
El próximo 20 de junio de 2025 es una fecha trascendental en la historia universal del pensamiento filosófico, estético y literario del siglo XX, pues marca el 30 aniversario, es decir, las primeras tres décadas de la muerte del escritor rumano-francés Emil Cioran, quien nació en Rasinari, una comuna de Sibiu, enclavada en el Condado de Transilvania. Cioran fue un autor cuya obra sigue resonando con una intensidad única, de una singularidad sui generis, en el mundo literario y filosófico del largo y ancho mundo terráqueo. Cioran, nacido en Rasinari, Rumanía, el 8 de abril de 1911, es decir, apenas comenzando el convulso siglo XX que testimonió dos guerras mundiales, dejó una huella indeleble indeleble con sus reflexiones crudas y melancólicas, con sus vibrantes e incendiarios reflexiones y pensamientos sobre la existencia, la vida, la muerte y el absurdo. Su estilo inimitable y su capacidad para articular las profundidades de la experiencia humana lo convirtieron en una figura trascendental del pensamiento moderno difícilmente igualable o parangonable en materia de estilo literario y escritural.
Su vida y obra estuvieron marcadas por un enfoque implacable hacia las contradicciones insalvables e irresolubles de la existencia humana. Desde sus primeros trabajos en Rumanía, por ejemplo, De lágrimas y de Santos y En las cimas de la desesperación hasta los ensayos y aforismos que escribió en francés, verbigracia, El aciago demiurgo o Del inconveniente de haber nacido, Cioran exploró temas universales como el sufrimiento, el dolor físico y metafísico, el sentimiento del fracaso, la desesperanza y la soledad con una voz poética que desafiaba los límites entre la filosofía y la literatura. De hecho, en 1980 publicó un pequeño libro titulado escandalosamente Adiós a la filosofía y otros textos, en el cual dio cuenta de manera plena y significativa de todas sus obsesiones como el notable pensador en el que se convertiría posterior a la publicación de este libro extraordinario. Textos como Del inconveniente de haber nacido y Breviario de podredumbre revelan al pensador fragmentario y antisistema que siempre quiso ser, son recordatorios de su profundo escepticismo y su talento para revelar las ironías del destino humano. Siempre que tenía ocasión de hacerlo público se reivindicó a sí mismo como una discípulo del pensador griego Antístenes e igual admirador de Diógenes de Sinope, también conocido como “el Cínico”. Su pasantía por Alemania, (Berlín) le descubrió al filósofo austríaco Otto Weininger quien influyó en la cosmovisión antropológica de Cioran. Dicha influencia quedó patentada en no pocos escritos de propio Cioran.
La influencia de Cioran va mucho más allá de su tiempo; trasciende las décadas y al parecer tiene la potencia de atravesar los siglos con una inusual vocación de eternidad. En un mundo cada vez más convulso y saturado de incertidumbres y de violencias físicas y psicológicas, sus palabras y su concepción del mundo y de la vida continúan invitando a la reflexión y al autoexamen. Aunque su pesimismo pueda parecer abrumador para algunos, para otros representa un consuelo inesperado, una forma de enfrentar las vicisitudes de la vida con honestidad brutal y sin adornos ni atavíos morales y seudoéticos.
Al recordar los 30 primeros años desde su partida, es inevitable reflexionar sobre el inmenso e imponderable legado que dejó a la humanidad. Más allá de sus textos, entrevistas radiales y de prensa escrita concedidas a amigos esparcidos por todo el globo terráqueo, Cioran nos ofrece una oportunidad para explorar nuestras propias inquietudes, para enfrentar las preguntas y angustiantes interrogantes fundamentales de nuestra existencia y para encontrar, quizás, una forma de reconciliarnos con el inevitable caos del mundo que, a juzgar por las evidencias empíricas y subjetivas que la vida misma nos restriega en la cara, no tiene solución ni salida. Su obra permanece como un faro de luz en medio de la tenebrosa niebla del tiempo histórico que nos ha tocado vivir para aquellos que buscamos con denuedo y ahínco aunque sea un módica cuota de razonable profundidad y significado en una época donde a menudo prima lo superficial y vacuo.
El mayor homenaje que se me ocurre hacerle al maestro apátrida es seguir leyéndolo con devoción para extraer de su weltanschauung.
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