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Trump vs Joe y Biden vs Donald

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Estados Unidos no escapa de los ramalazos que han recibido los patrones estructurales de las sociedades democráticas. Evidencia es la actual campaña electoral para conceder 4 años más al presidente Trump o convertir al vicepresidente Biden en primer magistrado.

La confrontación pareciera evidenciar que la izquierda y derecha no han pasado de moda, por el contrario, sobreviven, la primera defendida por laboristas, socialdemócratas, colectivistas y hasta marxistas. La segunda, luchando por deshacerse del remoquete de “capitalista”.

Se mencionan las políticas extremistas del Partido Demócrata. Entre ellas, el compromiso de Biden con el movimiento antirracista Black Lives Matters (Las vidas de las personas negras importan), cuyo extremismo censura el republicanismo. “Un mundo en el que se admita, de una vez por todas, a cada persona negra la legitimidad para su inserción en niveles aceptables de prosperidad”. ¿Es sensato oponerse a ello o apoyarlo? La respuesta, en medio del dilema.

Desde otro ángulo, el cuestionamiento por parte de Trump del voto por correo, utilizado en las elecciones que lo llevaron a la Presidencia, derrotando en el Colegio Electoral a Hillary Clinton. Para algunos un procedimiento no del todo democrático, por no ser consecuente con la soberanía popular.

El presidente Trump ha contado con la cooperación del Partido Republicano, por la mayoría que tiene en el Senado. Por suerte, pues una de las debilidades del presidencialismo es el de “un gobierno dividido”, lo cual sucede cuando el jefe del Estado no tiene apoyo suficiente del Congreso.  En el caso se integran. Termina siendo una unidad y ello, sin dudas, ha favorecido al primero.

El eslogan “Make America Great Again”, al traducirse al español, su sencillez se retuerce, escurriéndose como un ciempiés. Para el escritor mexicano Jorge F. Hernández, “en el fuero interno del presidente se trata de “Rehacer la América blanca” (Pablo del Llano).  Se comenta, asimismo, que Ronald Reagan usó “Let’s Make America Great Again”, consigna reveladora de un discurso más inclusivo.

La percepción generalizada, para Paul Krugman, es que los republicanos manejan la economía mejor que los demócratas, lo cual no es cierto. Reagan presidió una expansión económica prolongada, pero la prosperidad de Clinton fue más duradera y mayor. La economía sumó muchos puestos de trabajo, pero ese aumento no representaba más que la continuación de una expansión que comenzó con Barack Obama. Los dos Bush, agrega Krugman, presidieron periodos con unos resultados realmente malos.

En criterio de César Vidal, Trump ancló su campaña electoral cuestionando desafíos colosales con los que nunca antes se había enfrentado el género humano. Asusta, pero bastante, si concluyéramos que se trata de la legalización del aborto, las drogas, inmigración ilegal masiva, ideología de género, depravación sexual, financiación de grupos terroristas, préstamos impagables de la gran banca internacional a los países subdesarrollados, corrupción de la clase política, revueltas sociales, injusticia y mucho más. El periodista colombiano Ricardo Puente Melos advierte que el Nuevo Orden Mundial tiene por fin desmembrar a las naciones, para que le sea más fácil asaltarlas. La pregunta que aflora en la campaña electoral entre Trump y Biden es en qué sentido el Partido Demócrata se ha plegado a ese nuevo orden mundial y el republicano se opone. En una barata teología es tratar de definir quién está con el mal y quién con el bien.

Es indudable que aquel que anhela una humanidad con todos sus problemas resueltos, no es más que un quimérico. Ese mundo con igualdad plena para todos, sin distinción entre ricos y pobres, políticos sensatos, sin excepciones, donde no discuta la izquierda con la derecha, con ninguna inclinación a los regímenes totalitarios y en el cual reine una paz absoluta, nunca lo ha habido. Pero ni siquiera en el aspecto espiritual, caracterizado por la multiplicación de dioses, santos y religiones, llamados, por esencia, a generar la tranquilidad del alma, pero que todavía discuten, por lo menos, cómo lograrlo. Evidencia reciente es la Encíclica del papa Francisco “Fratelli tutti”, en el cual el catolicismo termina enredándose en postulados hasta antagónicos, como el neoliberalismo y populismo, con respecto a los cuales por haberse repetido durante tantos siglos han pasado sin dejar huella, que en los días actuales suelen usarse hasta con relativo temor. ¿Habrán perdido vigencia? Es una común pregunta y la respuesta como que no importara.

The media refleja, también, que Estados Unidos está hoy en medio de la peor desaceleración económica desde la Gran Depresión. En el segundo trimestre del año, el PIB bajó 9,5%. En agosto había 11,5 millones menos de estadounidenses con empleo que en febrero. La tasa de paro, aunque ha bajado desde que en abril alcanzó un pico de 14,7%, fue en septiembre de 7,9%, más del doble que en febrero (3,5%). ¿Será una evidencia de que “gobernar es cosa seria”?

Las cosas, pues, no andan bien, afirman unos cuantos. Netflix divulga The Edge of Democracy, con tristes episodios de los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, que la interrogante obligatoria debería ser: ¿Estará el gigante suramericano en buenas manos con Bolsonaro? En Estados Unidos se hace referencia, incluso, a una crisis constitucional y no se sabe si por la covid del presidente, la reelección o el triunfo de Biden/Harris.

A pesar de ello, pudieran calificarse como menos extremos quienes afirman que “las naciones de nuestros días no pueden impedir que en su seno las condiciones sean iguales, pero depende de ellas que la igualdad las conduzca a la servidumbre o a la libertad, al saber o a la barbarie, a la prosperidad o a la miseria”. Ellos son los que continúan leyendo La democracia en América, de Alexis de Tocqueville.

La cuestión como que es entonces: ¿Si habrá que usar la máscara por un largo tiempo por la pandemia y otros motivos?

@LuisBGuerra

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