Todo es posible, no sería la primera vez que la humanidad decidiera suicidarse, pero en el corto y mediano plazo no veo probable una confrontación directa entre China y Estados Unidos, por la sencilla razón de que por ahora y en las próximas dos décadas Estados Unidos pudiera perder su primacía de potencia mundial. Además, en los actuales escenarios políticos norteamericanos da la impresión de no existir una voluntad política de confrontación definitiva, nivel nuclear, ni con China ni con Rusia ni con ninguna otra potencia. Al contrario, mi percepción es el desarrollo de algo parecido a la Guerra Fría en el siglo pasado, que terminó siendo lo que se llamó la coexistencia pacífica o equilibrio del terror.
Una guerra nuclear general nadie la gana y toda la humanidad pierde.
Lo que se visualiza es el desarrollo de un nuevo orden mundial con una primacía de los Estados Unidos y el desafío chino en desarrollo, tanto en el campo económico como en el tecnocientífico y militar.
El mundo bipolar del siglo XX termina con el colapso de la Unión Soviética en 1990, y después de un breve período hegemónico norteamericano, que Francis Fukuyama identificó como el fin de la historia, se pasó rápidamente a un mundo multipolar de viejas y nuevas potencias, en particular por la existencia de los países con poder nuclear y aspirantes a tenerlo.
La geopolítica mundial, o lo que tradicionalmente se ha llamado las relaciones internacionales, siempre está en movimiento y en función de ello en la actual coyuntura de acomodos y reacomodos se están redefiniendo las relaciones globales en todo sentido, a partir de realidades regionales y nacionales.
El futuro va a estar marcado, como siempre lo ha sido en el pasado, por este juego de tronos en donde la economía, la tecnociencia y el poder militar hacen la diferencia.
Si el siglo XX fue el siglo del fin de las utopías, el siglo XXI se nos está presentando con escenarios y perspectivas cada vez más distópicas.