Por supuesto no son todos los bárbaros de este lamentable siglo que vivimos. Falta, por ejemplo, nada menos que el gran jerarca de China. O los del tercer mundo, sí, como Maduro, u Ortega, o los Talibanes o los iraníes, o los norcoreanos. Y unos cuantos más, tan malévolos como los citados, pero no se trata de hacer un mapa de la naturaleza oscura de la especie humana, hoy tan expandida por todos los rincones del planeta.
Nos interesan los que titulan, que acaparan hoy y lo harán por mucho tiempo la divulgación y la atención mayores de las multitudes de este siglo enfermo, hijo de Tánatos. Pero sobre todo porque, en principio, tanto Putin como Netanyahu han creado espacios bélicos cuya capacidad de expansión son de los grandes peligros que viviremos en lo inmediato.
Nadie puede ignorar la masacre inclemente que ha hecho el gobierno ultraderechista de Israel en Gaza. Es cierto que como respuesta a una vil agresión, pero que le ha servido para acabar un país, con algunos culpables y millones de inocentes, tanto que la mayoría de los cadáveres y los mutilados y los condenados a la soledad son niños. Al primero de septiembre de este año 16.670 habían muerto, 21.000 desaparecido (buena parte, seguramente muertos) y alrededor de 20.000 perdieron su familia, están solos. Cifras de la Convención de los Derechos del Niño, que considera que no hay un antecedente similar a éste con niños. Baste eso para evidenciar una hazaña bélica que ha destruido cerca de 80% de las ciudades de la franja. Y al parecer tiene todas las ganas de expandir la guerra más allá de Palestina, con Irán en la mira, el enemigo mayor.
La guerra de Ucrania es igualmente un acto de crueldad en que una potencia agrede a un pequeño país para apropiarse de partes de su territorio. Un acto que se corresponde con la vocación imperial de un gobierno corrupto y despótico, sistemáticamente practicante del fraude electoral y de la violación de los derechos humanos. Pero no solo eso, sino que pone en peligro la paz de Occidente, sobre todo la de Europa del Este que en buena medida considera pieza de su patrimonio histórico, de su imaginario imperial.
De Trump podemos esperarlo todo. Su brutalidad, su capacidad de mentir, su ciega agresividad, su racismo, su obtuso nacionalismo, su belicosidad capaz de cualquier desafuero, su desprecio del cambio climático, delincuente condenado, es lo que ha hecho que la humanidad consciente viera en su llegada a la presidencia de la primera potencia del mundo una nueva pieza que, entre otras cosas, se suma a los dos conflictos que ya ponen en peligro la totalidad de la especie que somos, con una coreografía de bombas nucleares y la amenaza de una hecatombe climática de gigantescas proporciones. Un siniestro panorama.
¿Le entregará Ucrania a su amigo Putin? ¿Acompañará a Israel en su intento de domeñar el Oriente Medio a su amigo Netanyahu? ¿A qué precio?