Las últimas declaraciones del presidente Donald Trump en Mar-a-Lago pueden permitirnos auscultar hacia dónde se dirige su política MAGA en materia internacional, con la que intenta fortalecer a Estados Unidos frente a los avances de China, Corea del Norte y Rusia; pero que, sorprendentemente, pareciera diseñada a costa de sus aliados naturales, con lo que quedaría aislada la nación norteamericana.
Lo cierto es que los planes expansionistas, como analistas y actores políticos lo han llamado, han preocupado y molestado a sus amigos y vecinos, que han terminado reaccionando, aunque moderadamente, en el entendido de ver si una vez que haya tomado posesión ratifica lo hasta ahora planteado en los medios de comunicación.
La opinión de Trump de que la línea de frontera con Canadá es una línea completamente arbitraria y que éste debía ser el Estado 51 no fue amistosa con su vecino y el primer ministro Trudeau lo tomó prácticamente como una broma, pero con la insistencia en el tema, fue tajante al señalar: “Jamás, nunca jamás, Canadá formará parte de Estados Unidos. Los trabajadores y las comunidades de nuestros dos países se benefician el uno del otro de la mayor alianza comercial y de seguridad”.
En cuanto a lo expresado por Trump de que Canadá se beneficia de la compra de sus productos y de la protección militar de Estados Unidos sin que Washington reciba nada a cambio, aparte de que Canadá es uno de los países de la OTAN que no cumple con la meta del gasto de 2% del PIB en defensa; el primer ministro de Ontario, al tiempo de expresar su sorpresa por lo desinformado que está Trump, le recordó que en estos momentos le envían 4,3 millones de barriles de petróleo día y 60% de sus importaciones de energía, lo que significa que una cuarta parte del petróleo que consume diariamente su país proviene de Canadá, pero además es el mayor proveedor de acero, aluminio y uranio de Estados Unidos, aparte de 34 minerales y materiales críticos que el Pentágono adquiere e invierte en la seguridad nacional.
En este mismo sentido expresó las apetencias con Groenlandia, una isla autonómica que forma parte del reino de Dinamarca, cuyo gobierno suspendió la explotación de petróleo en aguas profundas y que, además como consecuencia al calentamiento global, comienza a abrir rutas fluviales importantes y se encuentra a caballo entre el Círculo Polar Ártico, Estados Unidos y Europa, un punto geopolítico clave para responder a Rusia y China de necesitarse.
Estados Unidos tiene una base militar estratégica allí para operaciones militares y de vigilancia del Ártico y su ubicación es crucial para la defensa contra las amenazas emergentes, especialmente en su rivalidad con Rusia y China y que puede afectar la dinámica de poder global. En fin, Groenlandia combina factores económicos, estratégicos y políticos, que reflejan una visión de aumentar la influencia de Estados Unidos en la región cada vez más relevante en el contexto global.
En cuanto a la oferta por parte de Trump de comprar Groenlandia o pone aranceles y amenazas militares, la primera ministra, Mette Fredericksen, aumentó el gasto militar para la protección de Groenlandia al tiempo que expresaba dudas de que las cosas vayan a llegar hasta ese punto. Por el contrario, le recuerda: “En el mundo en el que vivimos recomiendo firmemente más cooperación entre los aliados y no lo contrario”.
El presidente Trump tiene el derecho de diseñar una política que dé grandeza a su desarrollo nacional y que además incremente su poder global, siempre y cuando no sea impuesta o a consecuencia de violar la soberanía de otras naciones, menos aún es conveniente exacerbar a sus propios aliados en lugar de estrechar lazos de cooperación que incrementen una influencia basada en la amistad, los objetivos y las estrategias comunes, así como la cooperación, que es lo que, a fin de cuentas, espera la comunidad internacional para evitar los conflictos de poder que impidan que se consolide la paz entre las naciones.