OPINIÓN

Todos los caminos conducen a Roma

por Antonio Guevara Antonio Guevara

El sistema de comunicaciones terrestres en el Imperio Romano; caminos, vías, y toda la compleja red de más de 400 rutas en aproximadamente 70.000 kilómetros de longitud, se diseñó para que al final todas desembocaran en la capital imperial. Desde cualquier punto de partida de ese entonces, desde la Germania o de África, al final las plantas del viajero y los cascos de su cabalgadura se posaban en la ciudad de las siete colinas. En el tiempo esa araña vial se convirtió en una expresión que se fue popularizando hacia otros órdenes, tanto que se extendió hasta el confín de adaptarla a lo coloquial de que hagas lo que hagas, al término de tu recorrido el destino será uno ineludible y forzoso.

En el imperio revolucionario venezolano hay una perfecta adaptación de la vieja expresión, por la extraordinaria cantidad de itinerarios políticos sembrados ex profeso desde el alto mando del régimen para entorpecer y dificultar cualquier iniciativa que ponga en peligro la permanencia roja rojita en el poder. De allí la enmarañada red de rumbos y direcciones que a la fecha no ha sido posible desentrañar desde el bando opuesto. Para honrar en calidad, todo eso está contenido en un plan que se ha venido cumpliendo al pie de la letra –Plan de la Patria 2025– en una hoja de ruta para establecer el entramado del socialismo del siglo XXI y encaramada constitucionalmente para naricear el texto fundamental en el preámbulo y en todos los 350 artículos a los fines revolucionarios. Con una organización que ha demostrado la eficiencia conveniente en el tiempo –el Poder Popular– en un concepto subestimado e ignorado por completo en la acera opositora y donde se engranan las misiones, las unidades de batalla Bolívar-Chávez, las emisoras comunitarias, los patriotas cooperantes, las comunas, las bolsas CLAP, Pdval y las organizaciones armadas dispuestas en los colectivos y vinculadas paramilitarmente a las milicias bolivarianas con otra concepción también minimizada, desconocida y despreciada que se llama la fusión cívico-militar; una disposición para la movilización en la paz o en la guerra convenientemente estructurada desde el PSUV para garantizar la continuidad revolucionaria rejas adentro del Palacio de Miraflores. Si a eso le agregamos un liderazgo único y como soporte y en yunta de cogobierno a la Fuerza Armada Nacional (FAN), el mandado de permanencia se garantiza en el corto, en el mediano y hasta en el largo plazo con la catálisis política de una oposición dispersa y sujeta a un liderazgo incompetente que tira de una ristra de errores desde hace mucho tiempo como quien arrastra por la cola un gato muerto, y que la repite con frecuencia con la guinda de la torta de no disponer de un plan. ¡Sí! Un procedimiento escrito o no, para llegar al poder y lograr el cambio político en Venezuela. Algo, así sea unas notas garrapateadas en una servilleta de restaurante que establezca el método para abrir las rejas del palacio presidencial e iniciar un nuevo régimen. Para abreviar y ser sintético en la conclusión de este texto: en la intrincada red de opciones para llegar al cambio político en Venezuela, después de 23 años de revolución bolivariana; todos los caminos conducen a Fuerte Tiuna.

Extraña sí que desde ese aserto anterior no se haya definido ni establecido una línea política y estratégica en la oposición para cruzar desde esa acera distanciada y acercarse inteligentemente a la actual institución armada, dejando de lado el despecho y el resentimiento del pasado y del presente por su actual yunta política con la revolución bolivariana. Una de las vías más expeditas es la construcción de los mensajes viables y desembarazados de referencias negativas hacia sus miembros. Los militares tienen códigos muy específicos en la línea de sus comunicaciones. La responsabilidad del emisor en este caso es deslastrar el mensaje de cualquier ruido innecesario, de los canales inválidos y desautorizados, de los mensajeros inadecuados; especialmente aquellos que carecen de la auctoritas suficiente hacia lo interno de la corporación. Allí – en el mensajero – se debe ser lo suficientemente delicado y fino en la selección. En la institución militar se sabe de qué pata cojea cada uno, pero también cuáles son las virtudes que los adornan y las potencialidades y fortalezas que le sirven de coraza ante las oportunidades. Mensaje, mensajero y medios es el triángulo donde reposa cualquier canal para establecer los enlaces entre el liderazgo político de la oposición y la actual Fuerza Armada Nacional (FAN).

