Combatimos la indigna, miope y cobarde narrativa de que no hay lugar para el cambio, sino para propiciar estabilidad y normalización del ecosistema criminal. No ve probable el cambio en 2024. No hay apertura en la justicia con la imposición de una ignara ficha política, sin ninguna credencial, al frente del TSJ.
Se ufana esta narrativa de que cesaron los escraches y se mira con complacencia al enchufado. Vecinos contentos de que se muden a las mejores urbanizaciones, porque sobreviene seguridad, iluminación y mejoría en los servicios públicos. Arruinaron el país y provocaron el éxodo de una cuarta parte de la población y la ruin servidumbre de las élites se prosterna ante los que destruyeron al país y su democracia. Se llenan la boca y prorrumpen que no hay otro destino, sino el fracaso electoral; aceptan participar con las cartas marcadas del régimen repudiado. A estos corchos no les importa flotar en albañales con tal de hacer dinero. Soportan el sacrificio de la sociedad para que unos pocos vivan de lujo.
Abandonando por enésima vez los acuerdos suscritos y violándolos, la corporación criminal se torna brutalmente represiva y mete preso todos los días a integrantes del comando de la líder legitimada para dirigir la transición a la democracia.
El régimen, sin respaldo popular, huye hacia adelante y cierra el espacio público de las ONG. Transita el camino de la violencia porque no ve para sí otra alternativa. El matrimonio a estas alturas de 25 años, de desafueros y delitos, es irreconciliable con el pueblo.
Imbuido de la lógica totalitaria se lleva por delante todo lo que encuentre autónomo. Las instancias que pudieran ir en su contra simplemente las elimina. Al perder su autonomía dejan de ser ONG, la razón de su existencia es ser antipoder y velar por el bien común. El tercer sector es la conciencia de la sociedad.
A los criminales sólo les acomoda su versión tergiversada de la realidad, no quieren que nadie muestre la realidad tal cual es, pura y dura, ajustada a la verdad. Por eso, la persecución se ha vuelto feroz. Al no tener apoyo popular recurre a los grupos paramilitares, colectivos y guerrilleros. Estos irremediablemente pervertidos están acostumbrados a vivir con el mal, las vejaciones y han perdido la mínima fibra de humanidad.
Suma de dolor yace en el fondo del ser de la nación, al irrumpir una nueva oleada de represión. El régimen no quiere la paz; al revés, quiere la violencia. Neutraliza primitivamente los espacios de la disidencia que están fluyendo. Rebanándolos, poco a poco, para que lleguen corroídos y golpeados a la meta electoral.
Presos políticos van en aumento y son utilizados como capital para negociar. La emergencia humanitaria afecta a 20 millones de venezolanos y el régimen se ha fagocitado a la fecha dos generaciones.
Al irrespetar los acuerdos no hay sorpresa, surgen murallas en lugar de salidas. Las murallas, si no queda otro remedio, solo cabe treparlas o derrumbarlas. Ruptura si no hay salida. Todo mal se espera de las tiranías, es su naturaleza.
No contamos con estamento militar, lo reconvirtieron en grupos de choques del régimen forajido. Se hace cuesta arriba acudir a elecciones con las condiciones impuestas por un régimen totalitario.
Mensaje con destino a la comunidad internacional: la tolerancia con el mal amenaza la seguridad y desarrollo del subcontinente.
El liderazgo del coraje, irreductiblemente honesto, acomete ardua lucha que haga posible: marco institucional que asegure piso parejo, un poder electoral independiente, padrón electoral confiable y distribución transparente de centros electorales. Las elecciones de 2024 serán útiles si se logra expresar libremente la soberanía popular, para entrar en el nuevo tiempo venezolano.
¡Libertad para Javier Tarazona, los policías metropolitanos y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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