Todos “danzamos” con nuestras parejas, pero cuando estas danzas son repetidas y estamos atrapados hay peligro, existe una disfunción. Uno de los miembros funciona bastante bien en la vida y siempre está feliz, en contraste con la desesperación y disfuncionalidad del otro. Ambos, emocionalmente e inconscientemente, se ponen de acuerdo para que uno sea el que supuestamente “funciona bien”, mientras que el problema radica en el otro.
Pueden darse cuenta de que la relación que están sosteniendo constituye la enfermedad, pero no tienen idea de cómo romper. Ambos manejan poder desde sus respectivas posiciones.
El “sobregirado” vive dando el consejo oportuno. Le gusta hacer por los otros las cosas que ellos podrían hacer por sí mismos. Siempre está preocupándose por los demás. Se siente responsable por los otros y es quien sabe qué es lo mejor para ellos. Habla más de lo que escucha. Siempre tiene metas para los demás, que ellos no quieren.
De repente, experimenta “explosiones”. Cuando es enfrentado por la pareja asume la posición de víctima. Su comunicación es siempre contradictoria. Dos mensajes, por ejemplo: 1) “No salgas a trabajar, que yo lo haré…”, 2) “Lo único que haces es estar en casa, todo tengo que resolverlo yo”.
Si la compañera sale a trabajar es mala madre. Si se queda en la casa, no aporta nada. Siempre decide lo que hay que comprar, comer, dónde pasar las vacaciones, con quién… Su arma favorita es la descalificación. Experto en destruir la autoestima de la pareja. Le fascina hacerse cargo de la vida emocional del otro. Es quien siempre tiene la última palabra.
El de “bajo funcionamiento” siempre anda buscando el consejo, no es independiente y desea que lo ayuden, cuando en verdad no es necesario. Actúa irresponsablemente, se culpa por todo. Le fascina escuchar más que hablar. Vive en las nubes, nunca tiene metas precisas ni proyectos por realizar.
Cuando decide ponerse metas en la vida, al poco tiempo las abandona. Periódicamente tiene episodios de depresión. A veces se vuelve adicto a ciertas sustancias. Quiere que se hagan cargo de su vida emocional. Cada “sobregirado” merece y necesita su “bajogirado”, y viceversa.
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