Llegaron a mi casa con tanta alegría y buena energía, que parecía cambiar el aire que estábamos respirando. Amenos, sencillos y llenos de talento, estos colombianos son artistas con letra mayúscula. Me refiero al director general Agmeth Escaf, que no solo dirige bien, también canta, actúa y seduce a todo el que se le acerca en el fabuloso show que disfruté por dos horas con ellos.
Oír cantar y ver actuar a Marcos Gómez sería la demostración de que los artistas no necesitamos imitadores, aunque esto pueda hacernos sentir que hemos llegado a un punto en el que la gente admira nuestro trabajo o somos muy famosos, pero la mayoría de las veces (al menos a mí me ha pasado cuando veo a alguien imitándome) nos decimos internamente: ese no soy yo. Si Carlos Vives tiene un doble, se llama Marcos Gómez.
Nos habla con una alegría que le salta por los ojos, de que “el maestro” Carlos Vives merece un tributo a su hermoso trabajo de años, que él admiró desde pequeño, y cierra diciéndonos: solo con cantar como él, es lo mejor que me ha pasado.
Al decir esto sentí su respeto, su admiración por el maestro Carlos Vives y por ahí arranca este show que se piensa pasear por todo Estados Unidos: Yo me llamo Vives. Y Marcos no se cansa de repetir que es más que una imitación.
Yo me llamo Vives es un espectáculo bien dirigido y montado, basado en un excelente libreto, fabulosos artistas, actores, cantantes y bailadores. Por dos horas nos demuestran que la música de Carlos Vives es endiablada, se mete en tu cuerpo como un huracán y te lleva a bailar, aplaudir y gritar: ¡Bravo!
No necesitan mucho en el escenario. Un gusto exquisito y muy moderno, moviendo las cosas del escenario con gracia, bajo la guía desenfadada y certera de Hernán Orijuela, que tanto baila, canta, produce y lleva el desarrollo del show con un relato radial de lo que estaba viviendo Carlos Vives durante los principios de su carrera.
Es indudable que son, sobre todo, grandes actores. Solo con la disciplina dada por la actuación se llega a este “orgasmo” de espectáculo.
Más que nunca estamos hambrientos de arte, pero urgimos material espiritual que nos saque de una realidad difícil y nos lleve al mundo de la alegría. La salud mental necesita esto. Es lo que estamos extrañando. Por ese hermoso tiempo hasta la pandemia se me olvidó.
Con esto no estoy rechazando a los imitadores, los hay buenísimos. Pero creo que cuando haya tanto talento, nada es más importante para un artista que recibir, de otro u otros, un homenaje con esa calidad. Si va a tu ciudad, no te lo pierdas, y ve preparado para bailar y sonreír.