En este día 24 de julio dedico mis reflexiones del presente artículo, y gracias a la deferencia que me permite El Nacional, a la imperecedera memoria de nuestro Libertador Simón Bolívar, en el 238 aniversario de su nacimiento en Caracas, Venezuela.
Comparto con ustedes mi más reciente experiencia en el exilio, cuando atendí invitación especial a asistir a acto protocolar con motivo del cuarto aniversario de la designación y juramentación de nuestros magistrados del Tribunal Supremo de Justicia en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes, en Caracas. Al concluir el acto nos trasladamos con algunos de los asistentes a reunirnos con otras personalidades que se sumaron.
Por convocatoria de su actual presidente, Dr Antonio Marval Jiménez, la sesión plenaria del tribunal se instaló en su oficina ubicada en el Doral, Florida. Con la presencial asistencia de miembros de su actual junta directiva: Dr. Pedro Troconis, primer vicepresidente; Dr. Domingo Salgado, segundo vicepresidente; del director Dr. Luis Ramos y el magistrado Rommel Gil. Los restantes magistrados acudieron conectados por videoconferencia, desde los distintos países donde se mantienen refugiados en proceso de resistencia y asilo político, debido a la persecución narcocriminal que el régimen que secuestra a Venezuela intensificó en su contra, desde el propio día de su juramentación el 21 de julio de 2017.
Dicho acto protocolar me permitió escuchar en vivo, del ilustre exmiembro de la Junta Patriótica venezolana de 1958 doctor Enrique Aristeguieta Gramcko, palabras que estarán grabadas en mi conciencia venezolanista por siempre. No solo lo que dijo, sino cómo lo dijo, sus gestos y mirada, su emocionalidad al hablar detrás de aquellos añejos anteojos, que sin embargo permitían traslucir la diafanidad de su pensamiento. Solo él, y mi persona en representación del equipo de nuestra Cátedra Internacional por la Libertad “Francisco de Miranda” y de nuestra Fundación Venezuela Siglo XXI, estuvimos en vivo en la histórica sesión; debido por supuesto a las limitaciones de aforo y por prevención del covid-19 que nos acecha. Ello me permitió compartir privilegiadamente tal histórico episodio.
Para los que no solemos ser llorones de oficio, y a pesar de los momentos muy conmovedores que Dios nos ha permitido vivir, puedo decirles que estar allí frente a ese hombre, con sus 88 años a cuesta, de su autoridad moral y justeza de planteamientos, y que en última instancia de esa forma absolutamente convincente y genuina de expresar su anhelo democrático, me sacó una imperceptible lágrima que se quedó en el ojo y en el corazón de quien les escribe. El Dr. Aristeguieta pidió, palabras más, palabras menos, y afortunadamente esta sesión quedó grabada para la historia, que los magistrados vayan pensando para el momento en que recuperemos la libertad y la democracia en Venezuela, en la vital necesidad de propulsar en el ordenamiento jurídico venezolano las leyes que impidan expresamente que a la democracia se le pueda volver a destruir desde adentro, como lo ha hecho la existente tiranía en Venezuela. Dijo que por su avanzada edad quizás él no pueda ver realizados esos cambios, pero que pedía a los magistrados, a los cuales les quedaba por cronología mucha más vida por delante, que garantizaran esa protección de la futura democracia venezolana.
La carcajada
Terminado el acto aniversario acudimos a la invitación privada que prometía ser de nutritivos platos, en varios sentidos. Sabíamos que allí podríamos departir en otro ambiente con el Dr. Aristeguieta, algunos magistrados y otros compatriotas que acudiesen; para entonces desconocíamos quiénes podrían estar en este segundo encuentro. Al llegar “la mesa estaba servida”. Entre otras personalidades, advertimos la presencia periodística notable de Leopoldo Castillo, quien quedó sentado frente a Aristiguieta y yo silla de por medio al lado de este. Después de lo que sin duda fue un respetuoso y afectuoso saludo de todos hacia el Dr. Aristeguieta, se dio paso al inicio de una conversación que “rompería el celofán» con la pregunta abierta que hizo a los presentes “el Citizen”: ¿Cómo estuvo este acto del cuarto aniversario del TSJ? Voluntario y espontáneo me dispuse a responder y contarle a Leopoldo Castillo mi impresión sobre el trascendente planteamiento del Dr. Aristeguieta hacia los magistrados. Alcancé a decirle sobre lo que me pareció lo más importante de aquel evento, que fue la petición de Aristeguieta de ir diseñando mecanismos jurídicos que impidan en el futuro que a la democracia se le pueda volver a destruir desde adentro. Que él les pedía “que aunque no pudiera ver tales cambios por su avanzada edad, quería saber desde ahora del compromiso y consenso de que es necesario realizar tales previsiones para que al recuperar la democracia las generaciones futuras no tengan que sufrir nuevamente tan dolorosa pérdida de la democracia.
La expresión inmediata de Leopoldo Castillo, que debe haber captado la nostalgia en la mirada del ilustre comensal, y frente a la solemnidad con que yo intentaba narrarle el asunto, hizo que su ocurrencia jocosa, de alto calibre diplomático, atajara cualquier otra lágrima en la mesa. Dirigió la mirada a Aristeguieta y le dijo algo más o menos así: “¿Enrique, otra vez nos vas a venir con ese mismo discurso?, que si ya no vas o poder estar, que si cuando tú ya no estés, que si cuando te vayas… en eso tienes más de treinta y tantos años y aquí sigues firme y pa’ lante mientras otros ya no pueden”. Allí los asistentes a la mesa pasamos de tener ese sentimiento nostálgico que provocaría otra lágrima en el ojo, a la irrupción de la estruendosa y amorosa carcajada en la boca que plenó de afecto el ambiente hacia nuestro célebre compatriota Enrique Aristeguieta Gramcko.
Con orgullo de las distintas generaciones que convergíamos en aquella mesa auténticamente venezolanista, con distintos pareceres sobre cómo enfrentar nuestra realidad del narcocomunismo castromadurista, pero con un consenso básico claro: tenemos en nuestras raíces libertarias y democráticas, intactas en la memoria, testimonios de vida y compromiso que continúan alimentando nuestra lucha, como el Dr. Aristeguieta. Otros que aun muertos viven en el afecto y corazón de los pueblos libres de América, como Miranda y Bolívar. De los muertos bien muertos ni hablar, pues toda una Venezuela decente que no se arrodilla y vive con el espíritu libertario de pie mira de frente el horizonte de libertad y justicia que conquistaremos por encima de traidores y proxenetas, lo que quedará inexorablemente sellado para la historia en ¡el tiempo de Dios que es perfecto!
@gonzalezdelcas
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