OPINIÓN

Tragicomedia perpetua

por Salvatore Giardullo Russo Salvatore Giardullo Russo

servicio eléctrico

Si alguna vez soñaste con vivir en un país donde la realidad supera la ficción, en el cual lo absurdo se convierte en ley y lo cotidiano es una tragicomedia perpetua, te damos la bienvenida a Venezuela. Aquí, en esta tierra mágica y surrealista, la lógica tiene vacaciones permanentes, y los problemas, esos molestos compañeros del día a día, se disuelven como el papel higiénico en los estantes de los supermercados, es decir, simplemente desaparecen. ¿Quieres aprender a sobrevivir y prosperar en este universo paralelo? No te preocupes, aquí te lo explicamos.

Capítulo 1: El arte de la improvisación o cómo sobrevivir sin electricidad, agua y gasolina

La primera lección que debes aprender al llegar a Venezuela es que todo es posible, siempre y cuando estés dispuesto a improvisar. La luz se va como quien dice “ya vengo” y no vuelve en días. Pero no te preocupes, eso es lo normal aquí, donde un apagón puede ser motivo de fiesta. Al fin y al cabo, ¿quién necesita electricidad cuando puedes iluminar tu vida con la chispa de la creatividad?

Imagínate la emoción de vivir un romance a la luz de las velas… ¡todos los días! No hay necesidad de comprar caros equipos de camping; aquí, la vida al aire libre es parte del paquete de bienvenida. ¿Que no tienes agua? No hay problema, el agua de lluvia es gratis, y si la sequía aprieta, siempre puedes hacer como los expertos locales: llenar botellas y tobos cuando el preciado líquido cae del cielo. Eso sí, no olvides agradecerle a San Isidro por cada gota.

Ah, y la gasolina. En cualquier otro país, la escasez de gasolina sería un desastre, pero en Venezuela es parte de la experiencia exótica de hacer fila por horas (o días) para llenar el tanque. Es casi como un retiro espiritual, solo que, en lugar de meditar, escuchas a tu vecino quejarse de lo mismo que tú: “¿Hasta cuándo?”. Una terapia grupal de resignación con motor.

Capítulo 2: El bolívar soberano, el fuerte, el desaparecido y el imaginario

En Venezuela, el dinero tiene una relación complicada con la realidad. Los bolívares vienen y van, y cuando crees que te aprendiste la denominación de los billetes, ¡puf! Aparece una nueva reconversión. Al principio parece complicado, pero con el tiempo te das cuenta de que las matemáticas financieras son solo un estado mental.

El bolívar, esa criatura mitológica, ha sufrido más transformaciones que un superhéroe de cómic. Primero era fuerte, luego soberano, y ahora parece ser más bien una especie de Pokémon que evoluciona con cada crisis económica. Los ceros van y vienen, y los precios en los supermercados se parecen más a códigos de acceso que a cifras comprensibles.

Si eres turista, un consejo, no te preocupes demasiado por el cambio oficial del dólar. Nadie lo usa realmente. Aquí el valor de las cosas depende de la hora del día, la fase de la luna y cuántos memes sobre la hiperinflación han circulado en WhatsApp ese día. Y si te sientes valiente, siempre puedes intentar pagar con bolívares en efectivo, verás cómo la cajera se toma un tiempo considerable para contar los billetes uno por uno. ¡Eso sí es atención personalizada!

Capítulo 3: El supermercado, un lugar de encuentro, aventura y descubrimiento

Entrar a un supermercado en Venezuela, es como adentrarse en una búsqueda épica. Las estanterías vacías, son el escenario perfecto para que los héroes modernos busquen los tesoros perdidos. Un paquete de harina de maíz o una botella de aceite, cuando lo encuentras, es como hallar el Santo Grial, solo que con la cara de un presidente en la etiqueta.

Pero no te desanimes, esta experiencia es también una oportunidad para desarrollar tus habilidades de detective. ¿Dónde está la leche? ¿Quién sabe? ¿Y el café? Es un misterio más profundo que el Triángulo de las Bermudas. Los venezolanos, que ya son expertos en lidiar con lo inesperado, se han convertido en campeones mundiales de los intercambios clandestinos. ¿Que no hay arroz en el supermercado? No te preocupes, el vecino de al lado tiene una bolsa, y está dispuesto a cambiarla por un par de jabones azules o un kilo de leche en polvo.

Además, en el país del «no hay», las sorpresas siempre son bienvenidas. Cuando encuentras papel higiénico, todo se detiene. La emoción es comparable a ganar la lotería. Pero claro, si encuentras azúcar, café y pasta el mismo día, te estarás enfrentando a un dilema ético sobre qué comprar, porque los precios te obligan a escoger.

Capítulo 4: Las colas o la ciencia de la paciencia infinita

Los venezolanos han elevado el arte de hacer colas a niveles olímpicos. Las colas son el deporte nacional no oficial. ¿La razón? No importa por qué estés haciendo la fila, lo que importa es que todos lo están haciendo. Ya sea para gasolina, gas, alimentos, medicinas o algún trámite burocrático, la cola es el espacio de socialización por excelencia. De hecho, muchos venezolanos han hecho amigos, han cerrado negocios e incluso han encontrado el amor de su vida, mientras esperaban pacientemente que llegara el camión de huevos o el repartidor de bombonas de gas.

El secreto está en mantener el buen humor y en tener siempre un chiste a mano. No hay mejor manera de sobrellevar la situación, que hacer bromas sobre la realidad. “¡Bueno, por lo menos no estamos en una cola de hospital!” Puede ser una frase típica de quien se ha resignado a la realidad. En Venezuela, hacer cola no es un trámite, es una experiencia colectiva, que fortalece los lazos sociales, una tradición tan arraigada como la arepa, la cachapa con queso de mano y los tequeños.

