Si el Demonio existiera, se nos estaría permitido afirmar que el dictador de ultimomundano es su excremento. Pero, quienes representan a la Humanidad están allí, mirándolo cometer atrocidades y convocándolo para luego nada reprocharle: administra tesoros ajenos y corrompe, forma parte de la membresía en la diplomafia transnacional que inescrupulosamente santifica crímenes de lesa humanidad.
Ríe cuando se le impreca por ser irresponsable frente a la Humanidad: su bonanza de ilícita e innoble procedencia es su sepultura y, por ello, no ve ni escucha a quienes sin tribunales aliados le reprochan.
El dictador de ultimomundano es, fundamentalmente, mitómano [vocablo que viene del Fr. «mythomane»; se dice de un sujeto propenso a fabular sobre los hechos y pretende convertir en leyenda a su distorsionada personalidad]. Hay mucho de pueril en el comportamiento de este arquetipo, a mi juicio no humano. De ese «reptilsaurio» capaz de llevar al extermino [mediante la praxis del crimen selectivo o genocidio, en su variedad de facetas] a una o más personas sin experimentar remordimiento o culpa: el mundo habría nacido a expensas de su conciencia, fue y es aquí a causa de su nociva presencia que califica como una bendición.
No corresponde a fenomenologías por cuanto, aun siendo lesivo con intencionalidad, carece de idealismo. La exigua conciencia que ostenta no obra conforme a la Ciencia Fenomenológica, que exige nos abstengamos de formular excediéndonos: tras deducir a partir de las demarcaciones de la experiencia sobre las cosas que nos rodean (1). Abunda en conductas infantiles porque la prosopopeya lo ofusca, lo desubica aun ejerciendo poder sobre una nación de «estupicacas» y absorta que le mendiga bienaventuranzas a su [¿dignatario?] verdugo.
Este «tyrannus» es, hegelianamente, el sujeto-objeto no universal de su propia y mediocre conciencia: que ninguna sensibilidad exhibe hacia lo que le circunda y que es víctima de su irresponsabilidad. Estos individuos suelen conectarse con el vulgo irracionalmente: con expresiones vacías que parecen, en ocasiones, aullidos y otras veces gritos repetitivos de felino que retumban en la inmensidad plagada de ignorancia.
Hegel, también idealista, escribió respecto a la certeza: «La fuerza de la verdad reside ahora, pues, en el Yo, en la inmediatez de mi vista, de mi oído, etc. […] El Yo sólo es Universal» (2). Sostengo que cuando un hombre superior procede proyectándose hacia y con la universalidad, se transforma en estadista. Si lo mueve el instinto de agredir o intimidar presumiendo que de esa forma asegura su permanencia, si muestra fauces y no talentos cuando actúa frente a los demás, si persiste en el impulso primitivo de sofocar para encima del moribundo imponerse, jamás elevará su inteligencia de primate.
El dictador de ultimomundano se apertrecha de armas letales, de tropas, y desestima el fomento de las Artes y Letras en la república que lo padece. Cree genial nombrar las cosas torciéndole su sentido y, cuando edifica, solo acomete fachadas. Suple su falta de coeficiente intelectual con profusa propaganda multimediática, que ahora alcanza mayor envergadura gracias a los avances tecnológicos. Todo lo maquilla, comenzando por su ridícula intención de «perpetuarse» [secularidad o herencia de lo canallesco tribal]. Si no es un viejo, aspira que tener mando cuando el tiempo lo encorve para proseguir, senil, con su malignidad sin que su decadencia le advierta que dimita. No será un sabio anciano, sino un parásito en las entrañas de la sociedad a la cual nunca estimó: que socavará, y le provocará hemorragias hasta el instante de su escisión física.
NOTAS
(1) HUSSERL, Edmund [1859-1938, a quien se le atribuye la fundación de esa corriente filosófica, bogó por la necesidad de asumir el conocimiento con el respeto y rigor con el cual se emprende el estudio y la investigación científica en las demás disciplinas]
(2) HEGEL, W. W. F [1770-1831, alemán]: Fenomenología del Espíritu. «Fondo de Cultura Económica», México, 1973. P. 66).