Dícese que el ser humano es el único de los animales que se tropieza una y otra vez con la misma piedra, el aforismo quiere registrar su tendencia a la comisión de un mismo error de forma recurrente.
Ese es el caso de las fuerzas democráticas venezolanas, a quienes les cuesta mucho mantener la unidad política y orgánica indispensable para confrontar con éxito al régimen chaviano. La unidad de las fuerzas democráticas ha sido un requisito clave para derrotar a las dictaduras de diverso pelaje; así lo atestigua la experiencia latinoamericana y la propia nuestra –remember el 23 de enero y diciembre del 2015–. Las tendencias centrifugas han prevalecido las más de las veces, ha sido imposible consolidar un centro de dirección con todo lo negativo que eso supone.
La MUD –una de las iniciativas unitarias más exitosas en la historia política en América Latina– fue dinamitada por intereses partidistas e individuales. Entre ellos el desmedido interés de algunos por la candidatura presidencial, la absurda diatriba entre callismo y dialogismo, cuando la complejidad de la situación venezolana recomienda transitar todos los escenarios pacíficos en los cuales la confrontación se escenifique. Mención aparte merece el error cometido por quienes blandiendo el argumento de que hay que participar en todas les elecciones que se convoquen sin importar si las mismas cumplen con los requisitos que la legislación, todavía vigente, establece y de que la mayoría de la comunidad internacional democrática no lo avalaba, participaron en el espurio, ilegal e ilegitimo proceso electoral presidencial del 20 de mayo de 2018. Operación que resultó un fracaso porque la mayoría de la ciudadanía no los acompañó.
Lo arriba escrito viene a cuento porque estamos en presencia de un intento de socavar la unidad construida en torno a la Asamblea Nacional como centro de dirección política, al liderazgo de Juan Guaidó y, lo que es más importante, a la política y a la estrategia apoyada por la mayoría del país y por nuestros aliados allende la frontera.
Debe recordarse que el asunto clave en el amplísimo rechazo internacional al régimen fue y es el proceso electoral de mayo de 2018, considerado fraudulento, por tanto ilegal e ilegítimo por parte la comunidad internacional democrática que incluye a buena parte de la izquierda democrática, antaño aliados del chavismo, quienes se han sumado a la exigencia de nuevas elecciones presidenciales que cumplan con los requisitos previstos en el marco legal vigente, con un nuevo Consejo Nacional Electoral, un nuevo padrón electoral y con participación en su preparación y realización de la ONU.
El chavismo ha reaccionado ante la fuerte presión internacional por nuevas elecciones anunciando comicios legislativos, sin cambio alguno en las condiciones y garantías y suponemos que adelantándolas, repitiendo el formato de mayo de 2018.
La reacción de quienes se empeñaron en la fracasada operación Falcón candidato es expresar la conveniencia e intención de participar en el proceso electoral que el régimen anuncia. Otra vez parecen anotarse para ser teloneros de un escamoteo del deseo y la conveniencia de la mayoría de los venezolanos de usar el voto para expresar su voluntad de cambio con una repetición de los comicios presidenciales. Pareciera que de nuevo incurrirán en el mismo error por conveniencias particulares y por una equivocada lectura de la situación nacional.
No apoyo a la AN y a Guaidó desde la incondicionalidad, he criticado desde esta tribuna lo que he considerado errores (el 30 de mayo, cierta propensión a crear expectativas en torno a la inminencia del cambio, el no enfatizar que el asunto es más complejo y difícil de lo que parece). Creo que la operación Guaidó es la opción correcta para confrontar al régimen y por tanto sería un error colosal socavar y desperdiciar esa opción.