La construcción de un mensaje pasa por seleccionar de manera muy precisa los temas. No se trata de generalizar y vocear en el tema reiterativo de exigir el cumplimiento del artículo 328 de la Constitución Nacional a través de los medios tradicionales. Ni del juramento ante la bandera nacional. Esos temas gruesos se pueden desdoblar en muchos otros más incisivos y puntuales que llaman mucho más la atención y el interés de los uniformados por formar parte de su día a día, y entre esos están los beneficios socioeconómicos. Nada ratifica más rotundidad y determinación hacia la motivación en los cuarteles de aquello de que los ejércitos caminan sobre sus estómagos y sobre eso prometer y cumplir sobre los fondos de pensiones, de la salud militar, de una cobertura de seguros viable, del funcionamiento de los hospitales militares, de la recreación que órbita en torno a los círculos militares, de la vivienda en guarnición, y de la disposición de las raciones y salarios dignos a la función militar. Eso es logística pura y dura desde la retaguardia para empujar al cumplimiento expedito en la vanguardia de lo establecido en el artículo 328 de la carta magna y lo derivado en la promesa de fidelidad a la Bandera Nacional, sin necesidad de recordatorios ni llamados inútiles.

Después está lo de la selección del mensajero. Los militares son una familia grandota. Todos se conocen. De allí la necesidad de baremar muy bien el heraldo que voceará y discurseará sobre estos temas castrenses de cara al cambio democrático en Venezuela. La auctoritas priva sobremanera. Si el emisario seleccionado fue un bandido de siete suelas durante el ejercicio de su situación de actividad el recado caerá en oídos sordos y no habrá ningún eco. Debe afinarse muy bien la unción del estafeta designado y hay que hilar muy fino para la designación de este comisionado que llevará el grueso encargo de llevar a todas las formaciones de lista y parte con vista al frente saludo, un mensaje de futuro y un recordatorio como el de la corneta que toca oración diariamente y recuerda el juramento de defender la patria y sus instituciones hasta perder la vida.

Por último, la identificación del medio. Ante tanta profusión de tecnología de información de comunicaciones (TIC) y tantos usuarios de las redes sociales, el diseño de un plan para trasladar el aviso hacia los cuarteles, las bases aéreas, las bases navales, los institutos de formación de oficiales y todo patio de formación, debe ceñirse a garantizar que el soldado de guardia en cualquier base de protección fronteriza, por muy distante que esté de la capital de la república, reciba un mensaje de futuro en la construcción del cambio democrático en Venezuela con la participación de la Fuerza Armada Nacional (FAN).

No es nada enmarañado el planteamiento. Allí está la bisagra histórica entre los militares en situación de actividad y la sociedad civil que son los militares retirados. En ese sector se concentra un gran potencial y un enorme despecho por lo que fue la institución armada que muchos ayudaron a desmantelar como quien ayuda a perder un gran amor, por los beneficios perdidos después de haber dedicado toda una vida a defender el país, por observar la ruina institucional desde adentro y sentir la incapacidad de no poder aportar eficientemente algo que ayude a su recuperación. Allí hay también bastante de la responsabilidad por la actual situación del desamor corporativo. Los militares retirados son una excelente fuente para tomar esos valores y esas dinámicas para impulsar el cambio desde los cuarteles construyendo y llevando los mensajes para el futuro institucional. Hay que poner a los militares retirados a facturar en ese despecho. Desde allí debería surgir el mercurio sin uniforme habilitado para vocear dentro de un plan, el encargo dentro de las reparticiones militares. Y no hay tanta complejidad. Si se da el primer paso se avanzará en el histórico sistema de comunicaciones políticas de Venezuela formado por las rutas, los caminos, los senderos y las veredas que al final desembocan en la capital imperial desde donde se han gestionado todas las crisis políticas del país a lo largo de toda su historia republicana: Fuerte Tiuna.

Al final – como siempre – las plantas del viajero que busca El Dorado del cambio democrático y los cascos de su cabalgadura finalizan en Conejo Blanco.