OPINIÓN

Un centímetro superior

por Salvatore Giardullo Russo Salvatore Giardullo Russo

La esencia del ser humano es pensar, analizar y solventar problemas. Eso es la inteligencia, la capacidad que tenemos hombres y mujeres en solucionar dilemas, enigmas y dudas, buscar las mejores vías para salvar obstáculos y renovar el presente y proyectarnos en el futuro. No obstante, cada persona, sin importar su género, tiene su forma de razonar, de entender su realidad e inclinarse hacia una verdad determinada.

Sin embargo, a pesar de que unos ostentan formación académica y piensan que un título universitario es un termómetro de la inteligencia, se equivocan y con más frecuencia de lo que creemos. Entonces se aferran a una perversa ideología, que tiene sus bases en la arrogancia, en el desprecio, en la soberbia y en la altanería, para justificar un modo de actuar, solo para humillar a sus congéneres y así, sentirse un centímetro superior, pero un metro por debajo del desprecio público, intentan recorrer un camino, que los lleva inexorablemente hacia el error.

Pero el destino da giros inesperados y en el mundo se da una situación como la actual, donde una pandemia es la que nos está indicando el camino, que a pesar del costo humano que viene dejando desde hace varios meses, ha logrado unificar la manera de ver las cosas, alcanzando que le demos el justo valor, no solo en el aspecto material, sino a aquellos que con su dedicación, esfuerzo y riesgo están al frente, para combatir el coronavirus y a la vez asistir a todos los seres humanos infectados por tal infame enfermedad.

Un médico, una enfermera, un camillero, una camarera, un paramédico, un bombero, un policía, han sido profesionales mal pagados y menospreciados por este falso gobierno socialista, donde han valorado más la picardía, la corrupción y el robo, que aquellos que con poco dan mucho, porque lo único que les importa es ayudar, muchas veces sin recibir ni un agradecimiento a cambio.  Ya el difunto lo decía en sus interminables discursos, que se dedicaba a discriminar a todos aquellos que profesaran una religión definida, una opinión o postura, una ideología, una cultura determinada, un sistema económico de alguna nación, una capacidad señalada o un estado de salud, nadie se salvaba de su burla y crítica insana, que nacía de su retorcida concepción de la realidad, dividiendo el país en dos, atizando el odio entre hermanos venezolanos.

Ahora, siguiendo la estela del comandante eterno, estos revolucionarios que ostentan formación académica en irreverencia, con una especialidad en descaro y desfachatez, se creen poseedores de la verdad absoluta, destacando en su verborrea izquierdista que su forma de entender la realidad venezolana fue, es y será la única manera de conducir el destino de Venezuela. Pero lo que están obviando es que el ciudadano de a pie está cansado. Entre sus mismas filas están deseando que esta pesadilla acabe de una vez, porque de verdad, desde 1998, la situación ha empeorado de tal forma que ya lo que se quieren son soluciones, vengan de donde vengan.

No obstante, estos apóstoles bolivarianos siguen manteniendo su visión limitada de la verdad, auspiciada por una manera sectaria de apreciar la realidad, resguardándose en una ideología que beneficia a una cúpula a costa del hambre de toda una nación. Es el estilo de vender un movimiento revolucionario, socialista, bolivariano, chavista y antiimperialista, con la única finalidad de disfrutar el poder, sin respetar los preceptos básicos de democracia, aunado ahora con una solicitud de búsqueda y captura. Y es que el país más hermoso del planeta no es solo reconocido por sus bellezas naturales, sus riquezas minerales y hermosas mujeres; la guinda que decora el pastel viene representade por un gobierno forajido, que tiene un valor a precio de mercado de unos 150 millones de dólares, por la cabeza de los personeros más importantes del Partido Socialista Unido de Venezuela.

A pesar de que tratan de mostrar coraje y valentía ante la situación, a más de uno se le ha aguado el guarapo, donde los esfínteres ya no se controlan, silbando en la oscuridad para espantar el culillo revolucionario, agrediendo y encarcelando a todo aquel que ose hablar mal de esa camarilla, que asaltó el poder y engañó a toda una nación, porque su única y exclusiva finalidad era robar hasta vaciar las arcas, pero a la vez engañando a muchos venezolanos vendiéndole una redención que jamás llegó.

No hay que ser muy eruditos en economía, solo con verlos en su andar diario, no pueden justificar el nivel de vida que ostentan, pero ¡ay de aquel que ose levantar su voz para reclamar!, porque le cae todo el peso de esa maquinaria parcializada que llaman sistema de justicia.

Ahora, frente las costas venezolanas no están la Pinta, la Niña y la Santa María, sino la flota del país más poderoso del mundo, donde en menos de 5 minutos, sus aviones estarían sobrevolando el suelo venezolano y un comando especial, podrían extraer cualquier personero solicitado por narcoterrorismo, sin que se dieran cuenta.

Pero el gobierno sigue jodiendo, sembrando mentiras, para generar miedo y desconfianza. Enarbolando la bandera de un supuesto nacionalismo, pero le han vendido al país a los cubanos, rusos, bielorrusos y chinos, que se pasean por la ciudad muchos de ellos con uniforme militar. Utilizando todos los medios de comunicación a su alcance, han generado una matriz de engaño, ajustando sus mentiras a los deseos de los más vulnerables, que son presa fácil para la demagogia y depositarios de la eterna esperanza.

Ya no hay valores democráticos en el país, solo un afán descontrolado de poder, ya todo es fanatismo, donde es obligación creer sin analizar, imposibilitados de hablar mal de comandante eterno y menos de su sucesor, donde lo que vale es creer sin preguntar y muchos menos criticar, solo aplaudir y adorar, ejecutando las órdenes más aviesas, torcidas e ilegales si vienen del mandamás, del caudillo, del jefe, del comandante, solo se obedece, no se reflexiona.

Mientras tanto el país está azotado por una segunda pandemia, puesto que la primera tiene 20 años golpeando a la nación, donde un idiota trata de conducirla, indefectiblemente hacia el abismo, en virtud que su incapacidad ya raya en la locura. Porque se ha dedicado en los últimos años, en ventilar a diestra y siniestra, órdenes de aprehensión a la libertad, al disentimiento y al libre albedrío, convirtiendo a todo un país, en una sociedad de sueños rotos, aderezado con violencia e intolerancia, porque los comunistas comulgan con el evangelio del odio, la exclusión, la guerra y la destrucción.

Por esta razón, el gran enemigo de la democracia venezolana es la militarización del pensamiento político, donde los civiles están subordinados al poder militar, auspiciando la filosofía de la ignorancia, convirtiendo la vida de todos, en un azar de sobrevivencia y casualidades itinerantes. Sin embargo, ya su cuento socialista/comunista no da para más, culpando a otros de sus errores y así justificar su incompetencia. Con lo expresado anteriormente, podremos salir de esta situación, cuando los venezolanos paren en su búsqueda frenética en el encuentro de la utopía del redentor, del mesías, aferrándose al demagogo de turno, evitando que sus mentiras suenen a verdades, así y solo así lograremos salir del paradigma del pobre país rico, para construir una nación basada en el esfuerzo, en la dedicación, en el sacrificio, en el respeto y por sobre todo, luchar para construir las verdaderas bases de una nación democrática, para que la titularidad recaiga en el pueblo, donde nace el poder originario.