Nicolás Maduro y compañía se juegan la estabilidad política del poder de facto con los comicios regionales y locales del próximo 21 de noviembre. Para lograrlo, el heredero de Chávez busca disfrazarse de demócrata para seducir a la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea, a pesar de que los gobiernos de la comunidad no lo reconocen como presidente constitucional.
Por esa razón, el pasado jueves, día en que comenzó la campaña electoral, dijo: «Preparémonos para una gran megaelección (…) que sea una gran victoria de la democracia, de la Constitución, de la libertad republicana de Venezuela», en un audio difundido en su cuenta de la red social Twitter. Y para hacer ver que el proceso electoral es libre, justo y competitivo, agregó: «Felicito a todos los candidatos y candidatas del bloque de la patria, de las fuerzas bolivarianas y chavistas, (así) como de los grupos de oposición. A todos los candidatos y candidatas que se han desplegado con fe a movilizar sus propuestas, sus programas y a sus votantes, preparémonos para una gran elección».
Sin embargo, lo documentado por la Unidad de Inteligencia de The Economist es distinto. En el indicador “Proceso electoral y pluralismo” de su último Índice Democrático, el régimen de Maduro obtuvo un resultado de 0/10, donde 10 es igual a democracia plena. Es decir, en Venezuela no hay elecciones libres, justas y competitivas, según la división de investigación y análisis de The Economist Group.
Por lo tanto, los 100 miembros de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea, los otros observadores, los integrantes de los partidos políticos de la Plataforma Unitaria y las organizaciones de la sociedad civil tienen el reto de demostrar que aunque “el dictador se vista de demócrata, dictador se queda”.
La práctica de controlar los resultados de la votación está en el ADN del cabellomadurismo. Así lo demostraron las trampas e irregularidades en las postulaciones a las elecciones primarias del PSUV en agosto. Según las denuncias que se publicaron en las redes sociales, hubo algunos atropellos como el cierre de centros, la exclusión, el cierre arbitrario de mesas y la existencia de papeletas premarcadas, voto asistido, con el único propósito de impedir la libre elección.
Además, dieron una demostración de indisciplina, profundas grietas internas, enfrentamientos por las trampas de algunos candidatos, monopolización de recursos como el combustible, imposición al personal de la administración pública, entre otros.
Es de suponer que todas estas situaciones se repetirán el 21N. Nada indica lo contrario. Por lo que la oposición debe enfrentar con determinación las irregularidades durante la campaña electoral, hasta el conteo de los votos. La práctica usual de intimidación del cabellomadurismo no debería paralizar las denuncias, pues no podrán actuar a sus anchas mientras los observadores internacionales estén en el país.
Por ejemplo, en junio, Diosdado Cabello, jefe del comando de campaña del PSUV, amenazó con demandar al vicepresidente del CNE, Enrique Márquez, por abrir un procedimiento contra su programa Con el mazo dando, transmitido por el canal del Estado VTV, por el uso de recursos públicos para promover candidaturas del PSUV. Al final le dijo: “Respóndame como quiera o si no, se queda calladito”.
La semana pasada, Cabello volvió arremeter contra miembros del Poder Electoral. Dedicó parte de su programa de televisión a interpelar al rector principal del CNE Roberto Picón. “Se le sale la mala clase, dice que no debe haber puntos rojos [en las inmediaciones de los centros electorales], nosotros sabemos nuestra responsabilidad, señor Picón. Su recomendación no es institucional, es un ataque al PSUV. Con esa actitud abre la puerta para que los candidatos de la oposición no acepten resultados”, aseguró.
En este sentido, le pidió a la autoridad del CNE –¿o podríamos decir ordenó?– que mantuviera la rectitud, la direccionalidad de esa institución. “Si no fuera por Picón todo iría sin novedad, sin problemas. Antes mandaron a Enrique Márquez y ahora se queda calladito, muy bien”, dijo sin disimulo.
Entre junio y octubre se observó un cambio. Cuando no había observadores de la UE en el país amenazó a Márquez con demandarlo –ya sabemos cómo actúan los jueces en Venezuela cuando el hombre de El Furrial habla–, pero ahora se ha limitado a lanzar improperios a Picón. Una actitud que en definitiva lo que ha hecho es ensombrecer el proceso y es que no podemos perder de vista que él también tiene aspiraciones presidenciales. Si la UE no valida los comicios, Maduro queda fuera del juego y él podría mostrar todas sus cartas.
El oficialismo camina entonces por el filo de una navaja en las elecciones del 21N. Necesita que el Poder Electoral aparente ser independiente durante estos 20 días. En consecuencia, el presidente del CNE, Pedro Calzadilla, actúa en ese sentido. Aseguró este lunes, desde una sala de monitoreo, que la campaña para las elecciones del 21N comenzó con «desequilibrios» en cuanto a la exposición de los candidatos o de la propaganda que se transmite por televisión. Y señaló: “En cuatro días, lo hemos detectado. Ya hemos hecho las llamadas respectivas a los partidos políticos y candidatos para que subsanen esta situación».
Los factores democráticos deberían aprovechar esta vulnerabilidad de Nicolás Maduro. No la tiene nada fácil. Por más que hayan logrado dividir a la oposición, que la tan ansiada unidad de 2015 luzca inalcanzable, el principal enemigo para la continuidad de Maduro está en casa. Sería ingenuo decir que él no lo sabe. Y es que su triunfo relegaría las aspiraciones de Cabello para siempre.
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