públicos. Descarta cualquier salida fuera de la institucionalidad constitucional y considera necesario celebrar elecciones libres, imparciales y justas. Denuncia las irregularidades cometidas en el proceso de convocatoria y preparación de las elecciones de diciembre de este año, tales como la designación de los directivos del Consejo Nacional Electoral, la confiscación de algunos partidos, inhabilitación de candidatos, amenazas, persecuciones y encarcelamiento de algunos dirigentes políticos, el cambio del número de diputados y de circunscripciones electorales, pero cree posible que, a pesar de estas irregularidades, la participación masiva del pueblo puede vencer los intentos totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno. Por último, rechaza la abstención en las elecciones parlamentarias por considerar que conduce a abandonar la acción política y no permite mostrar la fuerza de la oposición.
Naturalmente, un comunicado de esa trascendencia trajo de inmediato, fuertes críticas. María Corina Machado planteó que “claudicar no es una opción ni ciudadana ni cristiana”. No comparto esa opinión. El comunicado es un análisis exclusivamente político, no una invitación a claudicar y de ninguna manera compromete los principios sustentados por la Iglesia Católica. En efecto, esos principios son ratificados al final de dicho documento: “el momento actual exige la participación plena y libre de todos los partidos y movimientos políticos, junto con el compromiso ineludible de las autoridades y los dirigentes de los mismos, de dejar a un lado sus propios intereses para promover el bien común y el servicio a todo el pueblo venezolano. Nos mueve la fe en Dios, en los valores trascendentes y el amor al pueblo, los únicos que conducen a la paz y a la convivencia fraterna de todos”. Además, creo que el debate sobre el comunicado debe centrarse en discutir aspectos de orden político y no de fe religiosa. Otros críticos han considerado que el comunicado es contradictorio por señalar las irregularidades cometidas en el proceso de convocatoria y preparación de las elecciones y al mismo tiempo invitar a votar. Esta observación es injusta. Se invita a votar porque es posible derrotar electoralmente a la dictadura
El comunicado de la Conferencia Episcopal exalta la gran vocación democrática del venezolano y su tendencia a aceptar “la vía electoral como la manera pacífica y racional de establecer una ruta política consensuada e inclusiva para resolver los ingentes problemas que le afectan; esta convicción nos lleva a descartar cualquier salida fuera de la institucionalidad constitucional”. Durante mucho tiempo amplios sectores políticos y sociales abrigaron la esperanza de posibles salidas de fuerza. En primer lugar, de carácter nacional, basada en nuestra tradición histórica de intervención de la Fuerza Armada Nacional en la solución de las grandes crisis políticas. El adoctrinamiento político y la cruel represión en contra de los cuadros militares y sus familiares anularon esa posibilidad. En segundo lugar, de carácter internacional, la cual tomó fuerza después de la juramentación de Juan Guaidó como presidente provisional con el reconocimiento de más de sesenta gobiernos democráticos y el desconocimiento de la legitimidad de Nicolás Maduro. La realidad es que ambas posibilidades se desvanecieron en el tiempo y se ha privilegiado, tanto nacional como internacionalmente, una salida pacífica de la crisis.
El aspecto más polémico del comunicado de la Conferencia Episcopal es su invitación a votar en contraposición a la tendencia abstencionista. Sin embargo, en él se reconoce que no existen suficientes condiciones para la realización de unas elecciones parlamentarias democráticas y competitivas, pero se rechaza la abstención por considerar que puede “hacer crecer la fractura político-social en el país y la desesperanza ante el futuro. Esta decisión priva a los venezolanos del instrumento válido para defender sus derechos en la Asamblea Nacional”… “Algo semejante pasó en diciembre de 2005, y no tuvo ningún resultado positivo”. Creo que analizar lo ocurrido en las elecciones de los años 2005 y 2015 puede clarificar las razones por las cuales el Episcopado consideró prudente sugerir la conveniencia de votar. En las elecciones del año 2005 la oposición decidió abstenerse. El madurismo obtuvo la totalidad de los curules. A partir de ese momento, el oficialismo controló todos los poderes públicos, que empezaron a ser dirigidos por el Ejecutivo. Justamente, ese control del Tribunal Supremo de Justicia permitió debilitar el triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias del año 2015.
En esas elecciones, la oposición decidió ir a votar. Se estableció una tarjeta única y planchas integradas mediante un acuerdo entre los partidos de oposición. En ese momento, el rechazo popular a Nicolás Maduro era de 55 %. El Consejo Nacional Electoral estaba totalmente controlado por el oficialismo. El triunfo opositor fue arrollador. Se obtuvo las 2/3 partes de la Asamblea Nacional. Actualmente el rechazo popular supera el 80%. El Consejo Nacional Electoral es controlado por el oficialismo, pero existen 2 rectores de la oposición. La estrategia del madurismo ha sido dividir a la oposición y fortalecer el abstencionismo. Es la única manera, en medio de tan abrumador rechazo, que puede ganar dichas elecciones. Un triunfo del oficialismo en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre influirá, de manera determinante, en la moral y voluntad de lucha de la oposición con muy graves consecuencias para la democracia y la libertad en Venezuela. No dudo que una reflexión similar influyó en el criterio de la Conferencia Episcopal para decidir enviar tan trascendente mensaje a los venezolanos.