El secretismo oficial y el miedo razonable de la población y sus posibles voceros se pueden percibir en Tumeremo. ¿Cómo es eso que se militariza un pueblo completo con suma agresividad y nada se informa al país? Decir cuesta. Cuesta lo que sea, porque el riesgo no es solo que vayan más militares a agredir a quienes laboran en las minas. El miedo se fundamenta en el extenso e intenso riesgo de vida particular o familiar. No es un juego.
La explotación de las minas, como bien puede pensarse, está envuelta en rastros de seres de toda calaña criminal: garimpeiros, mafias de la zona, poder político nacional, pranes, guerrilleros colombianos, «sindicatos», fuerza armada. Hay de todo en cada parcela de minas, poderes sobre poderes. El interés se mide en buenas divisas contantes, aunque no suenen mucho, aunque no suenen nada.
Hace años que existe el reparto de botines con los bienes que deben ser y son pertenencia de todos los venezolanos. ¿El producto de esas minas se dirige directamente al bienestar de los pobladores venezolanos? Estrictamente no. Va a grupos de poder, a quienes dirigen esos grupos de poder, más bien, con algunos churupos para los explotados mineros silentes. Hablar se traduce en muerte. En riesgos de todo tipo. Como con todo malandro ocurre ante los repartos de botines «coronados». Dan para mucho nuestras minas al sur.
Tiempo largo ha transcurrido de cuando estuve en Ciudad Bolívar. Ya se veía en las casas comunes las marcaciones de los «sindicatos». A mi pregunta de curioso sobrevino la explicación más o menos tenebrosa. Aquí no se construye nada sin que el «sindicato» reciba su mascada. Por cierto, la venta de materiales está a cargo únicamente de un militar, dueño de la mentada ferretería. Eran tiempos en los que dominaban los pranes, esos que salían los fines de semana a bailar en las discotecas de la zona, esos acerca de quienes decir su nombre, bajito, inaudible, era tenebroso. Dicho por el difunto Chávez públicamente a un gobernador. Por esos días, conocí a un cantante. Terminó muerto, tiroteado, en algo no le cumplió al hampa generalizada que circunda. Eso era en la capital. Supongamos cómo será a lo interno del estado. Donde se produce y se maneja la plata que no se mide en bolívares precisamente.
Por lo tanto, no me extraña para nada la militarización y la agresión apreciada en imágenes, en videos de grupos de mineros, de oraciones múltiples frente a la iglesia que parece evangélica. Por eso no me extraña que el reparto del botín, de los botines, sea tan feroz. Lo de Tumeremo debe mover al país, en defensa de sus minas. De su territorio y de los productos que de él se extraen. Que pasen estas de unas a otras manos poderosas, nacionales no es garantía de que el país aprovechará sus recursos; justo lo contrario. Hay que mirar y hablar de Tumeremo. Y más allá. De los estados Bolívar y Amazonas. Si no, no es posible hablar de la liberación del país.
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