Mi abuelo me hablaba de la tozudez del sapo o de la rana, da igual, siendo yo muy niño. Me decía que el sapo, o la rana, igual da, se daba tortazos contra las paredes queriendo tal vez atravesarlas sin poder, incluso hasta morir. La impotencia retratada en un animal cercano. Eso me quedó grabado hasta que lo comprobé más adelante, viendo sorprendido por mi casa un sapo tozudo, o una rana, igual da.
Rafael Caldera habló acerca de que en oportunidades, en política, obviamente, la distancia más corta entre un punto y otro no era una línea recta. Esa expresión estupenda no puede sustraerme de la idea del sapo o, da igual, de la rana tozuda. El zig zag, las alternativas no directas para llegar a un punto deseado. Desgraciadamente algunos políticos opositores ignoran el pensamiento expresado entonces por Caldera. El mismo que lo intentó varias veces hasta llegar, saltando la pared si era preciso, para alcanzar el sitio de los oradores en el congreso y proferir su lloroso discurso, el que lo catapultó de nuevo, junto a un impensable chiripero, a presidir la República.
La primaria pareciera irse disolviendo. No es poco esto. Esa elección que se tramó tan pacientemente, en medio de madejas de dificultades, está en su peor riesgo en este momento. Está amenazada por muy diversos factores. El principal de ellos la tozudez, producto del punto y la línea recta. La primaria estaba -¿está?- empezando de nuevo a alentar el alicaído ímpetu electoral, político, de los venezolanos. Pero la tronchan desde adentro de la oposición. También desde afuera, como era previsible, por el régimen. Algunos se consideran, adentro, iluminados, moralmente intachables, incorruptibles hasta de conciencia. Imposibilitados en su supuesta, increíble, santidad, de acompañar a otros, aún siendo opositores. Mucho menos de respaldar. Palabra que no está registrada en su absurdo diccionario.
Seré yo y mis fantasías, parecen decir. Nada distante de la visión de Yo, el supremo. Pero la realidad, como el sapo o la rana, que da igual, los atropella. Cosa que en nada afectaría si no estuviéramos todos involucrados. La semana pasada por este mismo medio escribí un artículo titulado «Inhabilitados«. Allí expresé: «Los inhabilitados deben abrir paso; debe acordarse cómo. Es lo que está planteado. Lo otro sería entregar la primaria, que tan buenos efectos ha causado, a las fauces del terror». Pareciera que el tiempo para ello se agotó. La línea recta acabará con sapos o ranas, da igual, pero también posiblemente con la primaria. ¿Costaba mucho un acuerdo en unidad para lograr el propósito electoral liberador? Al parecer sí.
Algunos no creyeron nunca en esa mentada unidad, por creerse superiores. Costaba hasta alzar el brazo unitario, se inventaron caricaturas hirientes, atacan con sus aparatos sucios para enlodar. Todo ello en la creencia de que el mandado estaba hecho. No contaban con la pared mutiladora de líneas rectas. Cantar victoria extemporánea. Ni siquiera posición adelantada. Menos. Se trató de contar pollos antes de que el gallo siquiera pisara. Ahora, estamos en esta deriva. Las amenazas están por concretarse si pasan de los anuncios, de las advertencias, de las creíbles coacciones. La tozudez, la impolítica, la línea recta, la moralina supuesta, por no leer ni de soslayo a Maquiavelo o no entenderlo, da igual. La primaria está ya casi en las fauces del terror. Sin contar, lo haré después, las otras contrariedades internas. Apartarse en unidad o apoyar a otros, ¿no ocurrió así en Nicaragua, en Barinas mismo?, parecía acción incomprensible. Allí está el resultado del si no es para mí, no será para nadie. El asesinato, el suicidio. La negación, el cerrojo antes que la entrega. Sería extremadamente lamentable, si finalmente ocurre.