Donald Trump regresa y de manera contundente. Nada que ver con 2016, ni con 2020, ahora ganó también el voto popular, se impuso en los estados clave y avanzó en territorios tan demócratas como California y Nueva York.
Es más viejo que Biden en 2020, no importó. Es un criminal convicto, no importó. Inspiró el asalto al Capitolio en 2021, no importó. Es claramente antiinmigracion y desdeña el feminismo. Tampoco importó.
Ganó en casi todos los segmentos demográficos. Entre los jóvenes y los negros, también en los condados con mayoría de votantes hispanos que inclinaron para su baza, por ejemplo, Miami-Dade que se llevó Biden en 2020 y más atrás Hillary Clinton. También entre la población árabe-estadounidense de Dearborn, Michigan, donde se concentra la mayoría y en la cual Biden se impuso hace cuatro años, como recuerda The New York Times. Gente que incluso lo votó habla mal del candidato republicano pero no importa, porque la idea era salir de los demócratas que, además, nunca estuvieron en una posición clara de alzarse con la victoria, comenzando por la fallida candidatura del presidente aún en ejercicio y la corta y dispar campaña de Kamala Harris.
Las encuestas apuntaban a una elección más reñida de lo que fue, lo que no falló fueron dos datos referidos en esta sección en comentarios previos: nunca ganó la elección un partido cuyo presidente tenía tan baja aceptación (28%) y tampoco ganó un partido gobernante cuando tantos y tantos ciudadanos pensaban que las cosas no iban bien.
Una frase de la mañana triunfal de Trump de ayer habrá que retomarla dentro de un par de años, o antes. Dijo: “Este será recordado para siempre como el día en que el pueblo estadounidense recuperó el control de su país”. Los líderes políticos en sus momentos de éxtasis suelen condenarse en sentencias que resultan negadas. En nuestra historia particular, habría que citar que Jaime Lusinchi aspiró a no ser “un pobre poderoso solitario”; unos años antes Luis Herrera Campíns impactó con su declaración de recibir una Venezuela hipotecada. Más acá, el 6 de diciembre de 1998, Chávez prometió unir a todos los venezolanos.
Por lo pronto, con Trump está garantizada una transferencia tranquila del poder, lo que no ocurrió en 2021 cuando él fue el derrotado. Tendrá mayoría en la Cámara del Senado, quizás en todo el Congreso, y un Tribunal Supremo a su favor, además del cuadre oportuno de medios poderosos. La concentración de poder, se sabe de sobra, trae más males que beneficios.
El mundo está alerta. Particularmente Europa, donde aún hay un reservorio democrático en un tiempo complejo, con una guerra ardiendo en su territorio. La gran pregunta es si el nuevo mandatario electo ejecutará su agenda radical en la que prometió deportar millones de inmigrantes, cerrar la frontera y reforzar las empresas nacionales con subidas de aranceles y desentenderse de la ayuda a Ucrania, la que, por cierto, quiso negociar en su mandato a cambio de información privilegiada sobre el hijo de Joe Biden.
En ese último episodio vino el primero de sus dos impeachment en su período de gobierno, ambos fallidos pero un récord en el país de los récords. Con su victoria igualó otro, el primer presidente en 120 años que regresa triunfal después de perder la reelección. God bless America.
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