A Donald Trump le han herido, pero sigue más vivo que nunca. Al expresidente de Estados Unidos un proyectil le rozó o atravesó la oreja derecha (aún no está muy claro). El impacto se produjo en simultáneo al ruido de varias detonaciones. Trump se agachó para protegerse detrás del atril, se incorporó después y furioso grito bien alto, desafiante, al atacante o los atacantes que pretendían liquidarle.
Cuando el dispositivo de seguridad que le acompaña intentaba introducirle en el vehículo blindado, Donald Trump se resistió un instante, el tiempo que necesitaba para alzar el brazo, cerrar el puño y volver a gritar como un hombre invencible.
El republicano sangraba y las cámaras recogían la secuencia en directo. Genio y figura, Trump reaccionó como lo que es: un animal… político. En un instante supo ver que en la desgracia, que pudo ser tragedia, tenía una oportunidad y la aprovechó a riesgo de que hubiera otro tirador que lo tuviera en la diana.
Al expresidente de Brasil Jair Bolsonaro le sucedió algo similar, pero más grave, el 6 de diciembre de 2018. Sus seguidores le llevaban en volandas, la multitud le quería tocar y abrazar cuando Adélio Bispo de Oliveira le asestó una puñalada en el abdomen. Bolsonaro perdió mucha sangre, tuvo que someterse a varias intervenciones quirúrgicas, pero sobrevivió. Hizo campaña hasta desde el hospital. Ese intento de asesinato le terminó de dar el espaldarazo que necesitaba para ganar las elecciones.
A Donald Trump las encuestas le daban una ligera ventaja sobre Joe Biden las últimas semanas, pero no las tenía todas con él. Los demócratas y sus mecenas le están abriendo de par en par al actual presidente la puerta de salida para que renuncie a su candidatura y colocar a otro candidato más competitivo que pudiera hacerle sombra. El último patinazo de Biden, en la cumbre de la OTAN, al confundir a Zelenski con Putin, parece haber colmado la paciencia de los que todavía creían en él. Y eso, un adversario –o adversaria– nueva podía ser un problema para Trump.
Pero el atentado de Pensilvania es previsible que haya logrado el efecto contrario al deseado. No sólo no ha acabado con la vida de Trump sino que le acaba de convertir en un héroe. No parece descabellado hacer este pronóstico, porque históricamente hay situaciones, como esta, que hacen invulnerable e invencible a un político.
Jaime Duran Barba, experto en campañas electorales, lo dijo cuando murió Néstor Kirchner y Cristina Fernández se presentaba a la reelección: contra una viuda no hay nada que hacer.
Ahora, con Trump convertido en víctima y enérgico superviviente, podemos pensar que Biden, o el que le siga, tampoco tienen nada que hacer. El que apretó el gatillo, muy a su pesar, le acaba de entregar la reelección en bandeja, si no la tenía ya.
Originalmente publicado en el diario El Debate de España
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