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¿Truco o trato?

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Pixabay

Mañana 1° de noviembre se celebra, como todos los años desde el 835, el Día de Todos los Santos. Esta festividad, originariamente establecida para honrar a todos los mártires en un mismo día, rememora no solo a los santos oficialmente así declarados, sino también a los que, no siendo tales y habiendo llevado una vida de santidad, se encuentran en el cielo, es decir, todas nuestras abuelas.

Esta fiesta se mezcla –casi que se superpone– con otra de carácter religioso: el Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre), que recuerda a todos los que han muerto, pero como aún no han llegado al cielo, necesitan de una ayudita nuestra para alcanzarlo. Son los que se encuentran en esos lugares intermedios como el Purgatorio (del latín «purgare», que significa limpiar) entre el infierno y el cielo. Allí están los abuelos, tíos, etc.

Aunque la cercanía de las fechas hace que muchas veces se confundan, se trata de dos celebraciones diferentes. A los santos se les pide y por los fieles difuntos se pide. En México, con un lenguaje más claro y directo, lo que conmemoran el 2 de noviembre es sencillamente el «Dia de los Muertos». En esta fecha –como saben los que vieron la película Coco– se les permite a los muertos visitar a sus familiares vivos y festejar con ellos la vida de que gozaron juntos. Para ello se hacen altares, se llevan las comidas favoritas de sus difuntos, se engalanan sus fotografías y se colocan flores.

En definitiva, se asume la muerte no como una tragedia sino como parte de la vida. En la medida en que los antepasados se hacen presentes en la memoria, siguen estando con nosotros en los recuerdos compartidos, en las alegrías y tristezas vividas, en las enseñanzas y en el ejemplo de bondad que nos legaron.

La vida es, pues, una carrera de relevos en la cual cada uno de los corredores trata de pasar el testigo a la generación siguiente, para que corra mejor y llegue más lejos.

Sin embargo, el Halloween que proviene de la tradición anglosajona celebra esta fecha de una manera diferente: lo que evocan en estos días es a monstruos y fantasmas, a seres despiadados que vienen, no a cuidarnos o a compartir con nosotros, como en México, sino a cadáveres sangrientos y fantasmas terroríficos que abandonan sus tumbas para perturbar nuestra existencia. También la tradición es de vieja data y se remonta a los celtas. Sin duda, como todas las tradiciones del norte, se le ha dado una dimensión comercial que la ha hecho popular en el mundo entero.

Sin afán de promover un enfrentamiento de culturas funerarias que podría dejar muchos cadáveres en el camino, me resulta preferible la visión de los muertos como seres amables cuya presencia y recuerdo nos ayudan a seguir adelante en la maravillosa aventura de la vida. Personalmente soy de los que no le tienen miedo a los muertos, sino a los vivos y en Venezuela tenemos algunos vivos demasiado vivos que, cual zombis indestructibles, nos llenan de terror cada día, nos apagan la luz, cortan el agua y hacen toda clase de maldades.

Y lo malo es que cuando te preguntan «¿truco o trato?» (trick or treat?), respondas lo que respondas, siempre optarán por el truco.

@laureanomar

Artículo publicado en TalCual

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