De bote pronto, comparto tres rápidas reflexiones sobre la consulta de este domingo. Son preliminares, parciales y de ninguna manera exhaustivas.
Se trata del primer gran fracaso político del sexenio de López Obrador. Ha tenido otros, pero todos ellos relativos o matizables. Haberle apostado a Trump en la elección presidencial de Estados Unidos, ganando Biden, fue un fracaso, pero al final se arreglan las relaciones entre México y Estados Unidos, mas no entre Biden y López Obrador. No ha podido revertir las reformas energéticas del sexenio anterior por la vía puramente legislativa; y tampoco ha podido modificar las modificaciones constitucionales del 13 y 14; pero va avanzando el proceso en los tribunales para llegar en algún momento a la Suprema Corte que probablemente le dará la razón sin tener que cambiar la Constitución. Y en las elecciones de junio de este año, si bien perdió masivamente la Ciudad de México y relativamente a nivel nacional, le fue lo suficientemente bien en las gobernaturas para poder afirmar que no se trató de una derrota por completo.
Aquí no hay matices ni ambages. Una participación de 7% es un fracaso completo de Morena, de López Obrador y de la Suprema Corte. Si esto es lo que buscaban o no; si no es del todo la culpa de cada uno de ellos por completo sino parcialmente de los 3; si logran echarle algo de la culpa al INE o no; el hecho es que difícilmente podría haber un porcentaje de participación más bajo que 7%. O si se prefiere, 93% de los mexicanos empadronados nos abstuvimos de votar. Parece difícil imaginar un peor resultado.
Una segunda reflexión tiene que ver, justamente, con el otro lado del resultado, el que algunos pobres diablos de Morena piensan utilizar para neutralizar la bajísima participación: que 97% de los votantes votaron por el “sí”. Ese es un resultado propio de país socialista; propio de las dictaduras como Corea del Norte hoy, o de las antiguas repúblicas populares de Europa Oriental, o de vez en cuando de algunos países africanos como la Ruanda de Paul Kagame o de Museveni en Uganda. No hay país democrático o serio en el mundo donde se logren ese tipo de resultados, porque las sociedades por definición suelen dividirse, si no en partes iguales, en partes con minorías importantes y mayorías relativas. Solo se obtienen resultados tan abultados de un lado cuando no hay realmente una disyuntiva; cuando no hay una oposición; cuando no hay condiciones de votación democrática. Aquí la oposición fue la abstención y ganó abrumadoramente.
En tercer lugar, resulta interesante la discusión que ya echó a andar López Obrador a propósito de la revocación de mandato del año entrante. Como se sabe, esa consulta está programada para el 21 de marzo. De nuevo todos los mexicanos seremos llamados a votar por si deseamos revocar el mandato de López Obrador de 6 años y mandarlo a su casa, por no decir al rancho que tiene cerca de Palenque el año entrante. Algunos pueden haber pensado que un muy mal resultado en la supuesta consulta sobre los supuestos juicios a los supuestos expresidentes, iba a llevar a López Obrador a desistirse del intento de transformar la revocación de mandato en ratificación de mandato. Fue muy claro desde la mañanera de este lunes en decir que no. La revocación de mandato va, como la reforma agraria de Carlos Puebla y de Fidel Castro, tan afines a y queridos por López Obrador.
En este punto, es difícil sacar conclusiones inmediatas sobre las lecciones del domingo 1 de agosto para el 21 de marzo de 2022. El hecho de que el presidente, el gobierno, su partido y sus simpatizantes no hayan podido sacar a votar ni a la cuarta parte de sus electores de 2018, ni la mitad de los de Morena en 2021, no significa que no puedan hacerlo en 2022. En este descalabro, mucho contó la pregunta confusa o francamente absurda de la Suprema Corte. La pregunta del año que entra será muy sencilla: no solo ordinaria, no solo si o no, sino finalmente ¿quieres que se quede López Obrador o que se vaya? Yo no me confiaría en que la elevadísima abstención de esta vez se repita el año entrante. Tampoco me confiaría, por lo tanto, en que la posición correcta sea la abstención, aunque, dicho sea de paso, con la acertada excepción del PRD, ni el PAN, ni el PRI ni MC llamaron abiertamente a no votar: incluso algunos dirigentes de este último partido votaron públicamente.
La discusión sobre la revocación debe empezar cuanto antes. ¿Qué le conviene más a la oposición: llamar a la abstención, llamar al “no”, llamar a que se vaya, o votar para que López Obrador siga en su cargo para el que fue electo durante 6 años? Habrá mucho que decir al respecto.
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