No se trata de alcanzar acuerdos oscuros, conseguir pactos impropios, sucumbir a la absurda repartición de cargos ficticios e intrascendentes dentro de la fábula inútil e irrelevante que tanto daño ha hecho, como el mismo castro-madurismo. Negociados manipulados de impunidad encubierta de amnistía para cambiar la vergüenza de la corrupción, incompetencia, empecinamiento en la tiranía, represión, violación incesante de los derechos humanos. Sino del cambio radical, profundo, de la ilegalidad y desbarajuste hacia la legalidad y reconstrucción. Que únicamente puede ser diseñada, planificada, dirigida por un gobierno con autoridad moral, altos estándares de ética y profesionalidad, respeto, sin traiciones al mandato ciudadano; que rinda cuenta, posea plena conciencia de honradez, acatamiento a la Constitución, leyes, derechos y deberes, con la captación de especialistas para quienes ganar dinero sea una retribución honorable y no un atraco a la nación.

Sobradas razones existen para la contrariedad y desagrado ciudadano. La relación simbiótica entre Cuba y Venezuela es intolerable, inaceptable; una invasión consentida de la cual el venezolano está harto, molesto. Un descontento que debe ser canalizado para motivar esperanza y libertad. El papel fundamental de un liderazgo responsable, coherente, auténtico, de estadista, es orientar la acción pacífica, no violenta, para generar el cambio anhelado.

El problema es que el régimen en control del territorio, riquezas e instituciones del Estado, y una oposición, en casos de exilio dorado, pueden mantenerse por años; mientras la población sufre y padece. Es como un acto perpetrado en la intención de destruir la mayoría, en medio de dos frentes. Lamentarse no sirve de mucho, el tiempo perdido es irrecuperable. Hay que comenzar de cero.

Quienes gobiernen lo que quede de Venezuela después de sacudirnos a la pedigüeña degradación castrista, sus beneficiarios y encubridores, tendrán por delante una tarea colosal en variedad de exigencias -como reconstruir no solo Pdvsa, sino el concepto de la industria y negocio petrolero, reiniciarlo, está arruinado. Pero no podremos hacerlo solos, al igual que Europa y Japón destruidos en la guerra mundial, necesitaremos ayuda, acuerdos financieros y personal especializado. Los europeos tenían antes del comienzo de la brutal agresión nazi avanzadas y crecientes realidades industriales, que fueron devastadas.

El castrismo cubano, fracasado en todo hasta en impulsar el desarrollo socioeconómico, se ha hecho experto en represión y espionaje, experiencia exportada a la Venezuela del chavismo con disfraz de ayuda solidaria, que La Habana cobra en exceso a Caracas, incluyendo los que aprovechan para escapar. Sesenta años después de la desafortunada llegada de Fidel, los cubanos siguen huyendo de la tiranía comunista versión Castro. Ellos, en algún momento pronto, también requerirán de auxilio para recuperar el futuro, calidad de vida, libertad y democracia.

Es evidente la imposibilidad de combatir una dictadura con fuerzas que por blandengues, partícipes y sobornadas no pueden ejercer oposición real, efectiva. Sin integridad política, ética y moral no hay credibilidad, convicción ni fuerza, sin ellas no hay adversario verdadero. Cuando el poder que dices tener se limita al Internet con declaraciones diplomáticas sin incidencia en la cotidianidad ciudadana, el cambio que defiendes y patrocinas es poco probable.

En la Venezuela convulsa, enferma y arruinada, comienza una oposición diferente, valiente, coherente, que no entrega principios ni negocia valores, incluyendo a quienes no hayan cometido crímenes de lesa humanidad, ni asaltado al erario nacional, o cómplice de la ignominia reinante. Se anuncia, con expectante prontitud, pero sin fecha fija, un cambio drástico, empezar desde la absoluta pobreza. No será tarea fácil ni breve, deberá llevar, sostener al mismo tiempo la reconstrucción –más que restauración– de la democracia como filosofía y actitud ciudadana; de las enormes exigencias y responsabilidades tanto de servicios públicos como del emprendimiento ciudadano, la mayoría civil y la minoría usada como represora.

Por eso transición no es transacción, es un dinamismo agresivo, firme, concienciado, en busca de las realidades del siglo XXI que en la cortedad mental chavista y de sus acompañantes no solo se quedaron estancadas en la Venezuela de hace décadas, sino que al retroceder se deterioraron aún más. No será labor fácil, será desde la verdadera tarea de patria, de retomar, levantar y sustentar en alto las banderas de la honestidad, decencia, libertad, democracia, prosperidad, convicción popular, arraigo ciudadano con integridad, legitimidad, compromiso, obligación y sentido común.

@ArmandoMartini

 


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