
Las protestas en Turquía han sido multitudinarias después del arresto del alcalde Ekrem İmamoğlu, único candidato en las recientes primarias de la oposición / Foto: EFE
A lo largo de las décadas, Turquía ha enfrentado numerosos desafíos, incluidos golpes de Estado, intervenciones militares y una constante tensión entre tendencias autoritarias y aspiraciones democráticas. En los últimos años, bajo el liderazgo de Recep Tayip Erdoğan, el país ha experimentado un preocupante giro hacia el autoritarismo, lo que ha generado serias dudas sobre su estatus como democracia. Hoy en día, la represión política, el debilitamiento del Estado de derecho y el control de las instituciones han alimentado un intenso debate sobre si Turquía aún puede considerarse una democracia o si, por el contrario, se encuentra en camino de convertirse en una dictadura abierta.
A pesar del evidente deterioro democrático en el país, Turquía aún conserva ciertos rasgos propios de un sistema democrático. Aunque existen denuncias de manipulación, las elecciones siguen llevándose a cabo con la participación activa de la oposición, incluso en el contexto de represión. Aun así, es importante destacar que tanto el Partido Republicano del Pueblo (CHP, de orientación socialdemócrata) como el Partido Democrático de los Pueblos permanecen legales y activos. Además, los movimientos sociales y las protestas demuestran que, a pesar de las restricciones, todavía existe un espacio para la disidencia, a pesar de que muchos medios de comunicación han sido clausurados y cerrados, algunos periodistas y plataformas independientes continúan desempeñando un papel crucial al informar sobre la realidad política del país.
A pesar de las denuncias de irregularidades, el uso de recursos estatales para favorecer al partido gobernante y la falta de transparencia, la oposición sigue participando en las elecciones. Turquía se encuentra en un punto intermedio entre una democracia y una dictadura, funcionando como una autocracia electoral. En este sistema, aunque las elecciones tienen lugar, el poder se concentra en una sola figura que controla todas las instituciones. En este contexto, el presidente Erdogan no solo domina los procesos electorales, sino que también debilita las estructuras democráticas del país. Esta concentración de poder sugiere una evolución hacia un régimen completamente autoritario o, más precisamente, una dictadura.
El principal desafío que enfrenta Erdogan en este momento es una oposición unificada y una ciudadanía resistente que todavía encarna la esperanza de un posible retorno hacia una transición democrática. El alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, ampliamente reconocido como una de las figuras políticas más influyentes del país, participó recientemente en unas primarias de la oposición, donde fue el único candidato. En este proceso, logró reunir el respaldo de 15 millones de votantes, representando aproximadamente una quinta parte del electorado.
Sin embargo, el mismo día en que celebraba su victoria en las primarias, un tribunal emitió una orden de encarcelamiento en su contra, acusándolo de corrupción y colaboración con el terrorismo. Esta medida fue diseñada para impedir su participación en las elecciones presidenciales de 2028, las cuales incluso podrían adelantarse, favoreciendo así un escenario de victoria para el presidente Erdogan. A esto se suma una decisión aún más polémica: la Universidad de Ankara revocó el título universitario de İmamoğlu un día antes de las primarias. Este hecho tiene graves implicaciones, pues la Constitución turca exige que los candidatos presidenciales posean un título universitario para poder postularse como candidato presidencial.
Estas acciones del gobierno han desencadenado protestas y manifestaciones sin precedentes en Turquía, donde han sido reprimidos y encarcelados más de 1.200 seguidores, lo que ha intensificado la crisis política e institucional que atraviesa el país, extendiéndose las protestas a todo el territorio nacional.
Desde la reforma constitucional de 2017, que consolidó el poder en manos de Erdoğan, se ha observado un giro hacia un modelo de gobierno más autoritario. Esta reforma le otorgó amplias competencias, debilitando significativamente el equilibrio entre los poderes del Estado. Los tribunales, que deberían ser garantes de la justicia, han sido instrumentalizados para perseguir a opositores y proteger los intereses del régimen. Asimismo, el control sobre los medios de comunicación se ha intensificado. Gran parte de los medios opositores han sido clausurados y las redes sociales están sujetas a una estricta censura, que limita la libertad de expresión en el país.
A pesar de estas tendencias autoritarias, es importante destacar que Erdoğan no ha interferido paralizando ningún proceso electoral o un escrutinio, hasta el momento. Sin embargo, su estrategia parece centrarse en neutralizar políticamente a cualquier adversario con posibilidades reales de derrotarlo en las urnas. De cara a las elecciones de 2028, aunque la Constitución le prohíbe presentarse nuevamente, existen indicios de que busca una nueva reforma constitucional para poder aspirar a la reelección y mantenerse en el poder.
Es importante destacar que la actual posición estratégica de Turquía le otorga a Erdogan una ventaja considerable. Aunque la Unión Europea ha expresado críticas hacia el retroceso democrático en el país, su capacidad de acción se ve limitada debido a varios factores, entre ellos, destaca el debilitamiento de la defensa europea tras el distanciamiento de Estados Unidos, así como la agresión rusa en Ucrania, donde Turquía se ha ofrecido en un papel de mediador, además, del colapso del gobierno de Asad en Siria, cuyos rebeldes fueron respaldados por Turquía y que ahora gobiernan, pero además refuerza su influencia en la región, si tomamos en cuenta que es un miembro geopolítico-estratégico de la OTAN. A esto hay que agregar el problema de la migración en donde Turquía ha desempeñado un papel crucial desde el acuerdo firmado en 2016, comprometiéndose a contener el flujo migratorio hacia Europa. Este acuerdo ha consolidado su posición como un socio clave para la Unión Europea en esta materia. En conclusión, los desarrollos geopolíticos han incrementado significativamente la relevancia de Turquía y de Erdogan para Europa, lo que refuerza su posición en el ámbito internacional.
Actualmente, el país enfrenta crecientes tensiones políticas, una económica en crisis e inflacionaria y múltiples problemas sociales en efervescencia en busca de frenar la deriva autoritaria y tratar de encontrar una vía política que conduzca al proceso turco a una apertura democráticas con elecciones que permitan elegir, no solo a sus líderes sino al presidente en elecciones libres y supervisadas con observación electoral internacional.
En este escenario si continua Erdogan intensificando la represión contra la oposición, aparejada a la crisis económica e institucional, terminará por poner en riesgo la estabilidad nacional. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue de cerca los acontecimientos, preocupada por el progresivo deterioro de la democracia en Turquía, que avanza indiscutiblemente hacia una verdadera dictadura.