Capítulo 5: La democracia creativa, en el cual votar es un lujo y los apagones son gratis

En Venezuela, la democracia ha tomado formas nunca antes vistas. Aquí las elecciones son casi un evento folclórico. Participar en ellas, es como ser invitado a una fiesta, donde no sabes si el cumpleañero aparecerá, pero de todas maneras hay pastel y algunos invitados ya saben quién ganará. La anticipación es parte del encanto. Y como dicen algunos, votar es un lujo, pero los apagones son gratis.

Los venezolanos han aprendido a adaptarse a la incertidumbre política, con una mezcla de humor y desdén. A fin de cuentas, cuando llevas años sobreviviendo a crisis económicas, apagones, y colas interminables, los resultados electorales se vuelven un detalle más en la larga lista de adversidades. «¡De nuevo ganaron todos menos nosotros!», es el mantra de los días post-electorales, acompañado de memes y cadenas de WhatsApp. La ironía política se ha convertido en una forma de resistencia.

Por supuesto, el gobierno siempre tiene una respuesta creativa para todo. Si te quejas de la falta de transparencia, siempre hay una excusa que involucra al imperialismo o a conspiraciones galácticas. Pero no te preocupes, todo está bajo control… o eso dicen. Mientras tanto, el venezolano de a pie sigue su vida como puede, riéndose en la cara de la realidad, porque aquí, el sarcasmo es el verdadero ganador de todas las elecciones.

Capítulo 6: El turismo o cómo sobrevivir sin GPS y con carisma

Venezuela es un país lleno de bellezas naturales, desde los majestuosos tepuyes hasta las playas de ensueño. Pero si eres turista, te enfrentarás a un reto mayor que los elementos de la naturaleza: la logística. ¿Quieres llegar al Salto Ángel? Espera unos meses, porque el avión que lleva a Canaima está “en mantenimiento” (código secreto para “no hay gasolina”). Y si decides conducir tu automóvil, asegúrate de tener un mapa impreso de hace veinte años, porque en Venezuela, el GPS es una herramienta opcional, y las direcciones siempre incluyen referencias vagas como “allí mismito”, “después de la mata de mango a la derecha”, “donde estaba la panadería” o “donde se cayó el poste”.

Eso sí, una vez que logras llegar a tu destino, te darás cuenta de que la hospitalidad venezolana no tiene precio (literalmente, porque probablemente no aceptan tu tarjeta de crédito). Los lugareños están siempre dispuestos a ayudarte, ya sea indicándote cómo llegar a la gasolinera más cercana o vendiéndote gasolina de contrabando. Aquí todo el mundo tiene un plan B, C y hasta Z.

Y si tienes la suerte de contar con un guía local, prepárate para escuchar las mejores historias de resiliencia y humor. Porque en Venezuela, hasta las desgracias se cuentan con una sonrisa y un chiste de por medio. «¡Esto es lo que hay!», te dirán con una mezcla de resignación y orgullo. Y es verdad, aquí todo lo que queda es disfrutar del paisaje y reírse de lo absurdo.

Capítulo 7: Los servicios públicos, un lujo de otro mundo

La noción de los servicios públicos en Venezuela es tan etérea como la teoría de cuerdas. El agua llega de manera impredecible, la electricidad es un bien que no está asegurado, y el transporte público se convierte en una experiencia tan emocionante como las montañas rusas más extremas. La famosa frase “la camionetica nunca llegó” es un clásico, mientras que los autobuses, que alguna vez fueron comunes, ahora forman parte de relatos nostálgicos y el servicio de metro, por su parte, ha pasado a ser poco más que una leyenda urbana.

El internet, por otro lado, es un lujo reservado para los más valientes, quienes han aprendido que la paciencia no es solo una virtud, sino una herramienta necesaria para navegar en la red. Un video de YouTube puede tardar en cargar lo que tardan los planes quinquenales en cumplirse, pero no te preocupes, siempre hay un vecino con mejores datos móviles que te prestará su Wi-Fi (si la contraseña es algo comprensible, claro).

Y no olvidemos el gas. En otras partes del mundo, la gente se queja si la factura del gas es alta. En Venezuela, las quejas son porque el camión que reparte las bombonas parece tener un horario intergaláctico. Es más probable que veas una estrella fugaz antes que el camión de gas pase por tu calle.

Conclusión: Venezuela, tierra de maravillas

Venezuela es un país lleno de contradicciones, absurdos y situaciones surrealistas. Es un territorio donde las leyes de la lógica parecen haber sido suspendidas, y las reglas convencionales de la vida cotidiana ya no se aplican. Aquí, lo imposible se hace cotidiano y lo cotidiano se vuelve increíble, transformando lo que en cualquier otro lugar sería motivo de asombro o alarma, en una simple parte de la rutina. Desde las colas interminables por gasolina en un país con las mayores reservas de petróleo del mundo, hasta la desaparición constante de productos básicos en los supermercados, esta es una nación que desafía cualquier expectativa.

En Venezuela, el caos es el pan de cada día, pero también es un motor de creatividad y adaptación. Las personas han desarrollado una resiliencia que raya en lo sobrehumano, una capacidad de ajustarse y seguir adelante a pesar de las circunstancias más adversas. Cuando el transporte público se detiene, la electricidad falla por horas o incluso días, y el agua potable se convierte en un recurso escaso, los venezolanos encuentran maneras ingeniosas de adaptarse y sobrellevar la situación. La improvisación no es solo una habilidad, es una forma de vida. Qué les puedo decir, estoy orgulloso de ser venezolano.