OPINIÓN

Todos los caminos de la corrupción conducen a Caracas

por Pedro Miguel Castillo Pinto Pedro Miguel Castillo Pinto

Después de un tiempo sin profundizar en la situación política española, los recientes escándalos de corrupción me han llevado a volver a hablar del tema. La relación entre el PSOE y Caracas no es ninguna sorpresa; Pedro Sánchez y Nicolás Maduro, dos figuras destacadas del sociocomunismo hispano, han tejido lazos que, hoy en día, parecen estar involucrados en una red de corrupción transnacional. Al centro de este entramado se encuentran José Luis Ábalos, exministro de Transporte, y Delcy Rodríguez, la mano derecha de Maduro, señalados como piezas clave de una compleja red de influencias y corrupción.

El llamado «Delcygate» remite a la controvertida visita de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, a España en 2020. A pesar de estar sancionada y tener prohibido el ingreso a territorio europeo, Rodríguez fue recibida en suelo español. Este episodio generó una gran polémica y dio pie a especulaciones sobre posibles actividades ilícitas, incluyendo la introducción de dinero en efectivo e incluso lingotes de oro, como parte de un acuerdo entre el gobierno venezolano y sectores del gobierno español.

Las acusaciones del Partido Popular (PP) van más allá de este incidente, sugiriendo que existe una estructura más profunda. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) investiga el papel de Ábalos como posible enlace entre los intereses venezolanos y el entorno de Pedro Sánchez. Este entramado, de comprobarse, podría implicar soborno, tráfico de influencias y lavado de capitales provenientes de Venezuela.

Un patrón de corrupción sistemática

Para aquellos que hemos seguido de cerca el desarrollo de la corrupción en Venezuela, lo que está ocurriendo en España no resulta sorprendente. Los líderes del chavismo han perfeccionado un esquema de corrupción que abarca desde la apropiación indebida de bienes públicos hasta la exportación de oro y otros recursos a países aliados como Rusia y Turquía. El supuesto uso de aerolíneas privadas para transportar oro y efectivo es solo una muestra de cómo esta red ha operado durante años, y ahora parece haberse extendido a otros territorios, incluyendo España.

Pedro Sánchez: ¿el alumno del chavismo?

El gobierno de Pedro Sánchez ha demostrado ser un alumno aplicado de sus homólogos venezolanos, posiblemente influenciado por la estrecha relación que mantiene José Luis Rodríguez Zapatero con la dictadura venezolana. Desde el «caso Koldo» hasta otros escándalos, la gestión de Sánchez sigue un patrón preocupantemente similar al del chavismo: negar las acusaciones, desviar la atención hacia enemigos externos y manipular los medios de comunicación. Lejos de asumir responsabilidades, parece previsible que Sánchez recurra a tácticas de distracción, atacando al Partido Popular o provocando enfrentamientos con líderes internacionales como Netanyahu o Javier Milei.

Esta estrategia de distracción tiene precedentes claros en Caracas. Durante años, el régimen chavista ha utilizado la polarización extrema y la persecución política para mantenerse en el poder, silenciando cualquier crítica. En España, es posible que estemos presenciando un fenómeno similar: denuncias que se desvanecen en medio de una campaña de ataques contra la oposición, mientras la corrupción estructural continúa afianzándose.

Lo que está por venir: ¿la caída de un sistema?

El temor más grave es que, en unos meses, no estemos hablando solo de Koldo o Ábalos, sino de una red mucho más extensa que involucre a cientos de personas y millones de euros en capitales ilícitos. Las sospechas sobre la introducción de grandes cantidades de oro a través de intermediarios y empresas ficticias evocan los episodios de corrupción venezolana, en los que están implicados funcionarios, empresarios y militares.

Lo que está ocurriendo en España podría ser solo el comienzo de algo más profundo. Para quienes venimos de países como Venezuela, este patrón es bastante familiar: el debilitamiento progresivo de las instituciones democráticas, la apropiación indebida de recursos públicos y la manipulación del sistema judicial para proteger a los líderes corruptos. La diferencia, esta vez, es que no hablamos del Palacio de Miraflores, sino de La Moncloa en Madrid.

Conclusión

Pedro Sánchez, como tantos otros líderes antes que él, se enfrenta a un escándalo de proporciones históricas. La pregunta clave es si las instituciones españolas serán capaces de resistir el embate de esta trama de corrupción, o si España seguirá el peligroso camino de Venezuela: un sistema cada vez más opaco, con un gobierno dispuesto a todo para aferrarse al poder.