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Trump y los organismos internacionales

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Los diversos análisis de la política exterior de Donald Trump en su segundo periodo como presidente de Estados Unidos han estado enmarcados en lo que muchos han dado en llamar un Trump 2.0, es decir, una versión mejorada o reforzada de su primer mandato. De ser así, tenemos como referencia las acciones en cuanto a su posible actuación frente a los organismos internacionales, especialmente las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos considerando que dos de sus primeras decisiones han sido repetir la salida de la Organización Mundial de la Salud y del Acuerdo de París sobre cambio climático.
Esta posición de Trump de actuar en solitario dentro del concierto de naciones no es nueva toda vez que ha tenido antecedentes en diferentes situaciones históricas –Caso invasión a Irak– cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se mostró más disfuncional que nunca e igualmente ha sucedido en la Organización Mundial de Comercio por la misma razón. En su momento ha habido sectores influyentes que han llegado a proponer el retiro de Estados Unidos de la ONU. Jesse Rifkin publicó un artículo con gran repercusión en la revista de política internacional The Foreign Affairs  el 10 de mayo de 2018 en el que reflejó la »posición del senador Mike Rogers –Alabama– sobre el tema, argumentando este que la contribución de su país con 22% del presupuesto de la organización frente a los escasos logros en su política exterior justificaba el retiro, todo ello bajo la propuesta del Acta de Restauración de la Soberanía Norteamericana.
Lo primero que debemos recordar es que al inicio de su primer mandato Trump solicitó una reducción de 50% en los fondos para la Oficina de Organizaciones Internacionales del Departamento de Estado, que paga las cuotas estadounidenses a las Naciones Unidas y otros grupos internacionales y regionales. Todo ello enmarcado en la concepción de relacionar el globalismo con el multilateralismo, siendo que a nivel teórico hay autores que consideran que son conceptos que no se complementan. En términos prácticos el presidente ha invocado la desproporción de las cuotas que paga frente a otros Estados que son beneficiario de estos organismos.
A pesar de no haber logrado su objetivo frente a entes que por su criticada burocracia y aumento de las demandas del sistema, que además mantienen un crecimiento presupuestario cero, los hubiera llevado a la paralización o reducción significativa de su funcionamiento, Trump optó por medidas drásticas contra el multilateralismo como la salida del Consejo de Derechos Humanos, del Pacto Mundial para las Migraciones, del Acuerdo en materia Nuclear con Irán, del Tratado de Cielos Abiertos, las críticas y distanciamiento con sus socios de la OTAN y como dije anteriormente, el Tratado de París y la OMS.
Respecto a la OEA, el reconocido periodista Andrés Oppenheimer le escribió un artículo durante su primer periodo titulado:  «Presidente Trump, no mate a la OEA», en el cual expresó que “justo cuando la Organización de Estados Americanos está liderando los esfuerzos regionales para restaurar la democracia en Venezuela, el presidente está pidiendo al Congreso drásticos recortes en las contribuciones de Estados Unidos a organizaciones internacionales que podrían paralizar la institución”. Ahora la situación se vuelve más preocupante de ganar la Secretaría de la Organización el surinamés en marzo de este año, quien viene apalancado de manera injerencista por China y Cuba.
En cuanto a Europa, por lo pronto la OTAN ha tomado medidas frente a las amenazas que representan la disminución del aporte norteamericano. Se están ejecutando programas para la autonomía de la defensa militar en la Unión Europea.
Ahora bien, esta visión de un Trump 2.0 plantea un desafío para el Departamento de Estado y el señor Marco Rubio: ¿Podrán las acciones bilaterales de manera directa resolver los graves asuntos que en estos momentos enfrenta la comunidad internacional? Tenemos por delante y de manera inmediata el tema de una posible paz en Ucrania prometida por Trump en relación directa con Putin, la contención a China en una agenda compleja de temas, la permanente amenaza nuclear de Corea del Norte, la amenaza iraní, la situación de las poblaciones bajo los regímenes dictatoriales de Cuba, Nicaragua y Venezuela, además de los temas del terrorismo, el crimen transnacional y las migraciones.
Teniendo presente que hasta ahora el multilateralismo ha sido la manera de cooperación entre países que aborda los desafíos globales surge otra pregunta: ¿Cuáles serían las consecuencias para la humanidad del debilitamiento o desaparición de la gobernanza global, ya poco funcional y en descrédito, sin el soporte de la mayor potencia que paga casi la cuarta parte de las cuotas para su funcionamiento?
Más aun, ¿se ralentizarán los avances de un sistema internacional basado en normas y que todos los países tengan voz y voto?
Todas estas incógnitas nos llevan a considerar las amenazas a la paz y seguridad internacional, los derechos humanos y la democracia en el contexto de un desorden internacional probablemente aún mayor al ya existente.

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