La providencia histórica, y nuestra Constitución, nos ofrece nuevamente la oportunidad de derrotar con votos a la mafia corrupta que usurpa el poder en Venezuela. Lo que está establecido como mandato constitucional es que este año se convoque la elección de alcaldes y gobernadores. Es la ocasión para construir la fuerza popular electoral más poderosa que jamás se haya visto en nuestro país. Se trata de un nuevo escenario de lucha que nos permitirá ejercer uno de los más importantes privilegios que nos da la carta magna: el voto.
Hasta ahora, todos los caminos que se han ensayado en Venezuela para rescatar la democracia, para acabar con la tragedia del madurismo corrupto, han fallado. Ninguno de esos esfuerzos le ha reportado al país soluciones ni mejorías; por el contrario, a causa de los errores estratégicos y del sectarismo, lo que se ha intentado solo ha servido para consolidar la usurpación criminal en el poder, disminuir la fuerza ciudadana, desmovilizar a la población y agravar nuestra situación económica y social. La impericia en el manejo del reto histórico que tenemos y los errores cometidos en la consolidación de las fuerzas democráticas, impidieron reunir el impulso ciudadano necesario para convertir el dolor, el rechazo y el descontento en los votos requeridos para desalojar del poder a los usurpadores.
Ahora tenemos de nuevo la oportunidad de enmendar esos errores. Toda la experiencia nos deja duras lecciones que nos indican que debemos superar mitos y desechar paradigmas. Volver la mirada a lo esencial, a lo humano, a lo que está a nuestro alcance, a lo jurídico y a lo institucional. Si está en la Constitución, podemos usarlo y es nuestro deber hacerlo.
Votar es un privilegio maravilloso que tenemos todos nosotros. Es una potestad ciudadana que posee un poder enorme, que nos transfiere la capacidad de decidir quién gobierna, y retirarle nuestro apoyo a quien gobierna mal, al corrupto y a quien traiciona sus deberes y al pueblo.
Votar es un acto de rebeldía, pero sin violencia. No pone en peligro nuestras vidas y, utilizado con firmeza y sabiduría ciudadana, con la certeza de que es el mejor mecanismo existente para expresar nuestra opinión, puede convertirse en una amenaza real para quienes abusan del poder y traicionan al ciudadano.
Los usurpadores de la mafia madurista no quieren que participemos en elecciones. Les atemoriza mucho que salgamos a votar, porque saben que ya no tienen el respaldo de un pueblo que ahora se siente engañado y traicionado. Ya ese pueblo, que alguna vez puso sus esperanzas en la revolución, se dio cuenta de que de eso ya no queda nada, y que quienes ahora detentan el poder no son más que charlatanes que usan esas banderas para robar lo que es de todos y engañarnos.
Quienes tienen votos, no necesitan fusiles. Quienes tienen un pueblo decidido a votar, no necesitan ejércitos invasores. Quienes tienen ciudadanos organizados para votar y conscientes de su deber democrático, no necesitan soldados insurrectos que incendien calles y pongan en peligro la vida de la gente. Si tienes votos, tienes la más grande de todas las fuerzas ciudadanas. Esa es la fuerza que pone y que quita gobiernos, y convierte al pueblo en el protagonista de su propia transformación, en el constructor de su merecida libertad.
Vamos a vencer a estos traidores que se adueñan con mentiras y amenazas del poder, pero hagámoslo con votos. Tenemos en nuestras manos la más grande de todas las fuerzas democráticas y constitucionales. El voto es invencible si lo utilizamos con determinación, con organización, sin mezquindad, sin sectarismo. El objetivo es sacarlos del poder. Nada puede ser más importante que eso. Y podemos lograrlo nosotros, los ciudadanos, la gente, el pueblo.
¿Queremos un cambio? Lograrlo es posible. Todo depende de nuestra determinación.