“Es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar es o un ser inferior o un ser superior al hombre”, afirmaba Aristóteles en su Política. Entonces, como en la vida natural, en la fauna política aristotélica hay de todo por lo demás. Nicolás Maquiavelo hizo al Zoon politikon “Príncipe” al domesticarlo y Mario Puzo y Francis Ford Coppola le llamaron “El Padrino”, y así lo llevaron al cine. El manejo de los principios maquiavélicos por un jefe mafioso fue recogido en el libro 50 leyes del poder en El Padrino del sociólogo chileno Alberto Mayor, quien analiza el guion de la famosa película en la que para uno de los mafiosos, Don Lucchesi, “el dinero es un arma, la política es saber cuándo apretar el gatillo” y para Vito Corleone, personaje principal: “Nuestros intereses son cosa nostra” (tejido social de la delincuencia organizada).
A partir de entonces Donald Trump es el maquiavelismo reencarnado, el mafioso que se salta la justicia, el vaquero y el pragmático utilitarista de John Stuart Mill y Jeremy Bentham para el sueño americano. Es con este personaje que la inteligencia artificial ha convencido al electorado norteamericano de entregarse en sus brazos y conciencia para la toma de decisiones, impactando la atmósfera política universal al grito ¡llegó el lobo!; a las que unas caperucitas parecieran ignorar sus intenciones de lo que sea capaz de hacer, previamente anunciando ¡La paz mundial! ¿Quién no la desea, pero a cambio de qué? Precisémosle. A Donald Trump no lo eligieron descendentes ingleses, sino del legendario “Jerónimo” y Jesse James en la conquista del oeste y los judíos que le admiran, por lo que ya se verá la derrota de Hezbolá en el Oriente Medio y garantizarle a Putin los territorios ucranianos conquistados que le permitirá que aquel se olvide de Venezuela, por aquello de que «América para los americanos», asegurándole la cancelación del ultimo dólar y por igual a China.
¿Qué otra propuesta podría jugarse en el tablero geopolítico de Trump? La inmigración no ha sido más que un señuelo, salvo al delincuente común y al político que va a lavar dólares vía testaferros, sobre todo venezolanos, mexicanos o colombianos con el negocio del narcotráfico.
El inmigrante indocumentado no solo quiere ir a trabajar, sino a reencontrarse con sus familiares, legalmente establecidos, honrando los impuestos lo que no afectará sus relaciones con el vecino más cercano. Lo demás es carpintería, por lo que Trump no será un cóndor carroñero porque Trump no es un Hitler, tampoco un autócrata, o ayatolá, menos el ordinario tiranuelo bananero porque Estados Unidos se sustenta en el marco de un Estado de Derecho en el que al buen decir de Benjamín Constant: “Ninguna autoridad sobre la tierra es ilimitada, ni la del pueblo, ni la de los hombres que se llaman sus representantes, ni la de los reyes, cualquiera que sea el título con que reinen, ni la de la ley que, por ser la expresión de la voluntad del pueblo o del príncipe, según la forma de gobierno, debe circunscribirse a los mismos límites que la autoridad de que emana”, lo que está claro a tenor de los constitucionales axiológico y teleológicos venezolanos 2° y 3° (1999).
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