Mientras el mundo entero está al borde del precipicio por la brutal invasión del gobierno ruso a su vecina Ucrania, la tragedia impulsa gestos de humanidad definitivamente conmovedores.
El horror de los ataques ha desplazado hasta el momento a más de 5 millones y medio de ucranianos de sus hogares, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. De ellos, más de 3 millones han escapado a través de la frontera con Polonia.
La mayoría de los desplazados son mujeres, niños y personas mayores. A los hombres entre 18 y 60 años de edad no se les deja salir del país, deben quedarse peleando. A esto se agrega la terrible realidad de que los adultos mayores no tienen la fuerza para enfrentar el accidentado trayecto y se quedan atrás.
El periodista Manuel Ortiz, de Ethnic Media Services y Península 360 Press, reporta cómo es la odisea de un desplazado. “Viajan 30 horas en tren, porque no es seguro manejar”, dice. También llegan en bus, el frío es extremo y la parte final del trayecto lo deben hacer a pie, llevando a cuestas un pesado equipaje con las escasas pertenencias personales que lograron salvar. Muchos no lograron salvar sus documentos personales.
“La fila para sellar los documentos puede tomar 3 o 4 horas”, agrega. Y revela que este éxodo no está organizado por el gobierno ucraniano. “Es la misma gente la que lo está haciendo, con la ayuda de algunas organizaciones no gubernamentales”.
Sin embargo, la otra cara de la moneda en ese horror es la profunda generosidad del pueblo polaco, que ha recibido con los brazos abiertos un río humano de proporciones no vistas desde la Segunda Guerra Mundial.
Todas las casas polacas se han abierto a los refugiados, con donaciones de camas por parte del gobierno y otras organizaciones para poder acogerlos.
También se les está recibiendo en centros educativos y deportivos. Los hoteles han dedicado sus habitaciones a acogerlos y sus cocinas a preparar alimento para ellos.
La educación es segura y gratuita para los niños ucranianos, quienes además son incluidos en la práctica del deportes, como una manera de ayudarlos a manejar el trauma y la incertidumbre de haber dejado familiares del otro lado de la frontera, expuestos a la violencia bélica.
Los pequeños incluso reciben una subvención para alimentos de 120 euros al mes, la misma que les dan a los niños polacos. Ya se reportan más de 50.000 menores ucranianos formalmente inscritos en escuelas.
Por si esto fuera poco, los adultos consiguen permiso para trabajar y así ganarse un sustento, tras haberlo perdido todo. Además tienen acceso gratuito a la salud y el transporte. Hasta se están entregando pequeños aportes iniciales para los emprendedores.
Son pueblos hermanos, con diferencias culturales y étnicas; pero muy conscientes de una condición humana, que los une.
El pueblo polaco fue brutalmente atropellado durante la Segunda Guerra Mundial, y su población judía diezmada. Conocen en carne propia lo que es ser blanco de bombardeos, en lo que ha sido el episodio más negro –hasta ahora- de la historia universal y que está demasiado cerca para que no los estremezca.
Pero esto también ha tenido un precio para Polonia. Vladimir Putin, indignado por este gesto de humanidad, ha cortado el suministro de gas ruso a los polacos, como una retaliación ante su apoyo a Ucrania.
La Unión Europea respondió que esta decisión es un “chantaje injustificable» y anunció que tomará medidas “coordinadas”. La medida también procedió contra Bulgaria y amenazan con extenderla a otras naciones del continente que dependen del suministro de gas ruso.
Aunque el Kremlin ha negado que este corte se trate de una sanción relativa a la guerra, las costuras son demasiado evidentes. Se alega un supuesto nuevo sistema de pago que no ha sido aceptado por los países que son clientes. Por cierto, este es otro ejemplo de por qué no es recomendable que los gobiernos sean dueños y señores de todo.
Polonia espera ahora la ayuda del mundo. Han entregado generosidad a manos llenas a quienes han acogido; pero la emergencia es sencillamente desproporcionada.
Y como toda crisis migratoria, tendrá su lado positivo. Se espera que un número importante de ucranianos prosiga hacia un tercer país, como muchos ya lo están haciendo. Otros regresarán a su tierra una vez terminada la guerra. Sin embrago, hay un estimado de que al menos un millón y medio de refugiados se establecerán definitivamente en Polonia, reforzando el mercado laboral.
El admirable pueblo polaco, que acaba de celebrar un nuevo aniversario de su Constitución, está ofreciendo un ejemplo de humanidad y generosidad al mundo entero. Esperemos que podamos superar esta adversidad saliendo mejores de lo que hoy somos al final de ella.