OPINIÓN

Tres tristes paradojas: reflexiones sobre la política venezolana

por Lidis Méndez Lidis Méndez

En Venezuela, los políticos han cometido un gran error al deslegitimar reiteradamente a sus adversarios para ganar visibilidad y apoyo popular. Esta forma de hacer política obstaculiza el consenso necesario para resolver pacíficamente un conflicto que lleva décadas. Estamos atrapados en un sistema político disfuncional que se alimenta de la deslegitimación entre la oposición y el gobierno, lo que genera desconfianza e incredulidad en los procesos electorales como garate de un cambio que impulse nuestro desarrollo.

El tema de las inhabilitaciones administrativas, tanto pasadas como presentes y futuras, seguirá siendo un problema mientras no exista separación de poderes en el Estado venezolano. Por lo tanto, es importante cuestionar la capacidad de los estrategas y candidatos para negociar su habilitación política, ya sea directamente o a través de terceros.

Si no somos capaces de resolver un problema coyuntural como la inhabilitación, ¿cómo podemos garantizar el cumplimiento de las demás condiciones sensibles en las elecciones? Sin un acuerdo medianamente sensato entre oposición y gobierno antes de los comicios, los resultados justos no están garantizados. Para encontrar soluciones, es necesario abandonar la mala praxis política de deslegitimar o  coaccionar al oponente. Plantearé tres paradojas para descifrar algunas causas que impiden el acceso hacia una vía electoral confiable:

1. La polarización política y el estancamiento institucional: Esta paradoja ilustra cómo la falta de consenso y la lucha por el poder obstaculizan la toma de decisiones políticas importantes. Cuando el país requiere de acciones decisivas y colaborativas, la polarización política y el estancamiento institucional impiden la adopción de medidas efectivas para lograr un mejor entendimiento.

2. El juego de rebeldía y violencia: Esta paradoja describe cómo el condicionamiento a través de la rebeldía y la violencia refuerza estereotipos negativos, como la victimización y la demonización. En lugar de promover la mediación, los derechos humanos y la negociación, se perpetúa un ciclo vicioso de esperanza y frustración. La sociedad se moviliza para manifestar su descontento y el gobierno bloquea la acción.

3. Activismo político y resultados electorales: Esta paradoja destaca cómo las organizaciones políticas no han estado a la altura al defender los resultados y posiciones ganadas, a pesar del compromiso y esfuerzo del pueblo. Se observa una falta de estrategia y responsabilidad por parte de los políticos, lo que dificulta la representación adecuada de los intereses de la población.

Estas tres tristes paradojas se reproducen debido al discurso deslegitimador entre los adversarios, generando una fuerza negativa que impide alcanzar el entendimiento y establecimiento de condiciones justas para una solución pacífica y democrática a través de las elecciones. El verdadero liderazgo se demuestra al negociar la habilitación propia y la de otros, fomentando una organización política sólida y teniendo el valor de comunicar con sinceridad las condiciones, ventajas y desventajas de participar en los próximos comicios.

Es importante repudiar cualquier acto o discurso que niegue la humanidad de aquellos que tienen vocación política, independientemente de su ideología o intereses. Debemos exigir una participación más ética, ya que la nación venezolana necesita conocer los compromisos, soluciones, programas, proyectos, metas y objetivos de quienes ostentan el poder. Lamentablemente, la deslegitimación del contrario y el idealismo discursivo se utilizan para evadir responsabilidades y no ofrecer las garantías necesarias para asegurar nuestro voto, así como para tener excusas perfectas para abandonar la lucha electoral en caso de resultados dudosos.

Al tolerar la deslegitimación como práctica política, estamos obstaculizando el liderazgo que necesitamos para reconstruir nuestra República. Debemos entender que aceptar pasivamente los actos de deslegitimación conlleva divisiones, discriminación, descalificación, humillación, inhabilitación, persecución, atentados, encarcelamientos, asesinatos, condenas, corrupción, justificación de la violencia, el holodomor y la migración masiva. Con políticos competentes, comprometidos, responsables y conscientes, podemos superar estas lamentables consecuencias.

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